Bahía Blanca | Viernes, 26 de abril

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El tresarroyense que le hizo sombra al Kilimanjaro

Enrique Fernández ascendió los 5.891 metros del volcán que constituye la altura máxima de Africa. La experiencia mezcló sueños y recuerdos.

Una postal clásica del ascenso. / Fotos: Gentileza Enrique Fernández.

Enrique Mendiberri / Agencia Tres Arroyos
laregion@lanueva.com

   “Te querés quedar. Das la vuelta al cráter y mirás todo como para que te quede grabado en la mente”.

   Así recorría el tresarroyense Enrique Fernández el cráter de dos kilómetros de diámetro que tiene, en su cumbre, el legendario volcán Kilimanjaro, la altura máxima del continente africano.

Fernández, con el recuerdo de piedras volcánicas. / Foto: Agencia Tres Arroyos.

   La aventura de este empleado administrativo de 63 años, amante de los deportes y de la vida sana, comenzó este 9 de septiembre y concluyó el último domingo 16. 

   Junto a él también estuvieron tres bahienses (Fernando Gómez, Marisa Solari y Graciela Fernández), quienes junto a Rosana Piersanti, de Coronel Suárez; Hugo Portau, un uruguayo residente en los Estados Unidos, con quien compartieron las últimas experiencias más importantes, (“con su inglés ayudó muchísimo en las traducciones”, recordó) y Alejandro Corradini, llevaron adelante esta travesía, al este de Tanzania, en una zona conformada por tres volcanes, uno de los cuales, el Uhuru, es la altura máxima del continente: 5.891,8m.

   Ascender a la cumbre del Kilimanjaro siempre fue una fantasía en las distintas etapas de la vida de Enrique. Por eso, cuando hace apenas un par de sábados estaba en la cima del Uhuru, sus propias imágenes con los brazos extendidos en las “cumbres” que escalaba de niño en la desembocadura del río Quequén Salado ocuparon parte de esa media hora que permaneció junto a la boca del volcán, almacenando recuerdos que no entraban en la memoria de su cámara.

   “Mis primeras vivencias (con el montañismo) fueron en el Quequén, cuando me subía a una barranca y soñaba que estaba en el Kilimanjaro. Cuando me pude dedicar a esto, hice el Tres Picos; el Ventana (en esta región); el Chaltén y ahí me empezó a picar el Lanín (Neuquén), que es muy exigente por la pendiente pronunciada que tiene”, dijo, entre otras notables experiencias, como la del campamento base del Everest, en Nepal y el Machu Picchu, en Perú.

Fernández (segundo desde la izquierda), en un ícono.

   “Hay veces en que te preguntas qué estás haciendo ahí”, dice Enrique.

   Algo de eso asegura que comenzó a vivir cuando estuvo en el cráter de dos kilómetros de diámetro del volcán, por donde uno camina solo, sin abandonar la concentración en los recursos físicos de los que se dispone para pensar en una vuelta que durará al menos cinco horas. “Ahí te quedás más solo y entendés la situación de dónde estás y disfrutás la sensación de estar en el punto más alto de Africa”.

   Así, con todo un continente a sus pies, Enrique recuerda y comparte sus vivencias.

   “Me deja una sensación de paz y libertad. Me gusta el paisaje de la montaña. Se respira una cuestión distinta en cada montaña, por lo que significa el proceso de llegar”, aseguró.

Paso a paso

   A los 63 años, Enrique era el mayor del grupo, pero fue de los primeros en cumplir la etapa final. Los 1.300 metros de pendiente que separan la cumbre del campamento base ubicado a 4.500m queda a cargo de los montañistas. Ahí se acaban los porteadores y gana protagonismo el sacrificio y la preparación previa.

    “Mi familia lo tiene asumido”, dice el padre de 4 hijas, a quien “solo mi hermana me dice algo”. Para eso se hace controles anuales del corazón y, después de un desafío grande, los respectivos estudios. Enrique no fuma, prácticamente no toma alcohol y siempre hizo deportes como fútbol, básquet, hockey sobre patines y atletismo.

   Para afrontar el desafío del Kilimanjaro cada uno lleva en sus mochilas primeros auxilios, agua, ropa y algo de comida.

   El resto del equipo iba con los porteadores: las bolsas de dormir y las carpas hasta el campamento a 4.600 metros durante 5 días con 7 horas de caminata.

   Luego, salieron a las 12 de la noche hacia la parte más elevada, completaron los 1.300 metros que quedan caminando de noche. Lo hicieron en 11 horas: 9 horas subiendo hasta el borde del volcán el Stella Point y, después, el Uhuru Peak.