Bahía Blanca | Jueves, 25 de abril

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Mario López y su emoción por la vuelta de la carrera

“Seguro que me voy a levantar con las mismas cosquillas en la panza de años atrás”, señaló.
Recuerdos imborrables guarda López de sus participaciones de las carreras de “La Nueva.” Foto: Facundo Morales-La Nueva.

Por Sergio Prieta / sprieta@lanueva.com

   Mario López lleva varias noches sin dormir. El regreso de la carrera de “La Nueva Provincia”, como la sigue llamando, le trajo a la memoria lo mejor de su pasado.

   No habla de podios, ni de tiempos, a pesar de que es una de las figuras destacadas del deporte bahiense. Lo más importante para él no son los trofeos que tiene en su casa, ni menciona las ocho veces que ganó la carrera que lo tiene desvelado.

   Tampoco haber ganado dos veces seguidas la renombrada Corrida de San Silvestre, en San Pablo, Brasil, o de haber participado en los maratones más importantes del mundo.

   Berlín --ese que los africanos usan para intentar batir el récord mundial--, New York --donde asisten de a miles y los números no alcanzan para todos--, Boston-- que es el más antiguo y se realiza de forma contigua desde 1897--, Chicago, Los Ángeles y Paris, por nombrar algunos.

   Mario evita hablar de sus logros aunque uno le pregunte. Sus respuestas recaen en Marta, su mujer, que se fue en 1995, en los hijos que criaron juntos, en sus nietos y en sus amigos.

   “Para mí, la carrera más importante era la de La Nueva Provincia. Viajaba por todos lados, pero a mi esposa, a mis hijos y a todos mis seres queridos y vecinos les podía mostrar lo que hacía en esa competencia. Y eso era lo mejor que me podía pasar”, dice.

   “Seguro que el domingo me voy a levantar con las mismas cosquillas en la panza de años atrás, cuando competía. Todavía me pasa los días que hay carreras, pero esta es una especial, es la más linda”, explica.

   El atletismo en la vida de Mario López llegó por una tragedia. En 1966, a los 21 años, mientras iba de acompañante en una moto, un auto perdió el control en una esquina céntrica y le aplastó la pierna izquierda contra un taxi que estaba estacionado.

   “Derrapó y se nos vino encima. Alcancé a levantar la derecha, pero la izquierda quedó entre los fierros y la perdí”, cuenta.

   Sufrió y en un primer momento se sintió “desechable”.

   “Creía que no serviría para conseguir trabajo, formar una familia o tener hijos”.

   Sin embargo, con la fortaleza innata que necesita un atleta de su dimensión le buscó la vuelta a su nueva realidad. Así fue como empezó a jugar al básquet en silla de ruedas y fundó junto a otros compañeros de vida lo que hoy se conoce como DUBA.

   “Todo cambió cerca de los 40, ya casi retirado del básquet, cuando un amigo me mostró el diseño de una silla de ruedas adaptada para el atletismo. Y ahí me enteré de que en otras partes del mundo había carreras para discapacitados”, dice.

   Mario armó su primer vehículo tomando medidas de las ruedas de una bicicleta. Y en 1986 se convirtió en el primer maratonista argentino en participar de una competencia pedestre.

   Meses después compartía tiempo y viajes con los mejores del país: Antonio Silio, considerado como el mejor fondista argentino de todos los tiempos. Aún hoy es dueño de los récords argentinos en las pruebas de 5.000 y 10.000 metros, 10k, 15k, Media maratón, 25k, 30k y Maratón.

   También con Toribio Gutiérrez, otro destacado atleta que supo ganar la carrera del diario, o a Tranquilino Valenzuela, entre otros.

   “Los fines de semana que se corría la carrera de La Nueva Provincia mi casa se llenaba de gente de otras ciudades, era increíble”, dice. Incluso cuando se fue Marta, todos estuvieron acompañando.

   En 20 años de trayectoria participó en más de 500 competencias. En ese entonces tenía en la remera el auspicio de La Nueva Provincia y de Adidas, que lo ayudaban con pasajes y ropa. “Siempre estoy agradecido a ellos porque me dieron una mano enorme”.

   “¿Querés que te cuente una anécdota?”, interrumpe. En la carrera de 1987 se me rompió la silla de ruedas en la puerta del Colegio Nacional. En la vereda había un chico con una bicicleta, así que se la pedí para poder terminar”.

   Se subió a la bici y con el pie derecho fue pateando el suelo hasta la línea de llegada. La ovación de la gente fue tan grande que opacó la llegada del ganador de la prueba central, que cruzaba la línea de meta casi al mismo tiempo que él.

   En los últimos años, sin sponsors y retirado de las competencias de alto rendimiento siguió llevando una vida ligada al atletismo.

   En 2015 tuvo que vender todas sus remeras--hasta la de los maratones más famosos--para poder comprar la silla de ruedas que usa ahora. “Tuve mucha ayuda de la gente, me las compraron casi todas”.

   Hoy, a las 10.25, Mario volverá a la línea de salida. Empujará con las manos su silla como lo viene haciendo desde hace 32 años en cada competencia. En realidad, empuja con el alma.

   “Seguro que me voy a levantar con la ansiedad de antes. Mientras tenga este sentimiento y Dios me lo permita seguiré presente en cada carrera”, asegura ilusionado.