Por los caminos de tierra

David Roldán

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Como si uno estuviese observando la huella que dejan las hormigas, particularmente cuando han andado en busca de sustento, nosotros, los humanos, también solemos andar por los mismos lugares.

Vamos y venimos, casi siempre, valiéndonos de una cinta de pavimento que, cierto es, nos da un mayor grado de comodidad.

Y, casi siempre, tratamos de estar lo antes posible, para después hasta abusar del ocio.

Lo que no es común es que el habitante de la ciudad se aparte de esas rutas troncales.

Muchas veces por el desconocimiento y otras, claro, al ignorar en qué estado se encuentran.

Condiciones de circulación al margen, lo que no nos damos cuenta es que allí, en esos caminos vecinales, a veces polvorientos, sí, se pueden encontrar verdaderos tesoros donde la naturaleza ha depositado buenas pinceladas y el hombre le ha agregado lo suyo.

Más fácil resulta, por ejemplo, ir por los senderos que bordean las vías ferroviarias que marcaron el avance hacia lo desconocido muchas décadas atrás. Sépalo.

Se verán las caras ocultas de montes, cerros y otras elevaciones.

Pero también podremos sortear, con cuidado, algunos vados donde el agua cristalina que baja de las aguadas corre para juntarse en los mansos arroyos.

Haga la prueba un día.

Salga del pavimento y hallará imágenes que usted nunca imaginó y que se encuentran más cerca de lo que hoy sospecha.