Bahía Blanca | Martes, 30 de abril

Bahía Blanca | Martes, 30 de abril

Bahía Blanca | Martes, 30 de abril

Armas y droga en el Noroeste, ¿con mudanza a otro barrio?

Vecinos cuentan que miembros de una de las bandas más problemáticas se trasladaron a la otra punta de la ciudad. De todos modos, siguen los tiroteos frecuentes en el sector.
El problema no se detiene. Algunos chicos tienen acceso a drogas y armas a edades muy tempranas.

Maximiliano Allica

mallica@lanueva.com

Beni debe tener 6 años, como mucho. Con un amigo de esa edad, se plantan a los piedrazos en la esquina y no dejan pasar a dos pibes que andarán por los 10.

“¡Marce! Decile a Beni que nos deje pasar”, le dice el más grandote a Marcela, que escuchó los gritos y se asomó a la calle.

--¡Beni! Dejalos pasar, dale. Mirá, nos vino a visitar un señor. ¿No lo vas a saludar?

-– Bueno. ¿Me das 5 pesos?

Marcela es una de las mujeres más queridas de la cuadra, siempre dispuesta a ayudar a los vecinos. Vive en el Noroeste, no muy lejos de un viejo depósito de una empresa que nadie se acuerda el nombre.

“Trato de colaborar con las meriendas, con las personas que vienen al barrio a dar talleres, deporte. Está difícil. Es cierto que hay mucha droga, la agarran cada vez más chiquitos, se las venden a nenes de 10-11 años o menos. Antes no era así”, cuenta.

Su hijo Ariel dice que el barrio está raro, que a él no lo molestan porque todos lo conocen, pero muchos pibes con los que compartió de chiquitos se pusieron peligrosos.

“La Nueva.” reveló semanas atrás detalles de la guerra que nadie ve a 20 cuadras del centro. En la zona sur de la ciudad (barrios Noroeste, Puerta del Sur, Nocito, Caracol) siguen creciendo los enfrentamientos entre bandas de jóvenes y adolescentes.

Los chicos, cada vez más pequeños, tienen acceso a armas y drogas. Hace dos semanas Fede, de 15 años y criado en el Noroeste, contó: “Vos salís a la calle y están todos los pibes 'Eh, Fede, vamo a fumar uno' o 'Eh, Fede, vamo a meter caño'. Es normal allá”.

Ariel dice que ve cada vez más chicos que no van a la escuela, que se crían con sus padres en la esquina, fumando y tomando, que en las casas hay armas. “¿Qué querés que piensen esos pibes, cómo querés que crezcan?”.

Cuenta que por la casa del transa más fuerte del lugar suelen pasar de noche camionetas y autos buenos. Que no son del barrio. Dice que puede suponer de quiénes son, pero no los quiere nombrar. Exponerse puede tener costos y para qué.

Hay un punto en el que Marcela y Ariel no concuerdan. Para ella el problema se va a seguir expandiendo, para él todavía hay tiempo de frenar una crisis mayor. Opina que todavía las bandas no son super organizaciones, sino grupos fáciles de identificar. En todo el área, por ejemplo, no hay cocinas de droga.

Eso sí, nombran a algunas personas que hasta hace poco no tenían trabajo ni bienes y ahora son dueños de tres o cuatro casas. “Imaginate cómo hacen la plata”, agrega Marcela.

Los dos dicen algo que otros vecinos confirman. Ya no todos los integrantes de una de las bandas más pesadas vive en el sector. Según la mayoría, se mudaron a Villa Harding Green. Se preguntan los motivos, qué hay allá.