Bahía Blanca | Martes, 30 de abril

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La llama que murió de estrés

Para muchos, la muerte de una llama puede ser un tema menor, insignificante y carente de interés.

Sin embargo, lo ocurrido en la ciudad los primeros días de este mes, a partir del secuestro de ese animal por la Guardia Urbana, dejó en claro cómo la inoperancia y la falta de preparación para atender ciertas situaciones derivan en una fatalidad.

La historia comenzó cuando los agentes de tránsito detuvieron un vehículo tirando de un carrito en el cual se transportaba a un pony y una llama.

De acuerdo con el propietario del mismo, los inspectores trataron de mala manera a su mujer, que conducía, exigiéndole el último recibo del seguro obligatorio.

Por no tener al día el pago de la póliza -según explicó el municipio, versión negada por el titular-, se procedió al consabido secuestro del automóvil.

La situación tomó ribetes singulares, porque había que decidir qué se hacía con los animales, por cuanto era simple conducir el utilitario al corralón municipal donde se depositan miles de automóviles, pero no estaba claro cómo proceder con los animales, que deben ser cuidados y preservados para ser reintegrados a sus propietarios apenas estos remedien la falta asignada.

No solo no ocurrió nada de eso, sino que se entregó la llama a los perros. Literalmente.

Ubicada en una de las abandonadas jaulas del parque Independencia -donde funcionó hasta hace poco el zoológico-, el animal fue atacado por varios perros, que la destrozaron, con el agravante, si vale decirlo, de que la dejaron con vida, cargada de heridas y dolores, para que muriera dos días después.

El municipio, advirtiendo el impacto de lo sucedido, informó que iniciaría un presumario administrativo, “buscando establecer responsabilidades” en una investigación que involucra a las secretarías de Infraestructura y de Salud, y que se debería extender a la Guardia Urbana -cuya actuación también está puesta en duda- y a la asesoría letrada, que debió dar su parecer sobre las medidas que se tomaron.

No se trata (solo) de la muerte de una llama. Se trata de conductas y falencias. De proceder con seriedad ante cuestiones que exigen el parecer de entendidos, de actuar con criterios adecuados y sensatez.

Como remate de esta historia, el veterinario de la comuna señaló que el animal murió de estrés, de sufrir que los perros le quitaran un testículo y un ojo.