Y... la batería seguirá tocando en la ruta del jazz
Por Fabio Luayza / [email protected]
Daniel López no puede ocultar su amor por la música. Se le nota en cada palabra, cada entonación. Nació para esto y sus ojos brillan en el comienzo de la charla. El jazz es su vida.
Recuerda a su viejo. Se emociona al hablar de él. No se olvida de aquel regalo, a los 7 años: un redoblante, un platillo y un ton ton. Los instrumentos que marcaron su infancia, el inicio de una carrera.
"A Totó López le debo todo. Pese a que nunca fue un músico profesional, me enseñó mucho. Me retó de lo lindo, pero fue el aprendizaje más rico. Fueron hermosos momentos", señala Daniel.
Fueron las enseñanzas de una familia de músicos. Sus dos abuelas tocaban el piano, su madre cantaba, bailaba tap americano y le encantaba la música de la Madre Patria.
"Eran tiempos en que nadie imaginaba vivir de la música, como se dio en tantos casos de artistas que alcanzaron la fama casi sin proponérselo y otros que quedaron en el camino, con todo a su favor. Así es esta profesión", indica.
Claro que aquel chico creció y para él lo era todo estar al lado de su padre.
"Tenía 12 o 14 años, no más, cuando reemplacé a Néstor Rayes en la batería. Fue mi debut 'oficial'. Estaban Lalo Pirillo en piano, Abel Siracusa en trompeta, mi padre en contrabajo y yo ahí, el pibe, sin poder creerlo. Tres más Uno por el Jazz se llamada el grupo. No tengo que explicar el porqué del nombre", señala con una sonrisa cómplice.
Después, ese pibe se lo tomó en serio. Estudió con Dardo Scagnetti, a quien consideró "el mejor maestro de piano en Bahía Blanca".
Y siguió despuntando el vicio rodeado de amigos. Ahí se lo pudo ver y escuchar formando conjunto con Biafra Giménez, Danilo Grimoldi y Gabriela Rodríguez Botti, "un grupo que sonaba muy lindo en la época que nos entrábamos para hacer creaciones de Wes Montgomery".
Luego vino un cuarteto de fusión junto a Luis Silvani, Abel Gallardo y Raúl Soto, el gran amigo que aún hoy sigue acompañándolo en sus recitales, "un invitado de lujo de siempre, un tipo que le da un toque de nivel a cualquier presentación".
También le hizo el aguante a los hermanos Pedro y Pablo Giorlandini, nombres de peso en la música contemporánea de nuestra ciudad.
Al lado de los grandes
"Hace como unos 30 años o poco más, fui a ver un recital de esos monstruos del jazz nacional que son Jorge Navarro, Baby López Furst (ya fallecido), Jorge Cutello, Ricardo Salas y un baterista que no recuerdo. Bastante caradura de mi parte, los encaré y les pregunté si había alguna posibilidad de que vinieran a Bahía Blanca a tocar conmigo en el Teatro Municipal.
"Prometieron charlarlo, se comunicaron conmigo y aceptaron. Comenzar con estos grandes, a ese nivel, no podía ser cierto. Todavía no lo creo. Fue un 'conciertazo' con mucha gente. No tenía dudas que ése era el primer paso de algo importante, por lo menos para mí", reconoce.
Las visitas e intercambios se sucedieron. De Buenos Aires a Bahía y viceversa. Daniel era anfitrión e invitado en cada programación.
Además intercalaba sus funciones en la Orquesta Sinfónica Provincial de Bahía Blanca (de la que actualmente es solista adjunto) y el nacimiento de los ciclos de jazz que, desde hace 17 años, lo tienen como organizador y participante activo.
"Hoy puedo decir que esos monstruos a los que yo admiraba desde abajo del escenario, son maestros indiscutibles, compañeros de ruta y amigos de la vida. Jorge Cutello y Ricardo Lew hasta vienen a pasar días a mi casa, a disfrutar de las bondades y la tranquilidad de Pehuen Co. Y esto lo logró la música", agrega con entusiasmo.
El fruto obtenido requirió -- y lo seguirá necesitando -- del esfuerzo de quien hace lo que le gusta.
"En estos años tuve que patear la calle, remarla. Nada es fácil. Nadie te regala nada. Hay que lucharla con ayuda de amigos, de instituciones, de gente que cree en lo que hacemos como Quique Agesta, Walter Etman, Guillermo Pacheco, Carlos Spinelli, Horacio Ardito, Ana María Ayestarán y María Elena Domenech.
"Los músicos que vienen (que resulta dificultoso traerlos porque tienen una cargada agenda de shows en las principales ciudades del país, más costos de pasajes y de estadía) se asombran y destacan el esfuerzo que le pongo a esto. Es que amo lo que hago; yo más que nadie quisiera dedicarme solo a planear el recital, a ensayar y tocar allá arriba, en el escenario. Pero no puedo, esto requiere de promoción, publicidad, ir de acá para allá. Ojo, lo hago con dedicación, Este es un género de música que requiere de mayor atención y que está ganándose un lugar. Los artistas son increíbles y son nuestros".
Cuatro, dos... uno
El ciclo que empezó con cuatro fechas anuales en el Teatro Municipal, hace tres años que se quedó con dos citas y en esta temporada, apenas tendrá una (ver aparte).
"Tengo que recuperar los dos conciertos al año y sé que voy a lograrlo. Por lo pronto, que en octubre vuelvan Deborah Dixon y Angel Sucheras a la ciudad, es todo un acontecimiento. Estoy feliz", subraya.