Joaquín Acosta, otro rugbier bahiense que persigue la guinda por el mundo
Se crió pateando a las "H" del Club Argentino. Desde los siete años abraza la guinda y nada lo puede detener.
"De chico no me destacaba pero siempre fui muy sacrificado. Pienso que mientras más te gusta el deporte, más lo disfrutás y mejor te sale”, señaló Joaquín Acosta a modo de introducción.
Hoy en día forma parte de Montelimar, equipo que milita en el Federal 3 del rugby francés (cuarta categoría) y, pese a recibir algunas ofertas de categorías superiores, todavía se lo toma con calma.
"Me quedó la espina por la manera en que fuimos eliminados. Ganamos la primera fase con mucha comodidad y perdimos en 16avos un partido increíble. Si metíamos el último drop, clasificábamos y pegó en el travesaño. Fue un final de película y lo sufrí como si hubiese estado jugando en Argentino. Ahora nos reforzamos muy bien. Quiero ir por la revancha", aseguró.
--¿Cómo es el rugby francés?
--Muy parecido al argentino. Aunque nunca me pegaron tanto como allá (risas)... La gente es muy efusiva, muy pasional y en la cancha insultan a todos. Con los diarios de la ciudad, los extranjeros vivimos una relación de amor-odio.
--¿Cuándo tomaste la decisión de alejarte del país?
--Terminó un Seven en Sportiva, me agarró la locura y le dije al entrenador Stani "me quiero ir a jugar afuera".
--¿Y después?
--Se lo transmití a mi papá, que además es mi manager, subimos mi perfil a una página de reclutamiento y tuve la fortuna que Chris Mc Millan, manager de Southbridge de Nueva Zelanda, se fijó en mí. Ellos buscaban un jugador de mis características y valoraron mucho mi actitud con casi 19 años. Allá, a los Sub 21 los llaman "colts" y hacen hincapié en la formación del jugador.
Su experiencia en Oceanía
Su excursión por Nueva Zelanda se dividió en dos procesos entre el segundo semestre de 2013 y el primero de 2014.
"Cuando llegué apenas me hacía entender. El primer año entrenaba a nenes y nenas de 11 a 14 años. Al principio se reían por mis dificultades con el idioma, pero creo que, como en todos los deportes, cuando estás adentro de la cancha los códigos son los mismos. Me enseñaron mucho", dijo.
"Viví un mes en el medio del campo y después me mudé al pueblo con tres fiyianos. Muy buenas personas y mejores jugadores. Me fui haciendo mi lugar, con respeto", remarcó.
--¿En lo deportivo?
--Fuimos campeones. Me sumé un título con Southbridge (risas).
--¿Y la segunda temporada?
--Fue difícil. La familia, los amigos, la ciudad... quieras o no, te pesa. Por eso le dije a Martín Souvillé y nos fuimos juntos. Siempre con la mentalidad de formarnos. Fue de gran ayuda estar con él.
--¿Cómo se vive?
--Están locos por el deporte. Por algo le dicen la meca del rugby. Mejoré mucho mi técnica y la visión de cancha. Son pequeños detalles que suman mucho.
--A nivel experiencia, ¿con cuál te quedás?
--Fueron diferentes. Estuve en un pueblito neozelandés que transpira rugby. En Francia quizá disfruté un poco más porque llegué en un período donde ya estaba acostumbrado a estar fuera de mi casa.