La Zona del Silencio, en México, un mito para atraer a los turistas
Por Corina Canale / [email protected]
En 1970 un grupo de científicos de Estados Unidos alteró la vida de los campesinos del Bolsón de Mapimi, en el centro de la desértica altiplanicie mexicana. Venían a rescatar un misil lanzado desde Utah, en Nuevo México, que perdió el control y cayó en la antigua morada de los chichimecas.
Lo buscaron por tierra y aire, y se fueron llevando los restos del cohete y también toneladas de tierra contaminada. Nadie había visto la caída del artefacto y solo algunos pastores hablaron de una luz, que creyeron era la de una estrella fugaz. La historia pareció terminada.
Pero la gente que participó de la búsqueda ya nunca más fue la misma. En esas tres semanas vislumbraron otro mundo y se resistieron a volver a la aburrida soledad de antaño. Y con el pretexto del cohete, y la ayuda de los medios de comunicación, construyeron el mito.
Apelaron a lo que habían escuchado de los científicos, en especial a que el cohete llevaba un par de contenedores de cobalto 57, un elemento radiactivo que podía alterar la flora y la fauna. Buscaron información y concluyeron que tenían lo suficiente como para atraer a los turistas.
El relato que inventaron se centraba en que en esa zona ocurrían anomalías que impedían las transmisiones electromagnéticas, que las brújulas no encontraban el norte magnético, y culminaron con un dato contundente: por allí merodeaban extraterrestres.
Mezclaron lo verdadero y lo falso, y la polémica entre los creyentes de la ciencia y los devotos de la ficción aún divide a los pobladores. Lo cierto es que el turismo llegó a esta región desértica que comparten los estados de Durango, Chihuahua y Coahuila, donde la ciudad más importante es Torreón, que tiene unos 640 mil habitantes.
Allí habita la tortuga de Maipimi, la más grande de América del Norte, que sobrevivió a la caída del cohete, y que decidió a los gobiernos estaduales a crear una Reserva Ecológica para protegerla y también a otras especies ambientadas en ese clima desértico.
Además, aparecieron reptiles con características únicas que ayudaron a reforzar el gran relato, y zorros, coyotes, liebres y búhos que se habituaron a vivir junto a la concentración de fragmentos de aquel extraño objeto.
También cuentan que se ven luces extrañas surcando el cielo, arbustos que arden y lluvias de fuego. Y se comprobó que la Zona del Silencio se encuentra en el mismo paralelo que el Triángulo de las Bermudas, las pirámides de Giza y las sagradas ciudades del Tíbet.
Los trabajadores de la reserva nunca reportaron inconvenientes con sus radios, pero la Zona del Silencio cambió: antes estaba donde cayó el misil, y actualmente está cerca de El Tapado, donde un ingeniero de Pemex dijo que su equipo había dejado de funcionar.
Lo cierto es que los zoneros, defensores del mito, recorren la región y cuentan anécdotas mitad ciertas y mitad fantasía a los turistas. Mientras que los otros les dicen que lo único extraño allí son ellos preguntando por cosas que no ocurren.