Bahía Blanca | Jueves, 28 de marzo

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10 de marzo de 1943: comienza la corta vida del GOU

La Segunda Guerra Mundial define a sus vencedores. En la Argentina, “aliadófilos” y “germanófilos” se enfrentan abiertamente, pero sigue primando la clásica posición neutralista. Por Ricardo Julio de Titto / Especial para "La Nueva."
Farrell y Perón, dos protagonistas claves del "partido militar" que marcó una parte de la historia argentina.

A principios de 1943 todo parecía indicar que las fuerzas pro aliadas tendrían un triunfo electoral. Sin embargo, la muerte de sus dos principales figuras en el plazo de dos meses -–Agustín P. Justo, en enero y Marcelo T. de Alvear, en marzo-− desarticula el plan de quienes, dos años después (socialistas, demoprogresistas y radicales, principalmente) conformarán la Unión Democrática. La pérdida de estos liderazgos debilitó a un frente que ya tenía problemas internos: en la UCR, el sabattinismo y el grupo FORJA defendían la neutralidad sostenida por el presidente Ramón Castillo. Una fractura similar se produjo en la cgt, dirigida por afiliados socialistas, que quedó dividida en dos: la CGT Nº 1, que se reivindicaba apolítica, y la Nº 2, que propiciaba la ruptura de relaciones con el Eje.

Las presiones norteamericanas se intensificaron y Castillo consideró como posible candidato presidencial al “barón del azúcar” y conocido “pro yanqui”, el salteño Robustiano Patrón Costas. Esa posibilidad provocó inquietud en la oficialidad del Ejército que, en el marco de las influencias ideológicas tradicionales que sobre ella ejercía Alemania, y las comerciales de Inglaterra, expresó que el país debía mantener su neutralidad. El 17 de noviembre de 1942, el general de división Pedro Pablo P. Ramírez ocupa la cartera de Guerra. En los cuarteles, una generación de oficiales con mando de tropa estaba gestando, entretanto, una nueva logia político-militar que inicialmente se llamará Grupo Obra de Unificación, pero será más conocida después como Grupo de Oficiales Unidos. La sigla era la misma: el GOU.

Ramírez nombra secretario privado a su yerno, un joven capitán que ejercerá influencia a la hora de producir pases y nombramientos; Filippi es el último eslabón del cuerpo directivo del GOU. A la cabeza de la logia hay tres coroneles, todos ellos de infantería, Miguel Montes, Juan Perón y Emilio Ramírez. Declamativamente, el GOU gira en torno a la defensa pública del Ejército, el Servicio Militar, los mandos, los cuadros, la jerarquía y la lucha contra el comunismo. No será larga su existencia: se funda el 10 de marzo de 1943, comienza a actuar en mayo y se disuelve en enero del año siguiente.

Cuando la balanza de la guerra se inclinó hacia Estados Unidos y Castillo expresó que “el próximo presidente” sería su favorito Patrón Costas, el Ejército, convertido en guardián de la posición neutralista, se inclinó por dar un golpe de Estado: derroca a Castillo y Pedro Ramírez asume la Presidencia. La proclama lanzada el 4 de junio de 1943 denunciaba la venalidad, el fraude y la corrupción, y prometía orden, honestidad y neutralidad.

El descrédito social de la “partidocracia” favorecía una salida que, según sus voceros –como el arco nacionalista y la jerarquía católica−, garantizaba la moral republicana, el ejercicio de las buenas costumbres y el combate a la corrupción en el Estado. El perfil nacionalista y militarista del GOU quedó plasmado en sus documentos, publicados por Robert Potash en Perón y el GOU. Los documentos de una logia secreta. En la “Noticia Nº 2” de su Boletín de Propaganda, de circulación estrictamente restringida, se afirma: “Es cada vez más alarmante la situación de corrupción social a que está llegando el país; se trata de un pavoroso problema que es urgente estudiar a fondo, para encontrarle la solución que nos ha de volver a la tranquilidad de espíritu necesaria para comprender que la República Argentina es un país soberano, de orden, de legalidad y justicia. (...) El Ejército, que aún no está contaminado con aquella enfermedad, ha encontrado la vacuna inmunizadora que nos ha de salvar de la calamidad. El veneno aliancista de una conjunción pseudo democracia (sic), vulgo reunión de elementos comunizantes con los políticos incondicionales al servicio de judaísmos, tiene su antídoto; la Institución Armada, que si bien no debe actuar en la política interna, tiene la obligación de observar una aptitud vigilante, para, llegado el caso, cortar de raíz el mal”.

El 10 de julio, el GOU publicó un plan para su funcionamiento. En el parágrafo La obra a realizar destaca: a) Comenzar por unir a todos los jefes y oficiales afectos a la idea básica de salvar al Ejército (…). Inculcar una única doctrina y animar al cuerpo de una absoluta unidad de acción; b) Individualizar a los jefes y oficiales que no comparten por diversas causas nuestra manera de pensar y obrar, para anular su acción presente y destruir su probable proceder futuro (…). d) Extender nuestra doctrina hasta conseguir inculcarla en todo el Ejército. Los mecanismos para asociar a nuevos militares también se especificaban, y se enunciaba un programa de acción: “Todo trabajo previo y de preparación deberá ser verbal y solo se les entregará la parte escrita cuando decididamente sea uno de los nuestros”.

En Poder militar y sociedad política en la Argentina, Alain Rouquié traza una pintura del nuevo régimen: “Ramírez y su Estado Mayor debían pensar que se gobierna un país como se dirige un cuartel, a base de órdenes y severas revistas. El Estado-Guarnición pretendía regentearlo todo, desde el largo del cabello hasta la menor actividad. El contenido de los diarios, la actuación de los sindicatos, el vocabulario de los locutores de radio... Su vigilancia paternal no pasaba nada por alto”. Rogelio García Lupo, por su lado, caracteriza al grupo en “La rebelión de los coroneles”: “El GOU no fue una logia nazi, como se dice. El grupo directivo del GOU tenía, en cambio, una confianza ilimitada en la escuela geopolítica de Karl Haushofer, cuya doctrina, si bien fue aceptada por Hitler, también tuvo importantes teóricos en Gran Bretaña y en Estados Unidos”.

A comienzos de 1944 estalla un escándalo que supone espionaje del Eje en el país y Ramírez firma un decreto de ruptura de relaciones con Alemania y Japón que conmociona a los medios castrenses. Acosado por las críticas de los neutralistas, Ramírez delega el mando el 24 de febrero a Edelmiro Farrell y renuncia el 9 de marzo. Poco antes, a fines de febrero, el GOU se había disuelto. Un verdadero “partido militar” se hizo del poder en ese período. Aunque se aseguraba que no había jefes y que el funcionamiento era “colegiado”, las decisiones –como la redacción de los documentos– las tomaban no más de cinco oficiales. El coronel Perón era uno de ellos.