Bahía Blanca | Miércoles, 25 de junio

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Verano de 1680: se funda la Colonia más disputada

Por Ricardo de Titto / Especial para "La Nueva."
Colonia, el territorio que enfrentó a portugueses y españoles, hoy es una joya turística.

Algunas imprecisiones del Tratado de Tordesillas de 1494, que estipulaba los límites en América entre el imperio español y el portugués, facilitaban a los portugueses reclamos en la estratégica región, boca de grandes ríos navegables en buena parte de su curso, como el Paraná, el Paraguay y el Uruguay. De allí que su costa –-o banda-- oriental se convirtiera en terreno de disputa para las coronas portuguesa y española.

A finales de 1679, desde Río de Janeiro, los portugueses avanzaron hacia el sur con una pequeña flota y 400 soldados hasta fundar la Nova Colônia do Santissimo Sacramento. Fue el primer asentamiento europeo y la primera −y es, por tanto, la más antigua− ciudad en lo que hoy es territorio del Uruguay y fijó así su presunta jurisdicción sobre la zona. Las disputas por Colonia se hicieron crónicas con posesiones de unos y otros –españoles y portugueses--, luchas, desalojos forzosos y sucesivos tratados. El primero de ellos, organizado por el gobernador de Buenos Aires, terminó con el asalto de Colonia en agosto de 1680 cuando se la rebautizó como Fuerte del Rosario. Para apreciar la importancia que los españoles dieron a la locación basta mencionar que la fuerza organizada reunió milicias locales, del Paraguay y de Tucumán, totalizando casi 500 soldados a los que se sumaron cerca de 3.000 indígenas -–la mitad de ellos a caballo-- trasladados desde las misiones jesuíticas.

Por un tratado, en 1681 Colonia fue devuelta a Portugal y ese acuerdo se renovó en 1713. Bajo soberanía portuguesa Colonia se convirtió en un foco de contrabando portugués y británico hacia las posesiones españolas. Ampliando su presencia, el 22 de enero de 1724 el maestre de campo portugués don Manuel de Freytas Fonseca fundó el fuerte de Montevidéu. Molestos con el avance, en enero de 1724, los españoles de Buenos Aires desplazaron a los portugueses y el rey español Felipe V encargó al gobernador de Buenos Aires fortificar la plaza en 1726. El pretexto era “controlar el contrabando”; el objetivo, dominar ambas márgenes del estuario.

Pero la disputa continuó como una larga novela de localidades que escribían su propia historia. En 1750 se firmó el tratado de Madrid por el cual España se quedaría con Colonia del Sacramento, pero cedía a los portugueses las reducciones jesuíticas -–que, en rigor, eran parte del “imperio jesuita”-- llamadas Los Siete Pueblos de las Misiones o Misiones Orientales, ubicadas en el actual Rio Grande do Sul del Brasil y con influencias sobre las amplias estancias jesuíticas ubicadas en el actual noroeste del Uruguay. La entrada de España en la Guerra de los Siete Años (1762) interrumpió las conversaciones, pero Pedro de Cevallos, a nombre del rey de España, ocupó de nuevo Colonia. Como si la ciudad estuviera predestinada al cambio, otra vez, por el Tratado de París de 1763 se determinó el retorno a Portugal.

Pero no terminó allí la historia. Al fundarse el Virreinato del Río de la Plata, su primer virrey, Pedro de Cevallos, encabezó una segunda y poderosa expedición con 80 buques y 9.000 hombres que tomaron Colonia. La nueva posesión fue refrendada por un nuevo tratado, el de San Ildefonso, firmado en 1777, por el que la frontera hispano-portuguesa se estableció en el río Negro, quedando España en poder de la mitad sur del actual Uruguay. Durante el intento de invasión inglesa al Plata, en 1807, los británicos se asentaron allí por un tiempo y, desalojados, desde septiembre de ese año volvió a integrar la gobernación de Buenos Aires.

Tras adherir a la Revolución de Mayo, Colonia –-o “la Colonia”-- continuaría viviendo las vicisitudes políticas de la región. Integró la Liga de los Pueblos Libres o Liga Federal comandada por José Artigas hasta que, en 1818, otra vez fue ocupada por Portugal, que había invadido la región dos años antes para crear su “Provincia Cisplatina” (de “más acá del Plata”).

Un nuevo y definitivo episodio transcurrió entre 1825 y 1828. Esta vez se enfrentaron las fuerzas republicanas de las Provincias Unidas del Río de la Plata con las del imperio brasileño recién creado: la Guerra con el Brasil, que culminó con la definitiva escisión de la República Oriental del Uruguay.

La fundación original de Colonia no tiene fecha precisa. Tras algunos movimientos y desembarcos –tomando posesión de la isla de San Gabriel−, se estima que se concretó durante la última semana de enero de 1680 cuando se instalaron los 18 cañones que llevaba la expedición y se bajaron los elementos de labranza imprescindibles para el laboreo. El primer documento emitido en el lugar está fechado el 25 de febrero, cuando el maestre de campo Manuel Lobo, gobernador de la capitanía de Río de Janeiro, redactó una carta a la Cámara (cabildo) de San Pablo solicitando refuerzos y víveres: en ella resaltó el hecho de que la población se situaba enfrente justo de Buenos Aires. La ubicación no es de modo alguno casual: Colonia será, por mucho tiempo, un centro del contrabando inglés y portugués y un puerto alternativo para comerciar con Buenos Aires. Llegaban allí productos brasileños, como azúcar, tabaco y algodón, manufacturas europeas y, además, esclavos capturados en Africa: Buenos Aires ofrecía a cambio nada menos que la plata del Alto Perú --el Potosí estaba en pleno desarrollo-- y un enorme hinterland.

De esta historia tan curiosa resulta una realidad turística única en la región del Plata: el barrio histórico de Colonia fue declarado Patrimonio de la Humanidad en 1995 porque su casco, de 12 hectáreas, resume como ningún otro pueblo la fusión de los estilos arquitectónicos y urbanísticos portugués, español y poscolonial. El plano es de origen portugués y contrasta con el estándar que prescribía la ley española para las Indias Occidentales, con ciudades trazadas en damero y amplias calles: por el contrario, sus angostas calles de piedra resaltan su tradición militar. Aún hoy recorrer aquellos antiguos –y bellos− empedrados permite respirar esta historia.