Bahía Blanca | Domingo, 10 de agosto

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Una carta que se hará famosa

San Martín y Pueyrredón eran amigos íntimos y, además, integrantes ambos de la Logia Lautaro. En la correspondencia entre ambos sobresale ese trato muy cercano, de absoluta confianza mutua. Por Ricardo De Titto.
San Martín y Pueyrredón tenían una amistad consolidada, por eso había absoluta confianza entre ambos.

El 3 de mayo de 1816 los congresales reunidos en Tucumán eligen a Juan Martín de Pueyrredón como nuevo Director Supremo. Para ello hubo dos apoyos decisivos, el de San Martín, desde Mendoza −donde entrena y arma al Ejército de los Andes− y el del salteño Martín Miguel de Güemes, cuya posición fue decisiva, porque de él dependía la defensa de la frontera norte. El nuevo director viaja a Salta y Jujuy pocos días después y constata la situación calamitosa del Ejército Auxiliar: ordena un repliegue hacia Tucumán y confirma a Güemes como dueño del teatro de operaciones.

El 9 de julio, en la capital tucumana, se jura la independencia. La declaración es, de hecho, una declaración de guerra al estado español. Tres días después Pueyrredón llega Córdoba para reunirse con San Martín. Durante una semana precisan la estrategia de la guerra continental. Tienen informes de que Bolívar, desde el otro extremo de América de Sur, comenzará también su epopeya hacia Lima, la gran sede de los realistas.

Comienza entonces una carrera contra el tiempo para organizar al Ejército que cruzará los Andes para liberar Chile: lograr su abastecimiento y financiación en los plazos requeridos es imprescindible. El cruce debe hacerse durante el siguiente verano o se pierde un año precioso. El nuevo mapa político, con las Provincias Unidas independientes y un Director Supremo aceptado por todos (a excepción de la disidencia federal del Litoral) permite encarar negociaciones con respaldo. Por eso la satisfacción del Libertador: “Mi viaje a Córdoba --escribe San Martín-- y mi entrevista con Pueyrredón han sido del mayor interés a la causa y creo que ya se procederá en todo sin estar sujetos a oscilaciones políticas que tanto nos han perjudicado”.

La seguridad proviene de que en esa reunión se ha reactivado la Logia Lautaro, antes manejada por “el niño” Carlos de Alvear. El nombre de la logia no es casual: refiere a un cacique araucano. En efecto, Lautaro “es una palabra intencionadamente simbólica y masónica, dice Vicente Fidel López, cuyo significado específico no era ‘guerra a España’ sino ‘expedición a Chile’, secreto que solo se revelaba a los iniciados”.

El gobierno directorial de Pueyrredón es un intento por conciliar los diversos intereses: preservar la jefatura política porteña, atender a las demandas de las provincias y dar respuesta al tema decisivo, la campaña libertadora que prepara San Martín en Mendoza. Pero solo pudo dar respuesta a esta última cuestión: para los otros dos resultó un intento tardío. De hecho, en sus casi tres años de gobierno --Pueyrredón fue el primer gobierno que “casi” termina su mandato-- muchos esfuerzos se derivaron a las luchas internas contra el artiguismo.

Pero el compromiso de Pueyrredón con la causa americana era serio. Desde Buenos Aires envió diplomáticos y comerciantes a Estados Unidos para conseguir armas; armó corsarios --como Brown y Bouchard-- para guerrear a los españoles en los mares del mundo y, por fin, se ganó el odio de buena parte de la burguesía porteña a la que sometió a gravámenes e impuestos extraordinarios para recaudar fondos. Su misiva al Libertador del 2 de noviembre, expresa de modo significativo ese compromiso con la campaña sanmartiniana y la rapidez con que encaró su tarea.

“A más de las cuatrocientas frazadas remitidas de Córdoba –detalla−, van ahora quinientos ponchos, únicos que se han podido encontrar; están con repetición libradas órdenes a Córdoba para que se compren las que faltan al completo, librando su costo contra estas cajas.

“Está dada la orden más terminante al gobernador intendente para que haga regresar todos los arreos de mulas de esa ciudad y de la de San Juan; cuidaré su cumplimiento.

“[...] Está dada la orden para que se remitan a usted las mil arrobas de charqui que me pide para mediados de diciembre; se hará.

“Van todos los vestuarios pedidos y muchas más camisas. Si por casualidad faltasen de Córdoba en remitir las frazadas, toque usted el arbitrio de un donativo de frazadas, ponchos o mantas viejas de ese vecindario y el de San Juan; no hay casa que no pueda desprenderse sin perjuicio de una manta vieja, es menester pordiosear cuando no hay otro remedio.

“Van cuatrocientos recados.

“Van hoy por el correo en un cajoncito los dos únicos clarines que se han encontrado.

“En enero de este año se han remitido a usted 1.389 arrobas de charqui.

“Van doscientos sables de repuesto que me pidió.

“Van doscientas tiendas de campaña o pabellones, y no hay más. Va el mundo.

“Va el demonio. Va la carne. Y no sé yo cómo me irá con las trampas en que quedo para pagarlo todo a bien que, en quebrando, cancelo cuentas con todos y me voy yo también para que usted me dé algo del charqui que le mando y ¡carajo! No me vuelva a pedir más, si no quiere recibir la noticia de que he amanecido ahorcado en un tirante de la Fortaleza”.

Para financiar la empresa, San Martín extrae fondos de las arcas de los comerciantes de la región. Para ello modifica el régimen tributario de la gobernación e impone un impuesto directo sobre los capitales y el consumo de carne.

Alienta a que se realicen todo tipo de donaciones ya que casi todo es útil y toma medidas drásticas, como la disminución de sueldos para los empleados públicos. Su esposa logra movilizar a las damas cuyanas y, la noche de Reyes entregan un obsequio: el Ejército de los Andes tiene su bandera blanquiceleste con su escudo bordado con hebras doradas.

En enero de 1817 el general español José de la Serna --“conde de los Andes”-- penetra en Jujuy pero San Martín confía que las guerrillas de Güemes lo mantendrán contenido. No se equivoca. Durante todo el año habrá avances y repliegues, desde Humahuaca hasta Tucumán pero La Serna --que pensaba llegar a Buenos Aires en mayo-- no pasó nunca de allí. La tarea de Güemes es inteligente e impecable. El extraordinario trípode político-militar funciona a la perfección: Pueyrredón en buenos Aires, Güemes en Salta-Jujuy y San Martín en Cuyo.

Ahora falta lo más difícil: ir a Chile y, de allí, al Perú. Se hará.