Bahía Blanca | Viernes, 18 de julio

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"Manu", con casi 37 años, responde de la misma manera que cuando tenía 20 años

El valor de los que superan al tiempo.

Por Fernando Rodríguez / ferodrí[email protected]

“Tengo los ojos así (se los abrió con los dedos) y una sonrisa por dentro que me muero. Tengo una confianza ciega. Volcar una pelota es una satisfacción muy grande”, respondió Manu a la pregunta "¿qué sentís cuando vas volando hacia el cesto para enterrarla?".

Unos días después, puntualmente el sábado 28 de marzo del 98, jugó con Estudiantes un amistoso frente a Quilmes, en Bahiense. Iban 2m22, penetró en el cesto de la entrada, voló por encima de Diego Cavaco, lo desestabilizaron en el aire y golpeó de espaldas, con la cabeza. ¿Diagnóstico? Traumatismo de cráneo, con pérdida de conocimiento.

-¿Podrás seguir sintiendo lo mismo?

-Seguro. Hasta que la volqué fue hermoso, sentí la misma sensación de siempre. Fue una caída que puede sufrir cualquiera. Pero la sensación de haber volcado esa pelota y terminar el partido con una acción así fue muy linda.

Todavía recostado en la cama de la habitación 119 del Hospital Privado del Sur, su respuesta la mañana siguiente me movilizó. No obstante, a esa altura, uno bien podía imaginar que se trataba de la inconsciencia de un pibe de 20 años. Era comprensible.

Ahora bien, en otro contexto, San Antonio ganaba 40 a 35 el segundo cuarto del quinto partido contra Miami, por las finales de la NBA. Manu, a los 36 años (cumplirá 37 el 28 de julio), corrió por la derecha, su mejor perfil, y encaró a Ray Allen, que le abrió camino ante su embestida al cesto.

Chris Bosh lo midió e intentó taparlo arriba, aunque estuvo a punto de dejar su cabeza dibujada en el cesto.

“Le había prometido a mis compañeros que no lo iba a intentar más, pero salté y me sentí muy bien”, dijo Manu, respecto de la que fue considera mejor jugada de las finales.

Ya pasó una semana de esa acción y de que consiguió su cuarto título de la NBA. También transcurrieron poco más de 24 horas de su confirmación en la Copa del Mundo. Todo muy fresco. Todo generado por él mismo. Nadie le regaló nada. Nunca. Al contrario, nos acostumbró a que cada día le pidamos más. Y él siempre responde. Es su esencia.

En poco más de dos meses los argentinos nos consideraremos con derecho a exigirle, al menos, podio en España. ¡Una locura!

Y cuando empiece su decimotercera temporada de NBA tendrá que luchar con la exigencia de defender el título y con la "decadencia" que, por lo general, sufren los deportistas a su edad.

Cada oportunidad que se le presenta parece la última. Y aunque se trata de un elegido y ya se encargó de demostrarnos que a los 36 años puede responder como a los 20, no seamos injustos. Ya es tiempo de empezar a agradecerle.

¿Qué más vamos a pedirle...?