Bahía Blanca | Miércoles, 16 de julio

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Ezequiel Martínez Estrada, una vida sostenida en lo ético y lo social

Premisa. La Fundación permite conservar materiales preciosos para los investigadores. El libro de Christian Ferrer que aquí se anticipa demuestra la vigencia del escritor.
A medio siglo de su muerte, Ezequiel Martínez Estrada sigue vigente tanto con su obra como con sus convicciones. En Bahía Blanca, la tarea de la fundación que le rinde tributo no claudica.

Nidia Burgos / Especial para “La Nueva.”

El martes próximo se cumplirán 50 años de la muerte de Ezequiel Martínez Estrada y cabe preguntarse si es posible hacer un balance de una vida tan fecunda (1895-1964), que en 69 años produjo casi 60 obras, algunas de la magnitud de Radiografía de la pampa, Muerte y transfiguración de Martín Fierro, Sarmiento, Los invariantes históricos del Facundo, Paganini, El mundo maravilloso de Guillermo Enrique Hudson, Diferencias y semejanzas entre los países de América Latina, Martí, etcétera.

En ocasión de cumplirse en 2013 el 80º aniversario de la publicación de Radiografía de la pampa y el 50º aniversario de las obras del ciclo cubano: En Cuba y al servicio de la Revolución Cubana y El verdadero cuento del Tío Sam con dibujos de Siné en español, inglés, francés y portugués, realizamos el Tercer Congreso Internacional sobre la vida y la obra de nuestro escritor, que ya había tenido dos ediciones, una en 1993 recordando su mentada Radiografía y el segundo en 1995 con motivo del centenario de su nacimiento y el de su esposa, Agustina Morriconi.

En un país con una sociedad desigual y compleja, con una identidad fragmentada por las crisis calendáricas que nos afectan a los argentinos, la persistencia y vocación de servicio con que fue creada la Fundación Ezequiel Martínez Estrada no claudica. Esta entidad, por voluntad de su creadora, la esposa de Martínez Estrada, tiene destinado de modo permanente su patrimonio a la realización de actividades culturales y educativas sin fines de lucro bajo la advocación de don Ezequiel, y cuyo beneficiario es la sociedad toda.

La Fundación conserva adecuadamente la casa museo de Avenida Alem 908, la chacra de Goyena (el Rancheli, como el gustaba llamarla) el archivo, los recuerdos y los textos de don Ezequiel. Se ha logrado microfilmar —por un convenio con la Biblioteca Nacional— gran parte de su archivo, lo que ha permitido reeditar la mayoría de sus libros y editar otros nuevos como Filosofía del ajedrez, ordenación y reconstrucción textual de Teresa Alfieri, 2008; Cartas de una hermandad. Leopoldo Lugones, Horacio Quiroga, Ezequiel Martínez Estrada, Luis Franco, Samuel Glusberg, compilación y prólogo de Horacio Tarcus, 2009; o Títeres de pies ligeros, una reedición a 80 años de la primera, Interzona, 2011, o Coplas de ciego con la inclusión de coplas inéditas, ambos con estudios preliminares de quien escribe este artículo; Trapalanda. 1932-1935, edición facsimilar de la revista dirigida por Enrique Espinoza y Martínez Estrada, 2012, Epistolario, la correspondencia entre Martínez Estrada y Victoria Ocampo, 2013, ambos con prólogos de Christian Ferrer y una novela inédita, inconclusa, que estaba absolutamente fragmentada que bajo el título Conspiración en el país de Tata Batata, recientemente publicada por Interzona.

Acaba de aparecer una monumental biografía de don Ezequiel de 619 páginas, escrita por Christian Ferrer. Este libro, La amargura metódica. Vida y obra de Ezequiel Martínez Estrada, editada por Sudamericana, consta de 41 capítulos de diversa extensión, un colofón, una coda y una lista de obras del autor en primeras ediciones, reediciones, traducciones y antologías y la lista de libros publicados póstumamente, para concluir con un extenso reconocimiento a personas e instituciones que le permitieron hacer este rastreo minucioso y extenso; porque Ferrer lleva años acopiando todos los textos de don Ezequiel que estaban dispersos en publicaciones argentinas y extranjeras. Ha adquirido material en Cuba, en México, y ha rastreado profundamente el campo social e intelectual en que se desenvolvió la vida de nuestro escritor. El libro es un vasto compendio de la historia intelectual del siglo XX. No faltan los detalles de la polémica que suscitó Manuel Gálvez cuando no fue premiado en 1932 y Martínez Estrada recibió el Primer Premio Nacional de Literatura por Títeres de pies ligeros y Humoresca. Esos detalles no llevan a Christian Ferrer a conformarse con simplemente contar los hechos y analizar conductas, sino también va evaluando la obra de nuestro autor y uno no puede menos que coincidir con él cuando juzga su poesía, por lo menos la que escribió hasta sus 34 años como “poesía a destiempo, también temáticamente, pues las ráfagas rapsódicas en loor del antiguo mundo pagano, difícilmente entusiasmaran a quienes ya estaban prestando oídos a poemas para ser leídos en el tranvía” (página 32) y si uno considera en un principio como excesivo que titule la biografía La amargura metódica, debe ya, al promediar el libro y haber considerado el material enorme que el biógrafo dispone a nuestra consideración: cartas, citas de ensayos, entrevistas, memorias propias y ajenas, que evidentemente es muy agudo su juicio cuando establece que desde muy joven “la anímica peculiar de Martínez Estrada, siempre en péndulo entre el momentáneo ímpetu que se empantana en vastos desasosiegos y el vigor exaltado —de inmediato transmutado en pena decididamente funesta—, lo que no excluye la vuelta de tuerca irónica, aunque más a menudo el regusto amargo, ya estaba desplegada por completo”.

La prosa incisiva, cuidadosa y soberbia de Ferrer define con acuidad al “Hermano” Quiroga: “áspero, sincero, descreído, demente y bello” Dice más adelante de Radiografía de la pampa: “No era un libro, era una zarza ardiente”, pero no se queda en asertos preciosistas sino que medulosamente lo analiza y define “Es un libro agobiante, que va contrayéndose en círculos cerrados, cada vez más vigorosos, hasta dejar al lector sin respiro y sin ánimo de creer”(página 85).

Ferrer recorre cada uno de sus libros, también sus obras truncas y sus obsesiones: las paradojas, las ejecuciones de Paganini, sus aficiones y pasatiempos. Nada de lo que ingresó en su vida queda fuera de este estudio. Lo importante es que Ferrer va poniendo al día las reflexiones de Ezequiel Martínez Estrada sobre el país, el libro entonces cobra potencia, crece en nuestras manos, uno lo va devorando, es imposible dejarlo, reclama atención con avidez, porque informa, compara, analiza, hunde el escalpelo en la realidad, tal como en su tiempo lo hizo Martínez Estrada. Considero que esta enjundiosa biografía, trasciende largamente al biografiado, es un análisis sociopolítico y ético de la Argentina contemporánea.

La niñez en Goyena, el adiós en Bahía Blanca

Ezequiel Martínez Estrada nació en San José de la Esquina, Santa Fe, el 14 de septiembre de 1895, y murió en Bahía Blanca el 4 de noviembre de 1964. Recibió dos veces el Premio Nacional de Literatura, en 1933 por su obra poética y en 1937 por el ensayo Radiografía de la Pampa. Fue presidente de la Sociedad Argentina de Escritores de 1933 a 1934 y de 1942 a 1946.

Parte de su infancia la vivió en Goyena, partido de Saavedra, donde su padre abrió un almacén de ramos generales. En 1907, viajó a Buenos Aires, estudió en el Colegio Avellaneda y fue empleado del Correo Central de Buenos Aires. Publicó seis libros de poesía entre 1918 y 1929.

En 1921 se casó con Agustina Morriconi, una artista plástica. Dictó clases en el Colegio Nacional de la Universidad Nacional de La Plata. Allí tuvo de alumno a René Favaloro, con quien formó una larga amistad.

En 1949 se radicó en Bahía Blanca, en la casa de la avenida Alem 908. Durante el gobierno de Perón Martínez Estrada padeció neurodermatitis melánica, enfermedad psicosomática que lo postró. Perdido en el olvido, sólo se ocupó de él la notable escritora Victoria Ocampo.

Tras una gradual recuperación, en 1956 fue nombrado profesor extraordinario en la Universidad Nacional del Sur, y en 1957 asumió la presidencia de la Liga Argentina por los Derechos del Hombre. En 1959, Martínez Estrada viajó a Chile, a la Conferencia de Paz en Viena y a México, donde fue docente del Instituto de Ciencias Políticas en la Universidad Nacional Autónoma .

Desde septiembre de 1960 a noviembre de 1962 dirigió el Centro de Estudios Latinoamericanos de la Casa de las Américas en La Habana, donde investigó la obra de José Martí y editó dos libros de discursos de Fidel Castro. Tras un paso por México, regresó a Bahía Blanca.

De puño y letra

La esperanza

"Yo espero que algún día, si el mundo no es destruido por la ciega codicia de los plutócratas y los tecnólogos, o embrutecido planificada y científicamente a tal grado que sería preferible su aniquilamiento a su supervivencia en la infamia, espero que algún día, repito, mi obra será leída y juzgada con equidad, ante todo como la producción de un artista y un pensador. Espero que esto ocurra, no cuando mi país y el pueblo recuperen el uso del buen sentido del bien y del mal y el hábito de la moral corriente, sino cuando se cree en América Latina una conciencia propia de lo que somos".

(*) Nidia Burgos es doctora en Letras, profesora titular de Literatura de la UNS y directora de la editorial de la Universidad Nacional del Sur (EdiUNS). Integra el consejo administrativo de la Fundación Martínez Estrada.