Bahía Blanca | Miércoles, 16 de julio

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Liza Porcelli Piussi, un canto al cuento

textos Héctor Ricardo Aure [email protected] fotos Sebastián Cortés dcorté[email protected] Por Ricardo Aure / [email protected]

A veces se brota, otras florece; se teme caduca y se sueña perenne.

Es un olmo al que le encanta dar peras.

Ya no deshoja margaritas, las prefiere enteras, la quieran o no la quieran.

Es psicóloga pero debió ser veterinaria.

Es un aluvión de palabras. Habla tan rápido como escribe, tanto que desde 2010 ha publicado 11 libros que pronto serán 16.

De puerto en puerto. Nació en Buenos Aires, creció en Bahía y se volvió. Es de aquí, de allá y de más allá.

Es Liza Porcelli Piussi.

Es escritora. Y es feliz.

***

Volvió por un rato para despedir el año viejo y para recibir el nuevo en su casa paterna, entre sus perros y sus árboles, envuelta en el amor de sus sobrinos. El mayor de ellos, Arturo, al que le ha dedicado muchos libros, y que pronto será el personaje de otro, en el umbral de sus 11 años le pide que se quede para el día de su cumpleaños.

-Dale... daaale...

-No puedo, tengo que trabajar –se excusa la tía mientras trata de resolver cómo hará para volverse a su departamento de Villa Crespo con “Antonio Berni”, el perrito que acaba de adoptar, y con el que pudo venir a Bahía gracias a un amigo que la trajo en auto.

“Berni”, que disfruta más que su ama de la inmensidad verde de la quinta de los Porcelli Piussi, ha sobrevivido a las emergencias de las calles porteñas y Liza lo ha llamado como el famoso pintor rosarino, justamente “para que tenga una vida más pintoresca”.

Pero Liza tiene cinco libros por delante, dos de ellos con la consagrada Silvia Schujer (Más letras que no sé y Miedos sueltos, gallinas enjauladas), y la megaurbe la espera. No será su lugar en el mundo, porque aspira a un futuro con más espacio y naturaleza, pero, como Dios atiende en Buenos Aires, ella sigue en la sala de espera.

En esa sofocante Buenos Aires de los cortes de luz, de las calles cortadas, del apuro, de las horas de viaje en subte y colectivo y de largas colas, Liza anda en bicicleta y mantiene al estrés y al consumismo a distancia.

Y gracias a su perseverancia-paciencia-elocuencia, en esa sala de espera la buscan las editoriales o la convoca una escritora de la talla de Silvia Schujer para compartir obras. Su tiempo allí valió y vale para eso.

¿Los contratos generan presiones y condicionamientos a la creatividad?

No. La mayoría de los contratos han sido sobre obras ya creadas. Los que me condicionan son ciertos pedidos para manuales que deben llegar a chicos de todo el país. En esos casos, los cuentos deben ser muy cuidados e inclusivos.

¿Alcanzan las palabras para expresar todo lo que se siente?

Hasta ahora sí, aunque también quedan guardadas muchas historias que contar.

¿Y qué debe pasar para que sean contadas?

Que se aplaquen los mundos interiores, los sentimientos que las sostienen, y que maduren. Bien pueden quedar para otra etapa de mi vida, en la que pueda contar más historias para adultos que por ahora no cuento, pero que finalmente saldrán de mí. Todavía siento mucha creatividad dirigiéndome a los chicos. Mi cabeza es aún tierra fértil para llegar a un lector joven.

¿Tanta creatividad puede venir de muy lejos, como de vidas pasadas?

Creo en esas cuestiones pero no lo he pensado así. Siempre armé historias, incluso cuando todavía no sabía que sería una escritora. De chica me imaginaba escribiendo cartas a pedido y hablaba mucho sola elucubrando supuestos, desarrollando equívocos de esos que duran segundos en lo visible, pero que sin que nadie lo diga dispararon relatos en un mundo paralelo. Por ejemplo... te ve llegar tu novio con una valija a su casa y, en cuestión de segundos, revisa toda su historia sentimental, sus proyectos y sus miedos hasta llegar a su propia madre y sus fracasos amorosos (siempre pensando en cómo te va a decir sin lastimarte que no está listo para mudarse juntos) y de repente vos abrís la valija lo más contenta para mostrarle los vestidos nuevos que vas a empezar a vender entre tus conocidas... Siempre me causaron fascinación esas historias paralelas que quedan sin existir, pero que, en algún lugar, existieron.

* * *

Hija de psicólogos, Liza nació el 24 de septiembre de 1977, en Buenos Aires. A los 2 años sus padres la trajeron a Bahía Blanca.

Primero vivió en 19 de Mayo y San Salvador (en abril se publicará Los de Godoy, una novela que se desarrolla en esa cortada, muy cerca del entubado del arroyo Napostá), y a los 8 años se mudó a Roca al 400.

Fue alumna de la Escuela Nº7 y para el secundario eligió el Ciclo Básico con la idea de continuar en la Escuela de Agricultura y Ganadería, muy decidida a ser veterinaria. Cuando cambió por Psicología hizo cuarto año en el Colegio Güemes y rindió libre al quinto porque se aburría, quería andar a caballo y tener todo el tiempo para aquello que le iba a negar Buenos Aires.

Se fue a los 18 años, pero no ingresó en Psicología sino en Sociología, como parte de un pequeño engaño (“Necesitaba hacerme sola en la capital, en vez de irme a Mar del Plata donde estaba mi hermana y donde yo volvería a ser 'la hermana de'. Allí se dictaba Psicología pero no Sociología”).

Viajó varias veces a Canadá, donde profundizó sus estudios de inglés e hizo parte de Psicología. Para entonces ya había dejado Sociología.

Recibida en 2001, ejerció muy poco tiempo y ya no le interesa continuar con esa profesión.

Entonces, ¿por qué psicología?

Por una fuerte influencia familiar y porque me interesan las relaciones humanas y sus intimidades. La psicología requiere de una enorme responsabilidad y, creo yo, de mucho amor por las personas y su sufrimiento. Es mucho más que una carrera académica. Yo estaba enojada y preocupada desde chica con lo que el ser humano le hacía a la naturaleza. Y pensaba que eran los animales los que merecían mi trabajo y devoción. Luego me convencí de que, quizá, siendo psicóloga podría cambiar a la gente. Pero no puedo cuestionarle al paciente si recicla sus envases y si le parece bien el tapado de piel que lleva puesto cuando viene a la consulta por un problema de pareja.

¿Y a quién puede cambiar ahora?

Ya no quiero cambiar a nadie. Quiero, en todo caso, dar un buen ejemplo de amor por la Tierra y su vida natural y que cada uno decida. Creo que hubiera sido más feliz siendo veterinaria, pero la carrera académica y “familiar” me ha resultado muy valiosa para mi perspectiva intimista al escribir.

¿Cuál fue la reacción paterna cuando la psicóloga decidió ser escritora?

Hubo tiempos difíciles. A mi familia le costó entender que yo estaba haciendo algo que nada tenía que ver con lo estudiado. Hice trabajos “variopintos” hasta que la decisión de dejar todo y escribir maduró en mí. Luego imaginate que llamás a tu hija a Buenos Aires y te dice que está trabajando, es decir escribiendo una obra que alguien algún día iba a querer pero en la que, momentáneamente, sólo ella (yo) creía. También fue duro porque al mismo tiempo tenía que ganarme la vida. Trabajé mucho con extranjeros, dando clases de castellano, para lo que paralelamente me formé. Sabía que algún día iba a poder vivir de lo que quería. Creo que todo cambió cuando mis padres vieron publicado el primer libro.

* * *

Desde chica asumió que lo que cuesta se valora más y hoy, que vive de lo que escribe, agradece ese privilegio cada mañana cuando se levanta a la hora que su cuerpo requiere. Además, no necesita vacaciones porque hace lo que le gusta, no tiene que correr hasta una oficina ni apretujarse en un colectivo.

No tiene casa, ni auto ni otras propiedades. Tampoco deudas. Y se siente muy rica.

Con su obra conocida y reconocida, Liza está segura de que su misión entre los humanos es crear belleza con las palabras para alimentar “lo posible”. Pero la belleza entendida no como algo “bonito”, y da el ejemplo de lo que le pasó al leer El perfume, de Patrick Süskind, novela que la impulsó a escribir.

-El autor describía con detalles situaciones horrorosas de una manera tan genial que movilizaba mi cuerpo y mi mente. Eso es una terrible belleza. Y la posibilidad de experimentar a través de las palabras la vida de ese perfumista es el eterno placer de la ficción: el poder salir de los límites de nuestra única vida.

Aun en la misteriosa y apretada Buenos Aires, Liza Porcelli Piussi sabe encontrar el espacio para su libertad. Y desde allí da su palabra, y muchas más.

Bahía Blanca

"Tener que cuidarse de la mirada ajena"

Como tal vez ocurra en cualquier lugar chico, Liza dice que en Bahía Blanca es difícil equivocarse en paz o al menos hacerlo sin que varios te señalen.

“Yo necesito libertad para experimentar, para caerme y volver a empezar. Y el tenerse que cuidar de la mirada ajena es algo que no me hace bien”.

Por otra parte, admite que los juegos del parque de Mayo le dan tristeza.

“Salvo el nuevo tobogán, todo está tan atado con alambre que da miedo. Y el lago, que es un lugar hermoso, que es como tener “Animal Planet” al alcance de la mano, con los gansos, sus crías y los peces, está abandonadísimo, lleno de botellas y bolsas en el agua. Sé que hay que educar a la gente porque tachos hay, pero también deberían limpiarlo… Es un lujo tener ese espacio natural tan cerca”.

De la ciudad donde creció, cuenta que disfruta mucho sus posibilidades geográficas, tan cerca del mar y de la sierra como está.

“Me gusta que en verano refresque por las noches, la posibilidad de ver un verdadero cielo estrellado, y la cercanía constante de espacios abiertos. Cuando vengo me la paso caminando con mis perros por los campos cercanos a la Carrindanga. Cosa que muchos pueden hacer, solo hacen falta piernas y un perro.”

Los libros de 2013

 El personaje que rechaza su autor

"Peralta y yo". Novela de metaficción y humor para jóvenes y adultos. Tigurcio Peralta es un tipo impresentable salido de la mente de un escritor que también es personaje de la novela. Peralta hace todo aquello que alguna vez se nos cruzó por la mente y no nos animamos, como tomar el volante del colectivo y salir andando cuando el chofer se baja a comprar cigarrillos lo más campante. Es un personaje que su creador rechaza (al menos, de la boca para afuera). Mientras tanto, Tigurcio se cuela en cada historia que él trata de escribir.

 Todo puede pasar en un cumpleaños

"Ivo en la galera". Es un libro álbum para los más chicos en el que la autora se propuso contar con imágenes, dejando más que nunca que sea el lector quien complete el viaje que hace Ivo, su protagonista. Ivo llega a un cumpleaños cuando ya todos empezaron a pasarla bien, y le encantaría unirse al juego pero para eso necesita una mano que lo invite. Y mientras la espera, se distrae con la galera de un mago; se distrae tanto que se cae dentro de ella.

Misterios en una "fiesta robada"

"Monstruos mellizoos". Dos monstruos quieren festejar su cumpleaños por primera vez. ¿Y qué hacen? Se aprovechan de la fiesta de un chico que cumple ese mismo día. ¿Qué se regalarán los monstruos para festejar que existen?