Bahía Blanca | Martes, 30 de abril

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Una marcha atrás que se queda corta

Escribe Pablo Wende

Juan Carlos Fábrega siempre se opuso al cepo. Fue uno de los pocos funcionarios que en 2011 le dijo a la presidenta que se trataba de un “error garrafal” y en su momento sugirió medidas correctivas para evitar las restricciones que se impusieron tras aquellas elecciones. El final de esa historia es conocido: Axel Kicillof, luego ungido como vice de Economía, logró imponer su postura.

El brevísimo anuncio realizado el viernes por Jorge Capitanich marca un aspecto más que loable: el gobierno se dio cuenta que el camino de las trabas estaba encaminando a la Argentina directamente al desastre. Y, en vez de insistir como Venezuela, decidió aplicar la marcha atrás. En principio, se intenta retrotraer la situación a la versión original del cepo, algo menos rígida que la puesta en marcha en julio de 2012, cuando directamente se optó por cerrar la canilla para el atesoramiento.

La medida, que se implementa desde mañana, no se toma en forma aislada. En primer lugar, la semana pasada el gobierno impulso una suba del dólar oficial hasta $ 8, un nivel que alienta más a los exportadores a liquidar divisas, al tiempo que desalienta a ciertos importadores. El Central también anunció que aumentará notablemente la tasa de interés en su próxima emisión de Lebac. Una medida de manual: para frenar la corrida cambiaria no alcanza con devaluar, sino que además debe subir drásticamente la tasa de interés. El martes pagará 25,5% para plazos de 70 días, unos 9 puntos porcentuales más que en la primera licitación del año.

La decisión de bajar la retención del 35% al 20% a la contratación de pasajes y paquetes turísticos al exterior, al igual que el uso de la tarjeta, también busca dar una muestra de la voluntad de ir desarmando el cepo. Y al mismo tiempo muestra cierto optimismo de que al habilitar más vías de compra de dólares en el mercado oficial se irá cerrando la brecha con el paralelo.

Fábrega se impuso a Kicillof en el manejo de la política cambiaria en esta etapa. Aplicó muchas de las correcciones que se le venían exigiendo al gobierno: un dólar oficial más alto, tasas de interés más acordes a la situación actual del país (teniendo en cuenta la inflación y la devaluación) y menos restricciones cambiarias.

El gobierno sueña con que esta vuelta a una versión más light del cepo más las correcciones cambiarias alcanzarán para calmar al mercado. El resultado es incierto, porque se parte de una base totalmente distinta a la del 2011. Quedan muchas menos reservas, la emisión monetaria y la inflación son más altos que entonces y el poder del gobierno se ha diluído dramáticamente, al revés de lo que sucedía hace poco más de dos años.