Bahía Blanca | Domingo, 10 de agosto

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La leyenda del capitán sin cabeza

Hoy ya casi no se lo ve. Pero tiempo atrás, preferiblemente en noches frías y ventosas, merodeaba por la zona de Baterías. En las primeras versiones aparecía cabalgando por las desoladas playas, sin su cabeza, manando sangre por su herida. Otros lo vieron caminando solitario por los techos de las fortificaciones. Lucía uniforme de época, botonadura al pecho, bandolera y cinto, y botas altas.




 Hoy ya casi no se lo ve. Pero tiempo atrás, preferiblemente en noches frías y ventosas, merodeaba por la zona de Baterías. En las primeras versiones aparecía cabalgando por las desoladas playas, sin su cabeza, manando sangre por su herida. Otros lo vieron caminando solitario por los techos de las fortificaciones. Lucía uniforme de época, botonadura al pecho, bandolera y cinto, y botas altas.


 Por años fue rutina que los oficiales de guardia pasaran la novedad de sus visitas en forma verbal, pero que no lo asentaran en el libro de guardia. Una vez se presentó sobre el guardabarros delantero de una camioneta que se aproximaba a la IV Batería, cuyo conductor sólo atinó a detener el vehículo y salir corriendo en dirección a la guardia de la Base, a cinco kilómetros del lugar. Incluso se dice que en otra oportunidad una patrulla le abrió fuego en conjunto.


 Cuenta la leyenda que el capitán sin cabeza era el alma en pena de un teniente coronel que había sido decapitado por un sargento. Algunos dicen que la muerte se produjo cuando se batieron a duelo de sables para dirimir la disputa por el amor de una mujer. La playa fue elegida como el "campo de honor" y el enfrentamiento terminó con la decapitación del oficial, quien, sangrando a borbotones y blandiendo su espada, se internó en el mar. El cuerpo fue recuperado, pero su cabeza jamás fue hallada.


 Otra versión de la leyenda afirma que la muerte del oficial se produjo cerca de la VII Batería. El sargento esperó trepado a un árbol y cuando el teniente pasó al galope le rebanó el cuello de un solo sablazo. El caballo continuó la marcha y llegó a la guardia, llevando el cadáver, aún erguido y sin su cabeza, causando la mayor impresión en los presentes.


 Se decía, además, que el asesino enterró la cabeza y huyó; otros afirmaban que había sido capturado y fusilado, pero de todos modos, jamás se encontró la cabeza del infortunado oficial. Desde entonces, el fantasma del capitán vagaba por el lugar, buscando a algún centinela distraído a quien decapitar y así hacerse de una cabeza.


 Repasando la historia de más de un siglo de las Baterías no se registran casos como los relatados, pero sí se produjo el asesinato del teniente coronel Carlos Mallo, quien fuera el primer jefe del Batallón de Artillería de Costas, el día jueves 10 de mayo de 1900. Y a través de las crónicas de la época publicadas en "La Nueva Provincia" es posible conocer algunos detalles del hecho.


 Aquel día, aproximadamente a las nueve de la noche, el comandante Mallo fue muerto en su despacho, en la VII Batería, a manos del sargento segundo Distinguido Pablo Funes, encargado de la IV Batería, quien días atrás había sido degradado por deficiencias en el servicio.


 El suceso se desencadenó cuando Funes fue increpado por haber hablado a sus compañeros respecto de lo injusta que fue su degradación. En la discusión Mallo reprendió severamente e incluso abofeteó a Funes, quien, enfurecido por la afrenta, le asestó dieciocho veces con el sable bayoneta de su fusil Mauser.


 Cuando los oficiales del Cuerpo advirtieron lo que sucedía y fueron al lugar encontraron a su jefe agonizante y tendido en un charco de sangre, se soltó una paloma mensajera en procura del auxilio de los doctores Vigo y Lucero, pero la tormenta de aquella noche desorientó al animal que llegó recién a la mañana siguiente, cuando ya no había nada por hacer.


 Cinco días después el sargento Funes fue trasladado a Buenos Aires para ser juzgado, en medio de opiniones contradictorias, pues había quienes lo consideraban "un pobre enfermo", tal como fueron las últimas palabras de Mallo mientras otros lo defendían, asegurando que había sido insultado y ultrajado. De hecho, 128 firmantes elevaron una nota al ministro de Marina comodoro Martín Rivadavia en franca defensa del sargento, quien había sido puesto por su propio jefe en la situación de violencia que desencadenó el sangriento episodio.


 El Consejo de Guerra y Marina en primera instancia absolvió de culpa y cargo a Funes, dado que se comprobó el abuso de autoridad por parte de Mallo y sobre todo, se tuvieron en cuenta los argumentos de los médicos que determinaron que el acusado era epiléptico y que en el acto de cometer el crimen se encontraba bajo la acción de un paroxismo epiléptico que lo impulsó irresistiblemente a cometerlo. La sentencia fue apelada y el 1 de agosto de 1900 se condenó a Funes a presidio por tiempo indeterminado.


 Diez días después era embarcado al transporte Guardia Nacional rumbo a la isla de los Estados, punto elegido para que cumpla su condena.

El fantasma que merodeaba. En 1910 conmemorando el primer centenario de la Revolución de Mayo el presidente Figueroa Alcorta le conmutó la pena por la de presidio por 11 años y el 1 de agosto de 1911 Funes obtuvo su libertad.




 Si bien desde el punto de vista de la justicia el episodio fue aclarado y resuelto, en el imaginario popular quedó instalado y fue mutando de hecho verídico a leyenda, en gran parte por la picardía de los hombres de mayor rango que se encargaron de mantener vivo el relato.


 Además las Baterías, con sus grandes fortificaciones emplazadas en la soledad de los médanos, el viento soplando entre las arboledas y la oscuridad de las noches, fueron el marco ideal para motivar la imaginación de hombres simples y supersticiosos como eran las primeras camadas de conscriptos. Durante las solitarias guardias sabían que su vida corría peligro si descuidaban su función y se quedaban dormidos, pues el fantasma del capitán merodeaba el lugar y podía venir por su cabeza.

Fuentes:
* Errecaborde, Jorge Alberto, "Anecdotario de la Infantería de Marina de la Armada Argentina"; Instituto de Publicaciones Navales, Buenos Aires, 1997.
* Oyarzábal, Guillermo Andrés; "Argentina hacia el sur. Construcción social y utopía en torno a la creación del primer Puerto Militar de la República. (1895-1902)"; Instituto Nacional Browniano, Buenos Aires, 1999.
* Martel, María Fernanda, "Las Baterías. Histórica artillería de costa" en la revista "El Archivo", año VIII; Nº 20; noviembre de 2008.


Fernanda Martel