Asamblea del Año XIII y educación
La educación en el período del gobierno de la Soberana Asamblea General Constituyente de 1813 profundizó la orientación iniciada en la Revolución de Mayo en orden a conformar una nación y una sociedad independientes, tanto en Buenos Aires como en el interior. Sin embargo, el espíritu de la formación colonial, aún reinante, influyó retrasando este cometido.
Las pujas y acuerdos entre sectores políticos, militares, intelectuales y sociales de la época devinieron en la nueva forma de la Asamblea, y la intervención de figuras como San Martín, Rivadavia, Posadas, Rondeau, Alvear y Monteagudo, fue decisiva en esta etapa (ANH, 1948, VI, 1ª, 125). El fin último fue intensificar las acciones gubernamentales, en orden a declarar la independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata y sancionar la Constitución.
Las victorias en las batallas de San Lorenzo y de Salta y la alianza con Artigas fortalecieron aún más el espíritu revolucionario, y ello llevó a que la Asamblea efectuara "una obra legislativa propia del parlamento de una nación independiente" (Floria y García Belsunce, 1992,I, 337), con la abolición de la esclavitud, el mayorazgo y títulos nobiliares, la libertad de vientres, la prohibición de torturas, la eliminación oficial de referencias al rey español, la acuñación de moneda nacional, el establecimiento del escudo nacional y la sanción el 11 de mayo de 1813 de "la única Marcha nacional, debiendo por lo mismo ser la que se cante en todos los actos públicos", escrita por Vicente López y Planes (AA.VV, 1960, 28).
Esta impronta retomó el enfoque revolucionario de la educación iniciado con las Escuelas de la Patria en 1810, que desde el Río de la Plata incidía en el resto de las provincias. La Asamblea de 1813 dispuso un régimen disciplinario que abolió el castigo de azotes en las escuelas, estableciendo que los Cabildos apliquen esta medida en las instituciones públicas y el intendente de Policía en las particulares. Se estableció, además, que los maestros que continuasen aplicándolos serían privados de su oficio y castigados como infractores (Solari, 1983, 48).
Ello se constituyó en un ideal del nuevo espíritu educador, contando con el respaldo de docentes ejemplares de la época y los antecedentes de Belgrano en su Reglamento de las Escuelas del Norte. Pero, en la práctica, la mayoría de los preceptores se quejaban de no poder contar con el "recurso pedagógico" que conocían y se apoyaban en hábitos formativos anteriores. Años posteriores a la Asamblea se anulará esta medida, pero en 1817 será restituida nuevamente, aunque de no fácil aplicación.
Se intensificó el empleo de signos patrióticos en los ámbitos públicos y escolares, entre ellos la bandera, la escarapela, el escudo de las Provincias Unidas del Río de la Plata y los cantos patrióticos que venían practicándose desde años anteriores. Los triunviratos habían impuesto paulatinamente en Buenos Aires la fiesta patria del 25 de Mayo, y alumnos, docentes y el pueblo debían concurrir en la madrugada de aquella fecha a formar alrededor de la Pirámide de Mayo, a fin de recordar el aniversario de la Revolución, entonando canciones alusivas. Una de las más destacadas fue la del poeta rioplatense Esteban de Luca, cantada desde noviembre de 1810. Entre sus versos se encuentran ideas que inspiraban a la nueva Asamblea del Año XIII: "La patria en cadenas no vuelva a gemir, en su auxilio todos la espada ceñid; el padre a sus hijos pueda ya decir: gozad de derechos que no conocí" (AA.VV, idem, 27). En los años de la Asamblea, estas prácticas llegaron a ejecutarse diariamente en la Plaza de la Victoria (Campobassi, 45).
Junto a ello, la educación debía intensificar el incipiente espíritu modernista americano, basado en la libertad de las ideas y en el estudio de las ciencias naturales y científicas. La impronta escolástica de la formación no cambió sustancialmente, pero paulatinamente fue incorporando las orientaciones liberales en todos los niveles de los claustros y paulatinamente en los nuevos establecimientos en las provincias, hecho que comenzará a instaurarse a partir del gobierno de Rivadavia.
Los Reglamentos de las Escuelas de primeras letras y de los Colegios preparatorios fueron incorporando en sus planes de estudios mayores contenidos de matemáticas, ciencias naturales e idiomas modernos, y buscaban expandir los ideales revolucionarios, pero una de las dificultades mayores que atravesaban los incipientes gobiernos provinciales era la falta de establecimientos y finanzas para su constitución. Solamente había varias escuelas en Buenos Aires, Córdoba, Mendoza, Santa Fe y Tucumán, y una o dos en el resto de las regiones. En este contexto, se encuentra el reclamo del diputado por San Luis, Nicolás Rodríguez Peña, ante la Asamblea, por recursos para costear un maestro y una institución. Se aprecia la distancia entre los ideales educativos de la época y la realidad en el interior de las provincias.
Durante esta época, los pocos colegios preparatorios se encontraban en Buenos Aires, Córdoba y Mendoza, y paulatinamente fueron recibiendo la influencia ilustrada, pero muy lentamente.
La Universidad de Córdoba recibió la reforma impulsada por el Deán Gregorio Funes, donde el Colegio de Monserrat desarrollaba los estudios de gramática castellana y latina, lógica, metafísica, aritmética, geometría, física, trigonometría y filosofía, y los claustros superiores comprendían teología y jurisprudencia, acorde al espíritu cientificista e iluminista del momento.
La impronta científica y profesional de la Asamblea y el posterior Directorio avanzaron en otras obras educativas. Tal fue la creación en Buenos Aires del Instituto Médico, a fin de contar con un mayor número de cirujanos y médicos. La organización, el plan de estudios y la dirección estuvieron a cargo del argentino Dr. Cosme Argerich, atravesando varios años hasta su aprobación. Esta es una obra señera y de transición hacia el futuro Departamento de Medicina de la Universidad de Buenos Aires.
Otras entidades destacadas en la formación profesional fueron la Academia de Dibujo, creada en 1815 por el Consulado de Buenos Aires e inspirada y dirigida por el ferviente patriota y sacerdote Francisco de Paula Castañeda (Portnoy, 53); la Academia de Matemáticas y Arte Militar y la Academia Teórico-Práctica de Jurisprudencia, que no era un centro de estudios jurídicos, sino que facilitaba la realización de prácticas de abogacía para alcanzar la titulación a quienes eran bachilleres, licenciados o doctores en Derecho Civil.
En 1814, la liberación de Fernando VII permitió que los seguidores de Alvear triunfaran con su planteo de negociación ante la posible irrupción española, frente a los patriotas más convencidos de la revolución rioplatense como San Martín y Artigas. Ello dilató la concreción de las metas de la Asamblea y la educación republicana también recibió esta impronta, que se superará con la Declaración de la Independencia y la sanción de la Constitución Nacional.
Doscientos años después, en 2013, la educación necesita ocupar el lugar necesario para conformar una Nación argentina acorde a los ideales de la Asamblea del año XIII de libertad, justicia, unidad y dignidad, donde la calidad formativa del sistema nacional debe estar a la par de la inclusión de todos los niños, jóvenes y adultos. Resulta fundamental que se siga consolidando una planificación de la educación entre todas las jurisdicciones; que se fortalezca una formación de excelencia para las vocaciones docentes actuales, promoviéndolas y jerarquizándolas; que se logren niveles de mayor articulación de los niveles del sistema educativo, especialmente entre el secundario y universitario; que el 6% del PBI destinado pueda incidir en la infraestructura educativa actual; que se atienda a la educación en áreas estratégicas para el desarrollo, pero brindando una educación integral en ciencias humanas, científico-tecnológicas, sociales y ético-espirituales; y aspirar a que el mejoramiento educativo permita alcanzar nuevos niveles de desarrollo en nuestra Argentina bicentenaria.
Bibliografía
ANH (Academia Nacional de Historia), Historia de la Nación Argentina. Buenos Aires, El Ateneo, 1948. Vol 6, 1ª.
ANH (Academia Nacional de Historia), Nueva Historia de la Nación Argentina. Buenos Aires, Planeta, 1997 a 2001. Vol 6.
AA.VV., 26 poetas argentinos. Buenos Aires, Eudeba, 1960.
Campobassi, José S, La instrucción primaria desde 1810 hasta la sanción de la Ley 1.420. Buenos Aires, Consejo Nacional de Educación, 1942.
Floria, Carlos A.; García Belsunce, César A., Historia de los argentinos. Buenos Aires, Larousse, 1992. Tomo I.
Portnoy, Antonio, La instrucción primaria desde 1810 hasta la sanción de la Ley 1420. Buenos Aires, Consejo Nacional de Educación, 1937.
Solari, Manuel, Historia de la educación argentina. Buenos Aires, Paidós, 1985.
Rafael Omar Cura es profesor y licenciado en Filosofía, licenciado y magíster en Educación Docente e investigador en UTN, UCES, UMSA e institutos superiores.