Bahía Blanca | Viernes, 27 de junio

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Consagrado en Italia... y en su Tornquist natal

Desde muy pequeño supo que lo suyo era el arte. Rubén Bustillo era apenas un niño cuando comenzó a tomar clases de dibujo y pintura con Ignacio Crespo, un profesor que viajaba todas las semanas desde Bahía Blanca hacia Tornquist. Claro que, por entonces, muy lejos estaba de imaginar que esa pasión que comenzó tímidamente iba a prolongarse hasta consagrarlo en el extranjero y, claro, también en su terruño natal.
Consagrado en Italia... y en su Tornquist natal. Sociedad. La Nueva. Bahía Blanca

 Desde muy pequeño supo que lo suyo era el arte.


 Rubén Bustillo era apenas un niño cuando comenzó a tomar clases de dibujo y pintura con Ignacio Crespo, un profesor que viajaba todas las semanas desde Bahía Blanca hacia Tornquist.


 Claro que, por entonces, muy lejos estaba de imaginar que esa pasión que comenzó tímidamente iba a prolongarse hasta consagrarlo en el extranjero y, claro, también en su terruño natal.


 Es por eso que, tras años de copiar en cuadriculada, tal como lo recuerda, se define hoy como pintor de hiperrealismo, es decir, la reproducción exacta de la realidad.


 Empezó con murales, retratos, manos, cuerpos y autos de carrera.


 Hasta que un día, el ex-intendente Gerardo Rattero le encomendó pintar las paredes del cementerio de Tornquist.


 "Ese fue el puntapié inicial para una serie de trabajos que me cambiaron la vida", resume el artista, en el taller de su casa, donde transcurre horas junto al pincel.


 Es que, concluida aquella tarea, y tras un paso temporario por Maquinchao, en Río Negro, donde se desempeñaba como docente, el fallecido jefe comunal de Tornquist le ofreció trabajo fijo en el municipio; concretamente, en la parte de cartelería, diseño y señalización. Aceptó sin dudar.


 Muchos años después, el actual jefe comunal, Gustavo Trankels, le ofreció algo que él denominó como el más grande desafío de su vida: la restauración de la iglesia Santa Rosa de Lima, situada en el interior de la plaza central y por entonces notoriamente descascarada.


 "El edificio fue fundado en 1907 y pintado en 1961 por el bahiense José Fuentes Rada. Hacía mucho tiempo que no se restauraba", recuerda.


 Varios motivos lo tentaron finalmente a realizar el trabajo; entre ellos, el hecho de que se tratara de la iglesia de su pueblo.


 "Pero trabajar a 11 metros de altura, recostado en los andamios, no iba a ser tarea sencilla", dice, mientras evoca los cinco meses que le llevó el trabajo en condiciones muy incómodas.


 Respetar la tarea realizada por Fuentes Rada en cuanto a diseño y pintura fue el primer propósito de Bustillo, quien, como primer paso, debió viajar a Bahía Blanca para alquilar los andamios.


 "Desde un primer momento preferí trabajar solo. Con otra persona hubiese resultado engorroso porque las maderas, a metros de altura, se mueven de la nada", justificó.


 Tras rasquetear toda la superficie, debió pasar enduido para emparejarla. Luego lijar, fijar y comenzar a retocar con óleo las guardas y pintar de color celeste el cielorraso.


 Trabajó entre siete y ocho horas diarias, a excepción de sábados y domingos, debido a las misas.


 "La tarea me dejó muy satisfecho a nivel personal y profesional. Es la primera vez que trabajé a ese nivel y no deja de ser para mí una buena carta de presentación", reflexionó, a más de un año de haberla concluido.

Cuadros rumbo a Italia.
Como para certificar aquella frase que indica que el trabajo trae más trabajo, Bustillo recibió, una tarde de 2003, la visita de uno de los propietarios del Haras Maguill, situado en Tornquist.





 "Era para presentarme a Gigi Grasso, un empresario italiano, entre otras cosas, dueño de un haras de caballos árabes en Milán", recuerda.


 Ex-productor de cine y fanático de estos animales, el hombre pidió contemplar alguna obra de Bustillo.


 "Al día siguiente volvió a llamarme, me mostró libros, todos relacionados con caballos, ya que trabaja con jeques árabes, y me preguntó si aceptaba trabajar para él", evoca, todavía sorprendido.


 El empresario extranjero le dejó material para que copiara y así poder testearlo.


 "Empecé con dolor de pecho y el brazo dormido de tantos nervios. El médico me dijo que era estrés. Yo sentía la presión de no dejar escapar esa gran chance de despegar", resume, con una sonrisa.


 A partir de allí empezó a producir cuadros con exclusividad y continuidad: todos para Gigi, quien ya tiene en su haber más de 50 obras, si bien algunas, una minoría, las fue obsequiando.


 Para poder reproducir lo que su cliente desea debió estudiar al pie de la letra la vestimenta, la postura y los paisajes árabes. Internet le facilita la tarea, ya que los retoques necesarios llegan desde Italia con gran inmediatez.


 "Estos caballos son distintos a los criollos. Incluso debí observarlos galopar. Van como flotando en el aire, con la cola parada. El anca, por ejemplo, es más recta", compara.


 Poco tiempo atrás recopiló todas sus pinturas; las firmó y les colocó un título.


 "Me lo pidió Gigi, porque era necesario que avalara mi autoría. Pronto hará una exposición", se entusiasma.


 Bustillo realiza al año alrededor de cinco obras. Todas son destinadas a este empresario, devenido hoy en amigo. Cada trabajo le demanda alrededor de dos meses.


 "A veces pienso porqué no se me dio antes", se lamenta, aunque reconoce que hoy esta tarea lo hace feliz.