Bahía Blanca | Domingo, 10 de agosto

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Nuestros pueblos originarios

A) Inicialmente, nuestra Constitución nacional determinaba, con relación a nuestros aborígenes, que el Estado debía: "Proveer a la seguridad de las fronteras, conservar el trato pacífico con los mismos y promover su conversión al catolicismo". La ley Nº 23.302, sancionada el 30 de septiembre de 1985, sobre "Política Indígena y Apoyo a las Comunidades Aborígenes", aclaró, expresamente, que "se entenderá como comunidades indígenas a los conjuntos de familias que se reconozcan como tales, por el hecho de descender de poblaciones que habitaban el territorio nacional en la época de la conquista o colonización, e indígenas o indios a los miembros de esas comunidades". Esto nos retrotrae al siglo XVI.

 A) Inicialmente, nuestra Constitución nacional determinaba, con relación a nuestros aborígenes, que el Estado debía: "Proveer a la seguridad de las fronteras, conservar el trato pacífico con los mismos y promover su conversión al catolicismo".




 La ley Nº 23.302, sancionada el 30 de septiembre de 1985, sobre "Política Indígena y Apoyo a las Comunidades Aborígenes", aclaró, expresamente, que "se entenderá como comunidades indígenas a los conjuntos de familias que se reconozcan como tales, por el hecho de descender de poblaciones que habitaban el territorio nacional en la época de la conquista o colonización, e indígenas o indios a los miembros de esas comunidades". Esto nos retrotrae al siglo XVI.




 Contemporáneamente con el nacimiento de la corriente denominada "indigenismo", los constituyentes de 1994 modificaron el contenido del texto constitucional, a través del artículo 75. En un nuevo inciso, el 17, se reconoció "la preexistencia étnica y cultural de los pueblos indígenas originarios de nuestro país, concediéndoles derechos a una educación bilingüe e intercultural, reconociendo a sus comunidades personería jurídica para poder obtener la posesión y propiedad comunitaria de tierras, con carácter de no enajenables e inembargables".




 Esto último quedaba condicionado a que dichas comunidades hubiesen ocupado tradicionalmente las tierras a concederse y que las continuaran ocupando al momento de su sanción; es decir, al 15 de diciembre de 1994.




 Posteriormente, por el artículo 1º de la ley 26.160, sobre "Comunidades Indígenas Originarias del País", sancionada el 1 de noviembre del año 2006, se declaró "la emergencia en materia de posesión y propiedad de las tierras que actualmente ocupan las comunidades indígenas originarias del país".




 La Constitución y las leyes, por consiguiente, impusieron tres condiciones a los aborígenes argentinos, para poder gozar de su amparo como pueblos originarios:


 1º) Que sus comunidades fuesen originarias de nuestro territorio nacional al momento de la conquista y colonización.


 2º) Que mediara, por parte de las mismas, una ocupación tradicional de las tierras a otorgarse.


 3º) Que se mantuvieran en dicha ocupación.




 B) Cuáles son los considerados internacionalmente como pueblos "originarios".




 El convenio Nº 107/1957 de la Organización Internacional del Trabajo, sobre "Poblaciones indígenas y tribales", aprobado por la ley nacional Nº 14.932, y, posteriormente, el convenio Nº 169 de dicha O.I.T. del año 1989, sobre "Pueblos indígenas y tribales en países independientes", aprobado por la ley 24.071 de 1992, definió y calificó como "pueblos originales" a los descendientes de pueblos que habitaban en cada país o en una región del mismo, en la época de la conquista y colonización. En nuestro caso, ello ocurre en el siglo XVI.




 Corresponde, por consiguiente, determinar cuáles son los pueblos originarios de nuestro territorio; es decir, los que poblaban lo que es ahora nuestro país o una región del mismo, al producirse la conquista española, puesto que estos y sólo estos son los amparados por nuestra norma constitucional.




 Es por ello que no incluimos en este trabajo a los ahora denominados mapuches, que eran los araucanos, habitantes del Arauco en Chile, ubicado entre los ríos Bío-Bío, al norte, y el Tolten, al sur; el océano Pacífico, al oeste, y los Andes, al este, que, si bien incursionaron en nuestra tierra desde el siglo XVIII, se asentaron en ella durante o después de la llamada Guerra a Muerte en Chile (1818/1824); o sea, en el siglo XIX.

Los primeros pobladores






 Los primeros pobladores de nuestro territorio, según la autorizada opinión de Salvador Canals Frau, desarrollada en su libro Poblaciones indígenas de la Argentina, llegaron en el período paleolítico superior, hace más de 8.000 años, y fueron:




 a) Huárpidos, de alta estatura, de caja torácica plana y alargada, relieve superficial delgado y tendinoso, con poco tejido adiposo, extremidades largas y delgadas, manos y pies largos y estrechos, cabeza pequeña, cuello largo y delgado y pilosidad altamente desarrollada.




 b) Lánguidos, de baja estatura, complexión regular y fuerte pilosidad.




 c) Patagónidos (se está refiriendo a los que llamaremos en adelante Pámpidos), de alta estatura, relieve muscular sobre una recia armazón ósea, complexión muy robusta, hombros fuertes y anchos, brazos y piernas fuertes y regular pilosidad.




 En el período mesolítico, alrededor de los 3.500 años antes de Cristo, arribaron por la costa del Pacífico los fuéguidos (fueguinos), que bajaron hasta la Tierra del Fuego muchos siglos después. Eran canoeros, de muy baja estatura, dolicoides, de cara y bóveda craneana relativamente bajas y pilosidad poco acusada.




 En el período neolítico, llegaron los brasílidos, también de baja estatura, rechonchos, de cabeza relativamente corta, escasa pilosidad y caracteres mongólicos bien acusados, ocupando las cuencas de los ríos Paraná y Paraguay y todo el litoral atlántico de Brasil. Cree el citado autor que se establecieron unos 3.000 años antes de Cristo.




 Finalmente, los ándidos, de forma braquioide y baja estatura, con menos caracteres mongólicos que otras etnias y una contextura apropiada para la vida de montaña. Ocuparon toda la región andina, a la que llegaron unos mil años antes de Cristo.

Al momento de la conquista






 Según Alcides D'Orbigny, en El hombre americano, publicado en el año 1839, a quien seguiremos en este tema, los pueblos originarios de nuestro país pertenecían a tres razas distintas:


 a) Brasilios, brasílidos o guaraníes.


 b) Ando-peruanos.


 c) Pámpidos o pampeanos (Canals Frau los denomina patagónidos).




 Raza brasilio, brasílido o guaraní: Sus integrantes son de piel amarillenta, algo rojiza (rojo pálido). Su estatura es baja (la media es de 1,60 m). Los más altos no eran de nuestro país. Me refiero los tupí y los guarayos, de Brasil y Bolivia, respectivamente, que medían alrededor de 1,66 m.
Sus formas eran muy macizas, con frente no huyente y rostro circular lleno. De cara redonda, con nariz corta con ventanales nasales estrechos, boca mediana, poco saliente, de labios finos; ojos generalmente oblicuos, siempre rasgados en el ángulo exterior; pómulos poco salientes, facciones afeminadas, fisonomía dulce (descripción de D'Orbigny).





 Raza ándido o ando-peruana: Sus integrantes tenían la piel de color moreno-oliva. Bajos de estatura: medían alrededor de 1,60 m, los quichuas y aymarás, y 1,60/1,64 m, los araucanos. Su frente era comba o sea poco elevada o huyente; sus ojos horizontales, nunca rasgados en el ángulo exterior, y su tronco era proporcionalmente más largo que sus extremidades inferiores (descripción de D'Orbigny). Esta raza tenía tres subramas: la peruana, la antisiana y la araucana.




 Subrama peruana: Pertenecen a la subrama peruana, entre otros, nuestros coyas (omaguacas), descendientes de los aymarás, que, al igual que los quichuas de Bolivia y Perú, cuya lengua utilizan, medían y miden alrededor de 1,60 m de estatura.




 También los atacamas, e incluiremos en ellos a los kakanes. Su piel es color oliva, bastante pronunciado; sus formas macizas, su tronco muy largo en relación con el conjunto; frente huyente (fugaz), rostro grande ovalado; nariz larga muy aguileña, ancha en la base; boca grande con labios medianos, ojos horizontales con la córnea amarillenta, pómulos no salientes, rasgos pronunciados, fisonomía seria, reflexiva y triste.




 Pertenecen también a esta subrama los quichuas y aymarás de Perú y Bolivia, los atacamas y los changos de Chile.




 No hay ni hubo en nuestro país pobladores originarios de la subrama antisiana (yuracarés y mocetenes).




 Subrama araucana: Los aborígenes de esta subrama no pertenecen a nuestros pueblos originarios, por ser naturales de Chile, y entraron a la Argentina recién a partir del siglo XVIII, para malonear, y se asentaron en nuestro territorio en el siglo XIX.




 Tenemos actualmente, en nuestro sur, aproximadamente 130.000 aborígenes, entre mestizos y puros, denominados mapuches (que significa "hombre de la tierra"), nombre con el que ahora se conoce a los araucanos. Estos integran la raza peruana, subrama araucana.




 Descienden de los aymarás, de Bolivia, de los que se desprendieron originalmente en épocas de las guerras del Conti-Suyo con el Anti-Suyo.




 Miden alrededor de 1,60 a 1,64 m, su piel es moreno-oliva, su cuerpo macizo, su tronco más largo que las piernas. Tienen una frente poco elevada, rostro circular, nariz corta y chata, ojos horizontales, boca mediana, labios finos, pómulos salientes, manos y pies chicos, pelo negro y lacio; su fisonomía es seria y fría (descripción de Tomás Guevara, autor de Historia de Chile - Chile prehispánico).




 Si bien carecen en nuestro país de los privilegios de los pueblos originarios, hoy son ciudadanos argentinos, con iguales derechos y deberes que cualquier otro habitante de nuestro suelo.




 Raza pámpida o pampeana: A diferencia de los anteriores, son de mayor estatura (miden entre 1,70 y 2m).




 D`Orbigny califica su piel de color moreno-oliva, de frente comba no huyente, ojos horizontales, a veces rasgados en su ángulo exterior.




 Los encontramos desde el río Pilcomayo, en el norte del país, hasta la península Mitre, en Tierra del Fuego.




 Sus sub-ramas son:


 I) La pampeana.


 II) La chiquitana. Esta última es originaria de Bolivia, por lo que no interesa en este estudio.




 Subrama pampeana: La subrama que pobló la Argentina se denomina pámpida (Canals Frau la llama patagónida). Su color de piel va de moreno-oliva a castaño pronunciado. Su estatura varía según la región y la etnia, desde 1,70 hasta los 2 metros.




 Sus cuerpos son atléticos. Tienen frentes combas, rostros anchos, aplastados y oblongos; narices muy cortas, chatas, de ventanas amplias y abiertas; bocas grandes con labios gruesos; ojos horizontales, algunas veces rasgados en el ángulo exterior; pómulos salientes, rasgos pronunciados y fisonomía fría.




 En la parte meridional de nuestro país, al sur de los ríos Diamante, en Mendoza; Quinto, en San Luis y Córdoba y el Río de la Plata, en Buenos Aires, poblaban los tehuelches, a los que, a su vez, dividiremos en septentrionales, meridionales y australes. En la parte septentrional, entre otros, citaremos los litoraleños, los mataguayos y los guaycurúes.

Omitidas por D'Orbigny






 D'Orbigny omite, por consiguiente, en su clasificación a los huárpidos, referidos por Salvador Canals Frau en su obra titulada Las poblaciones indígenas de la Argentina; o sea, los lules y vilelas, los comechingones, los olongastas, los huarpes, los puelches algarroberos y los pehuenches, y a los fuéguidos (yaganes); seguramente, por tener estos últimos sus raíces en los Uros del lago Titicaca.

Otra clasificación






 Entre nuestros autores contemporáneos, Carlos Martínez Sarasola clasifica a nuestros pueblos originarios en base a la región que poblaron.




 Así, entre los pueblos de la montaña, coloca a los atacamas, los diaguitas (kakanes), los omahuacas, los lules-vilelas, los tonocotés, ubicando en las Sierras Centrales a los sanavirones y los comechingones y en Cuyo, a los huarpes.




 En nuestras llanuras, señala primero, en el Chaco, a los chiriguanos (guaraníes), los chanés (arawac), los matacos (mataguayos), los guaicurúes y, nuevamente, los lule-vilelas.




 En nuestra pampa y la Patagonia, a los tehuelches septentrionales (querandíes, gününa kune y guenakén), los tehuelches meridionales del norte (penkén) y del sur (aonikén), los tehuelches australes de Tierra del Fuego (llamados onas, que subdivide entre shelknam, al norte y centro, y haus, en la península Mitre) y los pehuenches del Neuquén.




 En el Litoral y la Mesopotamia, ubica los guaraníes, los chana-timbúes, los caingang y los charrúas.




 En nuestro extremo sur, los yámanas o yaganes. También indica a los alacalufes, que, en realidad, estaban en lo que es hoy territorio chileno.




 A los guaycurúes los clasifica entre los pueblos que tenían una cultura chaqueña; o sea, de la región que poblaban. Para este autor, eran originalmente los mbayá, pero luego se amplió su denominación a todos los llamados frentones; o sea, los toba, los mocovíes, los abipones y los pilagá.




 Los mataguayos, para él, abarcaban a los matacos, mataguayos, chorotes y chulupíes.




 La cultura de la selva comprendía a los tupí-guaraní, los chiriguanos y los chanés.




 La cultura del Chaco andinizado abarca a los lule-vilelas, dado que, al momento de la conquista, estaban en plena migración de la selva chaqueña a la región montañosa de nuestro oeste.




 Los cazadores patagónicos eran los tehuelches septentrionales, boreales y australes (querandíes, guenakén y chechequen), los tehuelches meridionales boreales (penken) y australes (aonikén) y los tehuelches de Tierra del Fuego, boreales (shelknam) y australes (haus).




 No hemos incluido, por consiguiente, a lo largo de estas clasificaciones, a los aborígenes que no integran nuestros llamados pueblos originarios; o sea, los picunches, los araucanos (costinos, abajinos, arribanos o moluches y vorogas), los huilliches, procedentes todos de Chile, y a los ranqueles, que formaron el pueblo de los carrizales a partir del año 1750.


Roberto Edelmiro Porcel es miembro de la Academia Argentina de la Historia.