Bahía Blanca | Miércoles, 09 de julio

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Hacía 20 años, nacía el plan de Convertibilidad

El plan de Convertibilidad, que permitió en los años 90 frenar el fantasma de la hiperinflación y terminó en un colapso sin precedentes en el 2001, cumplió el viernes 20 años desde su implementación por parte del entonces ministro de Economía, Domingo Cavallo, durante el gobierno de Carlos Menem.




 El plan de Convertibilidad, que permitió en los años 90 frenar el fantasma de la hiperinflación y terminó en un colapso sin precedentes en el 2001, cumplió el viernes 20 años desde su implementación por parte del entonces ministro de Economía, Domingo Cavallo, durante el gobierno de Carlos Menem.


 El primero de abril de 1991 se instauró la paridad uno a uno entre peso y dólar, garantizada con las reservas del Banco Central, tras una megadavaluación que le sacó cuatro ceros al billete de 10.000 pesos, y que fue pensada para acotar una remarcación imparable de precios y dar certeza a largo plazo a los operadores económicos.


 Ideada por Cavallo, quien comenzó como canciller de Menem en 1989 y se convirtió en amo y señor de la economía y en uno de los ministros más poderosos de la historia argentina a principios de 1991, el tipo de cambio fijo permitió bajar rápidamente hasta casi cero a la inflación, y mantenerla en ese nivel durante varios años.


 Pero la convertibilidad provocó una revaluación artificial del peso y creó lo que Eduardo Curia, uno de los pocos economistas que la cuestionó durante los 90, cuando el plan tenía amplio apoyo de la opinión pública, la calificó de "fantasía colectiva".


 Esa fantasía fue que el peso era una moneda tan fuerte como el dólar, lo que permitió a millones de argentinos ingresar en un boom de consumo y, en especial, viajar al exterior y comprar artículos de todo tipo en distintos lugares del mundo.


 El plan --sostenido con la venta de las principales empresas públicas a partir de las privatizaciones, y con un endeudamiento enorme por parte del Estado-- cosechó gran consenso entre la población y permitió a Menem alcanzar la reelección en 1995, tras forzar una reforma constitucional con el Pacto de Olivos firmado con el ex presidente Raúl Alfonsín.


 Un contexto de hiperinflación --tan fuerte que obligó a Alfonsín a adelantar la entrega del poder en 1989--, desequilibrios fiscales y monetarios de primer orden, problemas de endeudamiento externo y la degradación de la economía habían sido el caldo de cultivo para instaurar un sistema económico que muy pocos países en el mundo habían adoptado.


 Los propios críticos del plan de Convertibilidad admiten que en 1989 no había otro mecanismo monetario que pudiese frenar la espiral inflacionaria.


 Pero advierten también que la rigidez cambiaria se prolongó demasiado en el tiempo, tal por el apoyo social que cosechaba, y que cuando se quiso pensar en cómo salir, era tarde.


 El altísimo nivel de endeudamiento, la pérdida de competitividad provocada por el uno a uno y la fuerte dolarización de la economía fueron algunos de los elementos que derivaron en la catástrofe del 2001.


 Los especialistas coinciden en que debería haberse aplicado una salida gradualista del uno a uno, y que el momento ideal habría sido cuando Brasil, que había adoptado el Plan Real, de características similares a la convertibilidad, produjo la devaluación en el vecino país.


 Es que la fuerte devaluación, en enero de 1999, dejó a la Argentina en off-side y aceleró, de forma dramática, la pérdida de competitividad.


 A diferencia de la crisis desatada por México en 1994 (Efecto Tequila), la solidez del sistema financiero argentino había permitido enfrentar el escenario de sucesivas y graves crisis internacionales, sin la necesidad de recurrir a medidas recesivas.


 Durante el cuarto trimestre de 1998 se sintió en los sectores productivos el efecto de la crisis que se había originado en Asia, que continuó con la devaluación rusa y terminó afectando a la economía brasileña.


 Si bien a principios de 1998 la Argentina había logrado evitar el contagio de la crisis asiática, ya no fue posible sortear el deterioro que el default ruso provocó en la situación financiera internacional y doméstica, con secuelas muy negativas sobre el sector real.


 Luego de crecer más del 7% interanual en el primer semestre, el PIB de la Argentina aumentó sólo 3,2% en el tercero y se contrajo 0,5% en el cuarto.


 En el segundo semestre de 1998 la economía argentina comenzó a sentir los embates de la crisis internacional, provocada primero por la decisión de Rusia de no cumplir con sus compromisos externos, y luego, hacia fin de año, agravada por la devaluación brasileña, principal socio comercial de la Argentina.


 Esto se desarrolló en una coyuntura en la cual se produjo un pronunciado deterioro de los términos del intercambio debido, fundamentalmente, a la baja del precio de las exportaciones de origen agrícola.


 En marzo de 1999 los precios de los commodities se encontraban un 35% por debajo de los del mismo mes de 1997.


 Al mismo tiempo, se produjo una revaluación del dólar, y, por ende, del peso anclado a la moneda norteamericana.


 En 1999 ganó las elecciones la Alianza, en especial porque su candidato, Fernando de la Rúa, defendió enfáticamente la vigencia del uno a uno, mientras que el oponente peronista, Eduardo Duhalde, insinuaba la necesidad de implementar una salida ordenada del tipo de cambio fijo.


 Con un aparato productivo semiparalizado, un desempleo que orillaba el 25%, la pobreza en niveles altos y un endeudamiento feroz que consumía las reservas del Banco Central, persistir en el esquema de Convertibilidad fue la partida de defunción del modelo de tipo de cambio fijo y también representó el fin de la experiencia de la Alianza.


 Ni siquiera el manotazo de ahogado de volver a convocar a Cavallo en marzo del 2001, y darle todo el control, permitió salvar a la economía del naufragio.


 En diciembre del 2001, diez años y ocho meses después de ponerse en práctica, el plan de Convertibilidad llegaba a su fin.

Un error. Alma mater del 1 a 1, el ex-ministro de Economía, Domingo Cavallo, admitió recientemente a un medio gráfico capitalino que éste debería haberse flexibilizado en 1997.




 Agregó sin embargo que fue un error abandonar el sistema en 2001, en vez de pasar a tener "convertibilidad con un tipo de cambio flotante".


 El ex ministro defendió la decisión de aplicar la convertibilidad en que la gente "estaba cansada de sufrir la inflación y la hiperinflación de los últimos tres años. Estaba ansiosa por vivir en estabilidad y al ofrecérsele un plan que de cuajo eliminaba la inflación y ofrecía la posibilidad de vivir como se vive en economías estables, obviamente lo aceptó".