Bahía Blanca | Lunes, 11 de agosto

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Las idas y vueltas de María Elena Walsh

BUENOS AIRES (Télam) -- Como la cigarra es la segunda versión de la biografía de María Elena Walsh escrita por el historiador y docente Sergio Pujol, quien irrumpe la figura de una mujer excepcional en el campo de la canción popular, infantil y de la literatura de ese género, que supo obtener grandes éxitos a partir de un arte considerado menor.




 BUENOS AIRES (Télam) -- Como la cigarra es la segunda versión de la biografía de María Elena Walsh escrita por el historiador y docente Sergio Pujol, quien irrumpe la figura de una mujer excepcional en el campo de la canción popular, infantil y de la literatura de ese género, que supo obtener grandes éxitos a partir de un arte considerado menor.


 "A partir de la muerte de María Elena conversé con Sara Facio y con Emecé. Quería saldar mi deuda con el libro anterior, que tenía algunos errores y fue escrito muy rápido por un encargo de otra editorial", señala Pujol.


 "Trabajé un año, examinando con más cuidado algunas cosas, como la etapa junto a Leda Valladares, continué la biografía hasta la muerte de María Elena y me animé a abordar un poco más abiertamente las relaciones sentimentales".


 Pujol detalla que ella nunca había hablado públicamente de su identidad sexual y que "recién en Fantasmas en el parque, su último libro, se refiere a su pareja Sara Facio. La primera fue Leda y la segunda María Herminia Avellaneda".


 "María Elena descubre su primer gran vocación en la literatura, pero se había anotado en una escuela de Bellas Artes y tenía una gran facilidad para el dibujo. De hecho en sus poesías y ensayos o notas periodísticas hay una gran preocupación por lo visual", resalta.


 "Decidió reconvertir la literatura en una profesión, tenía un gran oído que la ayudó a entender varios idiomas y también a retener coplas anónimas y poemas de grandes autores, todo en un mix original y desprejuiciado donde convive lo popular con la académico y lo culto: una marca en su obra".


 El autor destaca su fascinación por las vacas sagradas de la cultura, aunque luego comenzó a mofarse un poco.


 "Decía que las charlas de Borges y de Bioy parecían las de dos tontos. Pero nunca va a cortar los vínculos con la elite intelectual y la oligarquía argentina".


 Según indica Pujol, admiró a las Ocampo y a Bioy. Todos la trataron muy bien más allá de la desilusión que significó para ellos su elección por una literatura considerada menor.


 Como balance general, el biógrafo comenta que fue siempre una mujer innovadora.


 "Sin embargo esa poesía neorromántica que había abrazado en su adolescencia iba a contrapelo de las tendencias más modernas. Ella lo resuelve al irse del campo de la poesía oral y popular, donde cosas que tienen siglos suenan muy lozanas".


 Pujol agrega, en tanto, que hay un pasaje natural del folclore a lo que llamó canciones infantiles de autor que es un invento absoluto de Walsh, no así la literatura infantil que tenía algunos antecedentes interesantes, como el caso de Javier Villafañe.

En long-play.
El primer contacto que tiene la gente con sus canciones es a través del teatro con "Canciones para mirar", en el teatro San Martín, que fue un éxito en 1972.





 "Pero la clave de su proyección nacional fueron los discos. Los tres long-play que grabó entre el 73 y el 76 para la Columbia, tuvieron una enorme repercusión".


 El biógrafo señala que Walsh era, además, una traductora espiritual, ya que en muchas de sus canciones y poemas es posible encontrar elementos de otras culturas.


 "Ella explora las coplas del noroeste argentino, lo contrasta con el folclore, y cuando se pone a componer, lo hace con algunos ritmos de América Latina e incorpora elementos de otras músicas como el twist o el jazz".

Ella se fue.
A lo largo del libro se marcan algunos hitos como la importancia que tuvo su primer viaje a París, "donde va encarnado la figura del juglar y entra en sintonía con una sensibilidad de época".





 Allí ella trabaja de una manera muy próxima con sus músicos --sobre todo con Oscar Cardoso Ocampo--, ya que no confiaba en los arreglos que le pueda poner un sello discográfico o un productor artístico.
Así, intervino activamente con un criterio muy firme de cómo quería que sonaran sus canciones.



 "Su capacidad de avanzar siempre la lleva a territorios de poco prestigio y era tanto su talento que lo marginal se convertía en centro", señala el biógrafo.


 Con la televisión, en tanto, tuvo una relación amor-odio, ya que su inquietud por llegar a un público muy amplio hizo que no la rechazara, aunque no le gustaban los contenidos.

De regreso.
La biografía sobrevuela su viaje a España, a París de nuevo, el éxito de sus canciones, su dupla con Jairo --su coautor más notable y uno de sus grandes intérpretes-- y su regreso al país en los `70.





 "Cuando vuelve ya no se siente como pez en el agua. Con la radicalización de la juventud y el discurso antiimperialista queda en una situación incómoda y empieza a recibir algunas críticas, a las que responde con canciones como Gilito de Barrio Norte. Representaba el progresismo de la clase media".


 Uno de los puntos más débiles de su carrera, considera Pujol, fue el artículo que escribió en contra de la carpa blanca docente en diciembre de 1997, ahí se enfrenta a su público más fervoroso: las maestras.


 "Era una autora sarmientina porque sus canciones fueron renovando el repertorio escolar y nunca se confrontaron con la institución sino que buscaban renovar los contenidos en las escuelas".


 Así, según Pujol, temas como Manuelita, la tortuga, La vaca estudiosa, Twist del mono liso y La reina Batata ocupan de nuevo un lugar preponderante y muy positivo en la cultura argentina.