Bahía Blanca | Lunes, 11 de agosto

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El absurdo hábito de las picadas

Cada fin de semana, se realizan alrededor de mil picadas callejeras en la Capital Federal y el Gran Buenos Aires, la mayoría de ellas en La Matanza. Así lo acaba de revelar un estudioso de los problemas de la seguridad pública, la cual se ve claramente amenazada por aquellas prácticas, difundidas a lo largo de los últimos años tanto en el área metropolitana como en el interior del país. A veces, los desbordes terminan en tragedia. Sin embargo, no se ha podido conseguir la erradicación de estas manifestaciones.




 CADA fin de semana, se realizan alrededor de mil picadas callejeras en la Capital Federal y el Gran Buenos Aires, la mayoría de ellas en La Matanza. Así lo acaba de revelar un estudioso de los problemas de la seguridad pública, la cual se ve claramente amenazada por aquellas prácticas, difundidas a lo largo de los últimos años tanto en el área metropolitana como en el interior del país. A veces, los desbordes terminan en tragedia. Sin embargo, no se ha podido conseguir la erradicación de estas manifestaciones.




 LAS consecuencias de estos desatinos no solamente las pagan sus propios protagonistas. En ciertos casos, también se convierten en víctimas personas totalmente ajenas a las absurdas competencias. Tal el caso de un trabajador de limpieza de la ciudad de Buenos Aires, quien, cuando se encontraba realizando sus tareas cotidianas, fue arrollado por un automóvil que circulaba a 110 kilómetros por hora. En primera instancia, debió sufrir la amputación de una pierna. Diez días después del hecho, dejó de existir. El caso todavía está por dilucidarse en la justicia.




 LUIS Vicat, especialista en cuestiones relacionadas con la seguridad pública, sostuvo que el 80 por ciento de las picadas tiene lugar en las zonas más pobladas del Gran Buenos Aires. Y el problema no se reduce a la realización de las competencias y al afán por demostrar que cada uno es capaz de desarrollar velocidades más elevadas que su competidor. También hay negocios complementarios, como son la preparación de los autos y la realización de apuestas.




 LAS picadas suelen organizarse en pocos minutos, procurando eludir el control de los patrulleros policiales. Así, se apela a los mensajes por medio de celulares o a las redes sociales para convocarse en determinado escenario propicio para exigir todo lo posible a los velocímetros. Cuando se tienen indicios de que la policía está por llegar, rápidamente desmantelan todo el operativo y huyen, quizás en busca de otra pista urbana donde vuelven a atentar sin miramientos contra la tranquilidad de la población.




 NUESTRA ciudad, por cierto, no ha estado ajena a la realización de estas insólitas competencias en pleno radio urbano. Se ha llegado al extremo de utilizar la misma avenida Alem para entregarse a los brazos de la imprudencia y la sinrazón. Por supuesto, quien ingrese desprevenidamente en esa arteria quedará de inmediato expuesto a los peligros emanados de esta muestra de insensatez que no respeta el derecho de los demás ni cualquier ley u ordenanza que se le pretenda imponer.




 AL entrar en la temporada veraniega, no sería de extrañar que las picadas vuelvan a cobrar altura al amparo de la noche. Por lo tanto, cabe esperar que las autoridades estén preparadas a fin de intervenir con prontitud y con severidad, a fin de erradicar estas agresivas prácticas que alteran la actividad ciudadana y ponen en riesgo vidas propias y ajenas.