Bahía Blanca | Martes, 24 de junio

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El vibrante mundo de los cuencos tibetanos

Particulares sonidos surgen de una técnica milenaria que actúan directamente sobre las células humanas y sus memorias. Una experiencia que sólo se comprende cuando se vivencia. La bahiense Jezabel de los Santos trabaja desde hace dos años con vasijas hechas con la aleación de varios metales. Y dice: "sirve para una relación profunda, paz mental, aliviar tensiones y dolores, regular el sistema nervioso, favorecer la disolución de cálculos renales y quistes, profundizar la sensibilidad y ayudar en casos de insomnio".

Particulares sonidos surgen de una técnica milenaria que actúan directamente sobre las células humanas y sus memorias. Una experiencia que sólo se comprende cuando se vivencia.






 La bahiense Jezabel de los Santos trabaja desde hace dos años con vasijas hechas con la aleación de varios metales. Y dice: "sirve para una relación profunda, paz mental, aliviar tensiones y dolores, regular el sistema nervioso, favorecer la disolución de cálculos renales y quistes, profundizar la sensibilidad y ayudar en casos de insomnio".


 --Sacate el cinturón, el reloj, las zapatillas. Si tenés celular dejalo ahí arriba-- pide Jezabel.


 La miro. Sólo la miro.


 --Acostate boca arriba-- es su segunda frase.


 Le hago caso. Y por más que tengo remera de manga larga y jean, y en el lugar no hace frío, ella me tapa con una manta.
--Te puede bajar un poco la temperatura del cuerpo -- me advierte.



 Acepto. De ahora en adelante, su voz será pausada y baja.
--Cerramos los ojos. Llevamos la respiración al abdomen. Ahora a la zona de los hombros-- dice Jezabel.
Dirá más palabras. Casi no la escucho. Su voz está lejos. Al rato empiezo a sentir los "gongs". Y unos minutos después lo último que recordaré durante un tiempo: el frío de uno de los cuencos más pequeños sobre mi frente. Y las primeras vibraciones.

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Jezabel de los Santos tiene 28 años y se crió en el centro de nuestra ciudad. En febrero de 2008 hizo un curso de cuencos tibetanos en la Escuela Luz Venidera, en el barrio de Palermo de Buenos Aires.
Dice que llegó a los cuencos tibetanos porque es profesora de expresión corporal y eso la conectó con todo lo que tenga que ver con el cuerpo.









 --Creo que fue en noviembre de 2007 cuando vi un folleto y me metí en la página (web). Después me fui a hacer el curso a Buenos Aires.
--¿Así nomás?
--Sí. Invertí lo todo el dinero que tenía y me fui. Tenía que pagarme el alojamiento, la comida, el curso... tenía que arriesgarme a hacerlo. Algo me decía: "es esto".
--¿Y qué es esto?





 --Los cuencos trabajan sobre los líquidos del cuerpo mediante las vibraciones que provoca el sonido. Se apoyan en las articulaciones y actúan en tres planos: conciencia, físico y emoción. Con los cuencos se armoniza cada célula. Produce una profunda limpieza celular y libera antiguas memorias impresas justamente en las células, que son las que nos inducen a repetir hábitos poco saludables. Toda terapia basada en el sonido se apoya en el principio de resonancia: una vibración más intensa y armónica contagia a otra más débil, disonante o poco saludable.


 --¿Quién viene?


 --Cualquier persona.


 --¿Qué provoca?


 --Una relación profunda con uno mismo y paz mental. También alivia tensiones y dolores, regula el sistema nervioso, favorece la disolución de cálculos renales y quistes, profundiza la sensibilidad y revierte casos de insomnio.


 --¿Cuántas veces hay que venir?


 --Para generar una transformación se tarda unos seis meses con una clase cada 15 días. Si son casos muy severos de problemas emocionales se puede hacer una clase por semana.


 --¿De dónde viene esta técnica de los cuencos?


 --Se calcula que puede tener unos 5.000 años, aunque no hay certezas sobre su origen. Tampoco un lugar muy exacto, sí que tiene relación con el Tíbet y el budismo.


 --¿Cómo capacitarse para ofrecer esta terapia?


 --Hay que estudiar. Porque uno puede sacarle sonidos al cuenco, pero lo mejor es que te lo enseñen. Para lograr los correctos es mejor que te lo indique alguien que sabe.


 --¿Cómo lograr ese sonido correcto?


 (Jezabel pasa una de las baquetas --palos de madera-- sobre el borde de uno de los cuencos y empieza a escucharse)


 --Se puede hacer de esta forma y si no lo que llamamos "gongeo", que es cuando golpeamos la baqueta contra el cuenco.


 --¿Tenés que entrar en un estado especial?


 --Primero charlo con la gente que viene a la terapia: uno no puede trabajar con un ser si no sabe qué le pasa. Y después hay que tener muy presente que toda sanación trabaja con la compasión. Si uno no se compadece no se puede saber por qué está mal.

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 Jezabel me vuelve a la realidad. Estoy boca abajo. No sé exactamente cuando me di vuelta. Le pregunto la hora. Me dice que son las 4.30, justo una hora después de haber empezado. El dolor que tenía a la altura de los hombros ya no está. El dolor de cabeza, tampoco. Eso que me había dicho de la relajación y de la paz mental se me hace cierto. Y quizás hayan sido los cuencos tibetanos, nomás.

MAXIMILIANO PALOU


De 150 a 1.000 pesos









 Según la tradición, los cuencos tibetanos deben respetar en su conformación la aleación de siete metales: plata, oro, estaño, plomo, mercurio, hierro y cobre. Pero Jezabel explica que no siempre es así y que depende de dónde se compren. Ella aconseja comprar los que se elaboran en la India. Los valores pueden ir desde los 150 hasta los 1.000 pesos, dependiendo los tamaños y la calidad.


 --¿Cómo los elegís?


 --Voy personalmente a Buenos Aires. Se pueden comprar por Internet, pero prefiero verlos, además llevo los míos y busco que estén entonados entre sí.


 --¿Cómo?


 --Sí, tienen que tener una armonía entre unos y otros.


 A manera de ejemplo hace un toque en cada uno de los seis o siete que tiene en el piso. Y se nota lo de la continuidad... y se produce una música especial en ese entrepiso de madera en el que Jezabel atiende.