Bahía Blanca | Martes, 24 de junio

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Albert Camus El cine y la peste del autoritarismo

"Nuestra felicidad está siempre amenazada, porque el bacilo de la peste no muere jamás". La frase aparece al final de la película La peste, de Luis Puenzo, y fue extraída de la novela de Albert Camus. Para el escritor argelino, la "peste" es el totalitarismo, que amenaza resurgir cíclicamente bajo diferentes formas. Una de ellas es el autoritarismo.




 "Nuestra felicidad está siempre amenazada, porque el bacilo de la peste no muere jamás". La frase aparece al final de la película La peste, de Luis Puenzo, y fue extraída de la novela de Albert Camus. Para el escritor argelino, la "peste" es el totalitarismo, que amenaza resurgir cíclicamente bajo diferentes formas. Una de ellas es el autoritarismo.


 El 4 de enero se cumplieron cincuenta años de la muerte de Camus, por causa de un accidente automovilístico. Había nacido el 7 de noviembre de 1913 en Argelia. Su madre era de origen español y analfabeta y su padre, un modesto agricultor y uno de los primeros franceses que perecieron en la batalla de Marne, en 1914, apenas iniciada la Primera Guerra Mundial.


 Después de una niñez miserable en el barrio de Belcourt, pudo acceder a huna beca para estudiar en el Liceo de Argel, gracias a la ayuda de un tío y a la que le proporcionó el profesor Louis Germain, a quien le dedicó el Premio Nobel de Literatura.


 A partir de 1931 cursó Filosofía y Letras en la Universidad de Argel, de donde egresó en 1936. Su tesis de graduación versó sobre Plotino y San Agustín. A partir de los escritos de este santo, Camus meditó sobre la libertad, la salvación y el mal, temas presentes en sus obras.


 En 1935 se afilió al Partido Comunista, para romper apenas un año después, cuando esta organización modificó su política respecto de los árabes. En ese mismo año fundó el Teatro de los Trabajadores (Theatre du Travail), con la finalidad de "educar a los obreros".


 En 1938 comenzó a trabajar en el periodismo en Argelia y tres años después, cuando la censura comenzaba a "asfixiarlo", se radicó en París e ingresó al Paris Soir. En 1940 se casó con Francine Faure, luego se sumó a la Resistencia francesa y en 1944 fundó el diario "Combat", desde donde asumió un enfoque crítico del comunismo soviético y polemizó con Jean-Paul Sartre. El 10 de diciembre de 1957 recibió el Premio Nobel de Literatura por el conjunto de su obra.


 Antes de finalizar la década del cuarenta, Camus ya había escrito varias de sus obras fundamentales: El extranjero (1942), El mito de Sísifo (1943), en la que habla sobre el suicidio y plantea el absurdo de la existencia humana, La peste (1947) y las obras de teatro El malentendido (1944), Calígula (1945), Los justos (1950) y El estado de sitio (1948).


 Luego verían la luz El hombre rebelde (1951), donde continúa su reflexión sobre el suicidio y examina la ideología y las formas revolucionarias; La caída (1956) y El primer hombre, novela inconclusa, de carácter autobiográfico, publicada después de su muerte, en 1991.


 Camus siempre se negó a ser encasillado en tal o cual corriente filosófica. Sin embargo, en sus textos se advierte una recurrente preocupación por la pequeñez del ser humano, desde una óptica existencialista. En El mito de Sísifo, escribió: "No hay más que un problema filosófico verdaderamente serio: el suicidio. El problema fundamental de la filosofía es el de saber si la vida vale la pena, o no, de ser vivida".


 
El cine y la obra literaria de Camus



 Son pocas las obras de Camus traspuestas al cine.Las versiones más conocidas son El extranjero (1967), de Luchino Visconti, con Marcello Mastroianni; Anna Karenina, con George Wilson y Bernard Blier; y La peste (1992), de Luis Puenzo, con William Hurt, Sandrine Bonnaire, Robert Duvall, Raúl Juliá, Jean-Marc Barr y Lautaro Murúa.


 El extranjero fue la primera novela de Camus. La comenzó a escribir en 1938 en Argelia, la concluyó en 1940 en París, pero recién fue publicada en julio de 1942. Cuenta la historia de Meursault, desde el momento que recibe la noticia de la muerte de su madre, hasta que es condenado por un asesinato.


 Camus desarrolla una soterrada, pero a la vez implacable crítica a los valores de la sociedad de su tiempo. Durante los interrogatorios, Meursault no oculta su manera de pensar. Para la sociedad, es un "insensible". El fiscal le muestra un crucifijo y espera muestras de arrepentimiento.
"Usted --le dice-- tiene que creer en Dios. ¡Todos los demás han llorado frente a este símbolo! Si no lo hace, mi vida no tendría sentido". Pero Meursault no considera que deba llorar para que la vida del fiscal adquiera sentido.



 La Justicia, que puede comprender la fatalidad de su acto criminal, no admite el desafío que significa su franqueza. Condenado a muerte, Meursault se convierte en "alguien". No pudiendo soportar su inocencia, la sociedad le confiere la personalidad de "culpable". En este enfoque de Camus aparece implícita su crítica al sistema judicial, por su "pretensión" de hacer justicia a partir de un supuesto patrimonio de la verdad.


 La adaptación de El extranjero la realizó Visconti con la Suso Cecchi D'Amico. El director pensaba utilizar el libro sólo para un punto de partida destinado a mostrar la intervención de los asesinos de la OAS, la tortura y lo que era Argelia en 1967. Pero Francine Faure, la viuda de Camus, no aceptó que se modificara un ápice de la historia original.


 Por otra parte, para Visconti el actor ideal para personificar a Meursault era Alain Delon, pero sus exigencias llevaron al productor Dino de Laurentiis a desistir de él y reemplazarlo por Mastroianni, gran actor, pero no el indicado para el personaje.


 Habiendo perdido dos de las motivaciones que lo impulsaron a filmar El extranjero, a Visconti le quedó una novela interesante sobre el sentimiento absurdo de la vida, pero imposible de trasladar al cine literalmente. Y para no contrariar las exigencias de la viuda de Camus, decidió hacer una trasposición fiel, cuidada y "culta", pero redundante.


 La peste representa la fase de mayor madurez de Camus, en el sentido de que el ambiente y los personajes de la novela condensan felizmente las voces, los problemas y las instancias morales del autor. La historia está ambientada en la ciudad argelina de Orán.


 La ciudad es declarada en cuarentena. Quien asume la conducción de la lucha y arriesga su vida, es el doctor Bernard Rieux, hijo de un obrero y conocedor de las miserias humanas, con el apoyo del periodista extranjero Raymond Rambert y de Jean Tarrau. Finalmente, la peste es vencida y las puertas de la ciudad se vuelven a abrir. Hasta aquí la novela.


 La peste fue adaptada en 1991 por Luis Puenzo. El rodaje se realizó entre agosto y noviembre de ese año, en escenarios de La Boca, Barracas y la isla Maciel.


 Pero Puenzo fue objeto de agrias diatribas por "camusistas" franceses e italianos, que lo acusaron de traicionar el texto original. Las observaciones aludían al cambio de sexo de uno de los personajes (Rambert), las circunstancias de la muerte de otros dos y la ambientación de la historia en "una ciudad de un país de América del Sur". Un cartel colocado al comienzo del filme dice: "Orán. Sudamérica. 199...". Sin embargo, la adaptación y el enfoque son dos de los aciertos de la película. Puenzo no fue fiel en un sentido literal, pero sí al discurso moral y político de Camus.


 En el filme, la periodista Martine Rambert y su camarógrafo se ven impedidos de salir de Orán por la aparición de una peste y la imposición de la cuarentena para circunscribir el peligro de contagio. La ciudad es ocupada por fuerzas militares, que ejecutan a quien osa evadir el cerco. En ese contexto, hay quien combate la plaga y quien lucra a su costa.


 Esos personajes toman contacto con el doctor Rieux, que oficia de narrador de la historia y, en la intención de Puenzo, es la memoria de su pueblo. El filme incluye una deliberada intemporalidad y un excelente trabajo de ambientación, que combina elementos de la década del cuarenta con modernas computadoras y teléfonos portátiles, con la intención de subrayar la validez universal y sin límite de tiempo de la "peste" entendida como totalitarismo.


 Camus situó la historia en la ciudad de Orán, Argelia, a la que imaginó asolada, aislada y sometida a cuarentena por una peste que asumía un perfil de metáfora sobre el nazismo. Puenzo tomó lo esencial de esa historia y la ambientó en una ciudad que puede ser Buenos Aires o cualquiera otra de Sudamérica --aunque siga llamándose Orán--, para hablar en términos de parábola sobre dictaduras, represiones, desaparición de personas, indiferencia cómplice o colaboración interesada con los regímenes autoritarios de turno. Las dudas respecto de esta intención quedan aventadas en las secuencias finales del filme.


 Pero Puenzo va más allá de la alegoría histórica, para plantear --con Camus-- el peligro de la reaparición de la peste del autoritarismo. Las expresiones de xenofobia en la época de filmación de la película y en la actualidad fueron y son signos inequívocos de que los gérmenes del totalitarismo no fueron aniquilados y están prestos a resurgir, en un proceso que tiende a repetirse cíclicamente.




El tango (Nota II)

Expresión de un tiempo diferente



De 1880 a 1900: la infancia















 Diversos fenómenos socio-políticos provocan cambios de gran trascendencia en este Buenos Aires que se está convirtiendo en una de las grandes metrópolis del mundo occidental, donde se está gestionando el tango. Los hechos sobresalientes que provocan este desarrollo prodigioso son, a grandes rasgos, los siguientes:


 --El problema de los indios que atacaban y asolaban constantemente las poblaciones pampeanas dificultando su desarrollo, queda solucionado gracias a la definitiva Conquista del Desierto efectuada por el general Julio Argentino Roca; esto permite la recuperación y la explotación agrícola de esta gran parte del territorio argentino, provocando el auge de la producción agropecuaria del país: se siembran cereales y se incrementa la cría de ganado; en ese preciso momento, surge la técnica de la conservación de las carnes en cámaras frigoríficas, las que son instaladas en los buques transatlánticos, lo que le permite a la Argentina exportar su ganadería a Europa reportándole grandes ingresos de divisas.


 --Termina la Guerra del Paraguay (1870), lo que asegura la paz, tanto interna como externa.


 --La ciudad de Buenos Aires adquiere una importancia fundamental al convertirse en la Capital Federal de la República Argentina.


 --Se instala el Ferrocarril en nuestro país: se tienden las primeras líneas ferroviarias y se coloca el telégrafo, lo que facilita las comunicaciones.


 --Gobierna una élite europeizante que busca el progreso del país tomando como modelo a Europa, logra importantes inversiones de capitales extranjeros y provoca una inmigración masiva desde Italia y España. Esta inmigración era particularmente masculina y era lógico que este supernúmero de hombres provocara una notable demanda de atención femenina.


 Todas estas circunstancias favorecen ampliamente los comienzos del tango por la necesidad y el apetito de esparcimiento de la población que, gracias a esta bonanza económica en la que abundan las fuentes de trabajo, goza de condiciones económicas favorables.

Lugares donde surge el tango






 Son estos lugares los centros neurálgicos de la "mala vida":


 --Los boliches de la ribera del Riachuelo, La Boca (Vuelta de Rocha), como puerto; el sur con la ciudad de Avellaneda como centro, así como Dock Sur y la isla Maciel. Hay un gran movimiento de buques en estos puertos donde se operan las maniobras de carga y descarga de mercaderías que provoca la afluencia de marineros extranjeros, quienes luego van en busca de los prostíbulos y de diversión.


 --Los mataderos y los corrales ubicados en los arrabales de la ciudad (el término proviene del árabe arraba, que quiere decir extramuros; también posiblemente, del hebreo rabbah, que significa multiplicarse), donde llega la hacienda desde el campo, tanto para abastecer la ciudad como para la exportación. Y ahí encontramos a los gauchos y carreros del campo en contacto con la gran ciudad, lo cual dará lugar a que ciertos payadores de "tierra adentro" se conviertan en "payadores urbanos".


 --Los "cuartos de chinas"; muchas mujeres del interior de nuestro país se habían incorporado a las filas de los "milicos", es decir los soldados que realizaron la conquista del desierto en la lucha contra el indio, así como en la guerra del Paraguay; habían oficiado de cocineras, enfermeras y de pareja de los soldados. Al terminar la campaña militar, estas mujeres se instalaron cerca de los regimientos y muchas de ellas no tuvieron otro recurso que dedicarse a la prostitución.


 --Los burdeles, llamados vulgarmente "quilombos", que, más allá del atractivo femenino, eran también un lugar para pasar un rato bailando (a veces los hombres bailaban entre sí), mientras alguna de las damas quedaba libre para atender a quienes esperaban su turno. El sistema estaba organizado de manera tal que el cliente que llegaba, pagaba por adelantado el servicio a la "madama", quien le entregaba la ficha de hojalata. Esta ficha, el cliente se la daba a la mujer que le decía en el momento de atenderlo: "Dame la lata" (la expresión es también el título de un tango de la época).


 --Los cafetines, donde principalmente se jugaba a los naipes, así como los "cafés de camareras", donde los clientes concurrían para entablar relación con las camareras; los peringundines (término que deriva de un local de La Boca, cuyos dueños eran Domingo Piris, alias "Pirín", y José Gundín, guitarrista y acordeonista, respectivamente); las academias de baile (centro de Buenos Aires y barrios aledaños), lugares donde, además de aprender a bailar el tango, los clientes podían relacionarse con las bailarinas.


 Los personajes que se destacaron en esa época fueron los "guapos" y los "compadritos", en general proxenetas de las mujeres prostitutas. Pero existían también lugares de prostitución de categoría, como "lo de Laura" (Laurentina Monserrat), en Paraguay 2512, y el lujoso salón de "María la Vasca" (María Rangolla), en Carlos Calvo 2721.


 Los músicos que actuaban en estos lugares lo hacían en "Tercetos" formados por un violín, una guitarra (pocas veces, el arpa; alguna vez, la mandolina) y una flauta (raras veces, el clarinete).


 La música popular que se escuchaba en aquel momento puede sintetizarse de este modo: la corriente criolla, campera, con los gatos, cielitos, estilos y otras danzas del campo, y la corriente porteña, con la milonga y el tango. Entre la sociedad burguesa influía la corriente europea con la polka, la mazurca, las cuadrillas y otras danzas originarias del Viejo Mundo.


 Pero más allá de los tercetos antes mencionados, debe señalarse otro fenómeno musical cuya figura principal es la del payador, especie de "trovador" americano; la payada en sí era cantar y la payada "de contrapunto" era entre dos payadores. Y poco a poco surge la figura del cantor popular. Los payadores actuaban en "las orillas" de Buenos Aires en contacto con el campo interior, aunque también existían "payadores urbanos", que actuaban en el centro porteño.


 En definitiva, el tango incorpora los elementos de la mala vida, de la violencia, de la prostitución, además del cocoliche italiano y del baile con carácter erótico. De esta época es necesario recordar los nombres del "Negro" Rosendo Mendizábal (1868-1913), con su tango El entrerriano, y de Angel Villoldo, con su tango El Choclo, entre otros.




Una síntesis vital


Entre un siglo y otro
Por Arturo Pellet Lastra
Poesía.
Ediciones Corregidor. 2009.















 Es una buena mezcla entre De senectute, el manual de Cicerón para enfrentar la vejez, y el Menino Antigo, la magistral nostalgia de su infancia por Carlos Drummond d'Andrade, este nuevo poemario de Arturo Pelley Lastra, antaño fogoso militante estudiantil, luego cronista del diario "La Prensa" y hogaño profesor de Derecho Político y Teoría del Estado en la facultad porteña.


 Desde el comienzo, en cada poema se funden la nostalgia de aquella juventud, el amor a la familia, la rebeldía ante las injusticias y la visión filosófica de la ineluctable muerte...


 "Soy algo niño, un poco viejo, muy joven, traficante de ensueños en la vigilia de mi noche", se define el autor y recuerda: "en ese mundo tan antiguo en que uno habitaba, solo circulaba un Ford modelo 38... y las calles estaban ocupadas por chicos que tiraban con hondas que nunca daban en el blanco". Pero luego: "Cuando tenía 25 años, todo: árboles, relojes y cosas tenían la medida de lo infinito... cuando tenía 30, también me creía inmortal...". Y hoy: "sobre el final del día, uno está solo y se pone a medir el tiempo pasado... se acorta la piel de su tránsito humano, pero no retarda el final del día, donde el Señor nos aguarda para tomarnos de la mano...". Buena síntesis vital, escrita con excelencia en las formas.


 Roberto Aizcorbe