El horror por el horror mismo
Se ha dicho que ¡Está vivo! es una remake de un filme de los años setenta dirigido por Larry Cohen, pero se trata una verdad a medias. Es cierto que esta versión de Josef Rusnak se basa en la de Cohen, pero entre ambas existen notorias diferencias de enfoque, de estructura y calidad.
El filme de Cohen data de 1974, pero en la Argentina fue prohibida por el Ente de Calificación Cinematográfica y recién se estrenó en julio de 1979, con el título de El monstruo está vivo.
El propio Cohen realizó en 1978 una secuela, titulada It lives again, que en nuestro país se exhibió a partir de enero de 1980 como El monstruo vuelve a nacer.
En la primera, el matrimonio protagonista tiene un hijo que por causa de un desequilibrio genético nace como un monstruo, dotado de colmillos, garras y fuertes instintos criminales.
En la segunda, el nacimiento de esas criaturas monstruosas se expande, genera una epidemia, forzando a la policía y al ejército a emprender una cacería nacional.
Y mientras eso ocurre, un grupo de científicos procura estudiar el extraño fenómeno, aduciendo que son la siguiente fase en la etapa evolutiva de la especie humana y tienen derecho a vivir.
En esta remake, la pareja está conformada por Lenore y Frank Davis y son felices frente a la perspectiva de ser padres. Pero a los seis meses de embarazo de Lenore, los médicos observan que el bebé ha crecido de forma desmesurada y urge practicar una cesárea.
Pero apenas nacida la criatura, los dos médicos y las dos enfermeras que intervinieron en la operación, son asesinados en la misma sala de partos. No hay indicios de la presencia de un asesino y la policía emprende la tarea de dilucidar el misterio. Por razones obvias, no sospechan del bebé.
Los padres llevan a la criatura a su casa, donde también vive un sobrino llamado Chris Davis, un adolescente que se moviliza en sillas de ruedas. En el original, Chris era el primogénito de la pareja protagónica.
La primera anormalidad que Lenore observa en su hijo, al que llaman Daniel (¿como el profeta?) es su extrema voracidad. Y a partir de este detalle se desarrollan las secuencias posteriores de la historia, aunque los hechos más sangrientos son resueltos mediante elipsis.
En ocasión del primer filme de Cohen, algunos exégetas quisieron descubrir un mensaje contrario a los abortos, pero el director descartó esa lectura. En esta versión de Rusnak se hace una alusión explícita a un intento de aborto por parte de Lenore, mediante la ingestión de pastillas adquiridas a través de Internet. Y eso actualiza la cuestión.
Larry Cohen consideró a sus propuestas no como películas de terror, sino melodramas en torno a la descomposición de las familias y una alegoría social sobre la mutación de la sociedad.
Pero de eso no queda prácticamente nada en esta versión de Rusnak, que hace agua por varios flancos, es de pésimo mal gusto y en la que prevalece el horror por el horror mismo. El guión es mediocre hasta extremos de ridiculez, y con las actuaciones ocurre otro tanto.
Pero la violencia también surge del propio discurso narrativo, por el dilema que enfrenta Frank en su condición de padre de un bebé con características monstruosas. La purificación, como ya es una tradición en el cine y también en la literatura, llegará por vía del fuego.
Además de las elipsis, otro punto a favor de esta versión es que dura sólo ochenta minutos, lo que reduce el sufrimiento.
Pero resulta difícil hallar un motivo razonable para estrenar este tipo de películas, más allá de que constituyen la dosis semanal de basura que Hollywood entrega a los espectadores que se atreven a verla.