Explicaciones cuando pasa el temblor
Mariano Buren
"La Nueva Provincia"
Al sismo del sábado 27 de febrero, en su versión bahiense, el geofísico José Kostadinoff lo estima en el orden de entre 4,5 y 5 grados de la escala de Richter. Lo describe como un movimiento que ingresó al territorio argentino con bastante fuerza, pero al ir pasando por núcleos de basamento estable, como los suelos de Neuquén, Río Negro o La Pampa, fue amortiguándose hasta llegar a Bahía con una oscilación menor, pero todavía considerable.
El docente de la UNS explica que esta ciudad está sobre un alto estructural, pero tiene fracturas a ambos lados, a unos 1.300 metros de profundidad, por debajo del basamento. Si bien son fracturas antiguas, indica que por ahí se pueden reacomodar un poco ante la llegada de ondas sísmicas de gran amplitud.
--¿Y cómo se traduce ese acomodamiento?
--Bueno, quizá se puede desestabilizar un poco el suelo, pero no mucho más que eso. No quiere decir que sea un terremoto de la zona. Más bien sería un rebote, una consecuencia inevitable de la intensidad de un sismo grande y lejano.
--¿De qué depende que un sismo afecte, o no, a la ciudad?
--Primero, de la magnitud del movimiento. Tiene que ser mayor de 6 grados de intensidad. Luego, de dónde esté ubicado el origen. A nosotros nos afectan principalmente los que suceden en Chile, San Juan, Mendoza y toda la zona andina. Pero lo que determina la repercusión es la profundidad del epicentro. No es lo mismo un sismo originado a 620 kilómetros de profundidad, que otro a 35 --como el reciente-- y mucho menos que uno a 17 kilómetros, como fue el de Caucete hace 33 años, que se sintió mucho en toda la ciudad.
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Cuando los pocos bahienses despiertos sintieron el tintineo de algunos adornos y objetos de vidrio, instintivamente miraron hacia los techos: las lámparas colgantes estaban balanceándose. Lentamente, pero de manera sostenida.
La mayoría de los desvelados, a medio camino entre la curiosidad y la preocupación, decidió investigar qué estaba pasando. Pero muchos enseguida percibieron ese mareo característico, de cuando el suelo parece desplazarse al margen de los propios pies.
No fue más que un minuto, quizá menos, pero muchos intuyeron que se había tratado del eco de un terremoto lejano. Y de los graves.
A las 3.35 de la madrugada del pasado 27 de febrero, Bahía Blanca recibió el repique del dramático sismo chileno, que alcanzó una escala de 8.8 grados en la escala de Richter, con epicentro en la ciudad de Concepción.
Alarmas de autos encendidas al unísono, tanques de agua y piletas agitándose, perros ladrando, gatos erizados, varios portarretratos caídos y algún que otro vaso roto fueron las ínfimas consecuencias del temblor.
Defensa Civil, Bomberos y el 911 recibieron más de mil llamados en pocos minutos. Una reacción habitual en quienes habitan una zona del país donde "sismo" es una palabra casi foránea. Sin embargo, en los archivos de "La Nueva Provincia" puede comprobarse que se trató del quinto sismo que afectó a la ciudad, al menos en el último medio siglo.
Los expertos y memoriosos saben de situaciones similares, incluso más graves. Las fechas del 22 de mayo de 1960, 28 de marzo de 1965, 23 de noviembre de 1977 y 17 de enero de 1978 son testimonios de jornadas marcadas por el miedo y la incertidumbre (ver aparte).
El agua, siempre un problema.
--¿Existe alguna chance, aunque sea mínima, de que se produzca algún sismo originado en suelo bahiense?
--La chance es nula. Estamos relativamente lejos de los centros de mayor actividad.
--Además de la zona cordillerana, ¿qué otros lugares sísmicos podrían afectarnos indirectamente?
--El Río de la Plata tiene una pequeña falla que se está acomodando y cada tanto puede generar algún tipo de temblor, como en junio de 1988. Pero no creo que represente un peligro. Sí habría que tener un poco más en cuenta una zona olvidada, como las Islas Sandwich del Sur.
--¿Por qué?
--Es un arco volcánico de mucha actividad, y si miramos los mapas, más allá de la gran distancia, se puede notar que traza una diagonal perfecta respecto de Bahía. Casi te diría que es la diagonal más cercana. Si una de las islas de ahí explotara por un volcán, la onda se propagaría por el mar a razón de unos 800 kilómetros por hora y llegaría cerca de 10 horas más tarde a nuestra zona.
--¿Un posible tsunami?
--Estoy hablando de tsunami porque tenemos un inconveniente extra. La ola de 800 km/h tendría un altura aproximada de un metro. Pero, al llegar al lecho del mar Argentino, subiría como una especie de rampa bien escarpada. Eso le haría perder mucha velocidad, pasando posiblemente a unos 50 km/h. ¿Pero cómo se disipa toda esa energía acumulada? Lo que se disminuye en velocidad se gana en altura. Entonces tendríamos que hablar de olas de hasta 30 metros.
--¿Y cómo podría afectar a Bahía Blanca?
--Habría que hacer un modelo en computadora para tener datos concretos. Calculo que, al menos, la ría, el Puerto, el Polo, Cerri e Ingeniero White estarían en graves problemas.
--¿Hay registros arqueológicos de que haya pasado alguna vez?
--No, pero tampoco tenemos demasiadas posibilidades de saber qué tipo de actividad sísmico-volcánica hay, o hubo, en las Islas Sandwich. Están en un foso marítimo, con una profundidad de 8.800 metros, y todo lo que pasa ahí debajo es muy difícil de ver. Había una estación que nos posibilitaba analizar la actividad de la zona, pero después de las Malvinas quedó en poder exclusivo de los ingleses.
--¿Estamos librados al "azar" de la naturaleza?
--Un acontecimiento así podría suceder dentro de las próximas 24 horas o recién en 10 millones de años.
--¿Habría alguna consecuencia positiva tras los terremotos?
--Podría decir que estos fenómenos acomodan y modelan la Tierra. Y, en algunos lugares, los países pueden ganar territorio en altura, quizás hasta uno o dos metros. Todo depende de cómo se bascule el sismo hasta encontrar equilibrio.
--¿Y en algún momento terminará de acomodarse?
--No, la Tierra se mueve todo el tiempo. La mayor parte de los planetas sólidos del Sistema Solar tiene movimiento de placas. Y en nuestro caso, por los próximos 100 millones de años, o más, todas las placas continentales van a seguir moviéndose.
--La sensación de que cada vez hay más terremotos, ¿está más relacionada con la sobreinformación de los medios que con un incremento real de sismos?
--Son ciclos que oscilan, no se puede decir que en tal época hubo más o menos terremotos, por lo menos en los últimos miles de años. Hace 100 millones de años, cuando se produjo la apertura de la corteza continental, empezó un movimiento de basaltos que duró casi 15 millones de años. A la sismicidad que pudo haber habido en ese momento me la puedo imaginar como algo espantoso y que quizás hasta pudo cambiar la rotación terrestre.
--¿Cuáles serían los mejores consejos para los vecinos, si es que la ciudad vuelve a moverse?
--Lo importante es saber que Bahía Blanca no es sísmica, que sólo recibe rebotes bajo determinadas circunstancias, que es algo que pasó pocas veces y que, cuando pasó, nunca alcanzó los 6 grados, que es considerado el comienzo de alerta. Y sobre todo, hay que entender que se trata de un proceso natural.
"No es lo mismo un sismo originado a 620 kilómetros de profundidad, que otro a 35 --como el reciente-- y mucho menos que uno a 17 kilómetros, como fue el de Caucete hace 33 años, que se sintió mucho en toda la ciudad".
José Kostadinoff
Agitado, pero no revuelto
En el preciso instante en que Carlos Manella, uno de los delanteros del seleccionado de la Liga del Sur, se disponía a encarar hacia el arco del combinado de 9 de Julio, una inesperada vibración en el césped desbarató todas sus intenciones, por no decir el partido íntegro.
Los miles de hinchas que ocupaban la cabecera local del estadio de Olimpo no tuvieron tiempo para entender qué había pasado en el campo de juego. Casi de inmediato sintieron que la tribuna de cemento empezaba a oscilarse, y el pánico fue inevitable.
Hubo corridas y algunas avalanchas en las salidas, aunque milagrosamente no hubo víctimas. El partido pudo retomarse un rato más tarde, con bastante menos público, para finalizar con victoria bahiense por 7 a 4.
Eran las 16.10 de la tarde del 22 de mayo de 1960 y, unos pocos minutos antes, la ciudad chilena de Valdivia acababa de recibir el terremoto más grande de todos los tiempos.
Además del momento de zozobra en la cancha, el sismo pudo percibirse con nitidez en todos los edificios altos: los vecinos del Taberner, el San Martín y el Cisneros, entre otros, hablaban de roturas, desmayos, llantos y corridas por las escaleras.
Muchos se agolparon ante las puertas del diario, para enterarse de lo que había pasado a través del servicio cablegráfico. Un rato después supieron del drama en toda su magnitud: el sismo, de 9.5 grados, se había cobrado unas 3.000 víctimas, además de destrozar prácticamente todo Chile.
Cinco años más tarde, el 28 de marzo de 1965, el rebote de un temblor más suave, pero que no dejó de generar inquietud, se sintió a las 12.34. Esta vez se trataba de un sismo en la región chilena de La Ligua, que causó 285 muertes. Y, al igual que en la oportunidad anterior, las escenas bahienses más dramáticas fueron para quienes vivían en los edificios altos del centro.
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El momento de mayor angustia llegó el 23 de noviembre de 1977. Aquel día, exactamente a las 6.23, un terremoto de 7,5 en la escala de Richter destrozó a la provincia de San Juan, con centro en la localidad de Caucete. Hubo 65 muertos y millones de dólares en pérdidas.
Pocos minutos más tarde, la onda expansiva llegó a Bahía. Ante la magnitud del temblor, los vecinos huyeron de sus casas en ropa de cama, sin preocuparse por las formas, y comenzaron a agruparse en la plaza Rivadavia.
Todos tenían algo para contar: despertares bruscos, caídas de la cama, destrozos, mareos, ahogos, golpes contra las paredes, crisis de nervios.
"Yo vi la muerte cerca", dijo entonces una señora en pijamas en pleno centro, sin suponer que otra acababa de fallecer de un infarto en su departamento de Estomba al 100.
A diferencia de las experiencias previas, este sismo se sintió en otras zonas de la ciudad, como Pacífico, Noroeste, Pedro Pico, Universitario, Napostá y La Falda, con rajaduras de paredes y caídas de mampostería.
Quedó una impresión tan fuerte, que muchos no dudaron en bautizarlo como "El día en que la Tierra tembló en Bahía".
Dos meses más tarde, el 18 de enero de 1978, una réplica de Caucete llegó a las 11.33, pero esta vez el miedo fue psicológico: todos creyeron por unos segundos que se estaba repitiendo el fenómeno del noviembre anterior. Por suerte, la oscilación duró unos pocos segundos y se esfumó sin mayores consecuencias.
Hasta el pasado 27 de febrero, ése había sido el último sismo con escala en Bahía. Ahora, habrá que actualizar los archivos.