Bahía Blanca | Jueves, 03 de julio

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"Escribí para canalizar el dolor y la bronca"

Graciela Núñez trabaja como docente en Viedma y --según dice-- siempre le gustó escribir. Quizá por eso, frente a la tragedia del Colegio Islas Malvinas, que hace seis años se llevó la vida de su ahijada Sandra, tuvo la idea de utilizar las palabras, esas palabras que siempre la atrajeron tanto, para calmar su dolor.

 Graciela Núñez trabaja como docente en Viedma y --según dice-- siempre le gustó escribir. Quizá por eso, frente a la tragedia del Colegio Islas Malvinas, que hace seis años se llevó la vida de su ahijada Sandra, tuvo la idea de utilizar las palabras, esas palabras que siempre la atrajeron tanto, para calmar su dolor.


 "Siempre escribí, pero desde la muerte de Sandra lo hago para canalizar el dolor... o la bronca. Escribir sobre lo que pasó y lo que sentí me ayudó a sobrellevar muchos sentimientos difíciles", dice, en la cocina de su casa en el boulevard Moreno.


 El 28 de septiembre del 2004 no fue un día común para la comunidad de Patagones, y mucho menos para la familia de Graciela. Comenzó así, pero poco antes de las 8, en el aula de 1º B de la Escuela de Educación Media Nº 202 "Islas Malvinas", un alumno de 15 años --que luego todo el país conocería como Junior-- extrajo una pistola 9 milímetros que le había robado a su padre, un suboficial de la Prefectura Naval, y comenzó a disparar contra sus compañeros.


 En el acto tres jóvenes vidas --las de Federico Ponce, Evangelina Miranda y Sandra Núñez-- se apagaron, y otros cinco chicos quedaron heridos. Todos los sobrevivientes, sin excepción, aún cargan con las secuelas psicológicas de la tragedia.


 Ese fatídico día Graciela perdió a su sobrina, y se inició un proceso de duelo interior que aún no culmina del todo, y que dio origen al libro Crónica de una tragedia. Carmen de Patagones, un antes y después.


 "El libro habla de la tragedia en sí, pero más que nada de cómo la vivimos y padecimos mi familia y yo. En su momento no salimos a hablar mucho del tema en público, pero sufrimos mucho desde el silencio", confiesa Graciela.


 "En el libro por ahí hablo de todas las cosas que pasaron y no las entendía... y que aún sigo sin entenderlas. También cuento muchas cosas que pensé que se iban a modificar, pero que no cambiaron en nada", dice.


 "De hecho, alguna vez un funcionario me dijo que no me creyera que, porque pasó lo que pasó, alguna vez iba a cambiar algo. `Ni siquiera en Patagones', me advirtió. Y la verdad es que tuvo razón", completa.


 Las primeras escrituras de la pluma de Graciela llegaron como una forma de desahogo, a los pocos meses del fallecimiento de Sandra. Según recuerda, en ese entonces comenzó a hacer terapia --aún continúa-- y su analista le sugirió que volcara en un libro todo lo que había escrito.


 "Entonces me animé y en 2008 empecé a reunir todo lo que tenía, a armarlo y a darle forma, hasta que el año pasado fue editado", recuerda.


 La obra se presentó hace unos meses en la Feria del Libro en Buenos Aires, en tanto que, en Patagones, será lanzada el 9 de este mes.


 "Es el fruto de un trabajo difícil --dice Graciela-- porque al hacerlo se mezclaron un montón de sentimientos. Inclusive, todavía no lo volví a leer después de que se editó. Llego hasta cierto punto y no puedo seguir, porque es como revivir todo".


 El libro es, básicamente, una cronología en la que Graciela relata no sólo lo sucedido, sino también la situación de la familia Núñez y su relación con Sandra.


 "Ella no sólo fue mi ahijada, sino que fue hija de una madre soltera y llegó a estar un mes internada en Bahía Blanca, donde logró salvar su vida. Era, de alguna forma, un poco la hija de los cuatro hermanos, a tal punto que venía de vacaciones conmigo y tenía una relación muy especial con mi hijo, porque se criaron juntos", evoca.

"Nada cambió desde aquel 28 de septiembre"




 "El objetivo del libro no sólo es expresar lo que sentí y siento, sino también llamar la atención para que analicemos qué pasa con los chicos en nuestro país", remarca Graciela.


 Sin embargo, también aclara que "nada cambió desde aquel 28 de setiembre de 2004".


 "Creo que el cambio en las escuelas tiene que estar dado por un refuerzo de los equipos de terapeutas que abordan los problemas de los chicos y sus familias. De este chico --habla de `Junior'-- se decía que ya traía problemas desde el jardín de infantes, y nadie hizo nada", dice.


 Respecto del hecho en sí --inédito en la educación argentina hasta ese momento--, Graciela cree que, por la realidad que se vive en las escuelas de nuestro país, podría repetirse en cualquier momento.


 "Trabajo como docente en Viedma y veo a muchos chicos con mucha violencia dentro suyo, en forma permanente. Y eso también lo veo en sus padres. La escuela es el sitio donde se reflejan los problemas que tienen los chicos en sus hogares, y por eso los docentes están soportando una carga cada vez más pesada. Las presiones de la profesión se hacen muy difíciles de sobrellevar", añade.

Javier Cambarieri/Agencia Patagones