Bahía Blanca | Lunes, 07 de julio

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Centro Comunitario San Roque, cuatro décadas de amor al prójimo

Que existe una Bahía Blanca solidaria, dispuesta a tenderle siempre una mano al que más necesita, parecen no quedar dudas. Y uno de estos ejemplos pueden verse a diario en Estomba 2345, donde funciona desde hace casi 40 años el Centro Comunitario San Roque. La historia de la institución se remonta a mediados de la década del '60, cuando sus iniciadores tomaron contacto con la dura realidad de numerosas familias asentadas irregularmente en terrenos lindantes al canal Maldonado, entre Zelarrayán y Estomba.




 Que existe una Bahía Blanca solidaria, dispuesta a tenderle siempre una mano al que más necesita, parecen no quedar dudas. Y uno de estos ejemplos pueden verse a diario en Estomba 2345, donde funciona desde hace casi 40 años el Centro Comunitario San Roque.


 La historia de la institución se remonta a mediados de la década del '60, cuando sus iniciadores tomaron contacto con la dura realidad de numerosas familias asentadas irregularmente en terrenos lindantes al canal Maldonado, entre Zelarrayán y Estomba.


 Neófitos, llenos solamente de sentido común, sin estudios sociales, supieron interpretar la realidad y pusieron manos a la obra para hacer al otro lo que uno espera que los demás hagan para uno.


 Desde el principio se los asesoró para los trámites de posesión de los terrenos, logrando que esas familias se convirtieran en propietarias y mejoraran sus viviendas.


 Constatado desde un principio el problema del alcoholismo, también tomaron contacto con el doctor Bereilh, en aquel momento director en el ministerio de la Salud para la Educación, que los vinculó con el presidente nacional de Alcohólicos Anónimos. Fue entonces cuando recibieron asesoramiento y ayuda para la creación de un grupo en Bahía Blanca.


 Transmitida la inquietud a médicos de la ciudad se destacó el empeño del doctor García del Cerro para ayudar a los enfermos de alcoholismo y se creó un primer grupo que se fue multiplicando.


 Al mismo tiempo unas maestras de escuelas de la zona se acercaron para ayudar en las tareas escolares a chicos con dificultades y la Hermana Eudosia, del Hospital Español, se las arregló para conseguirles la merienda a los chicos.


 Comenzó dando clases en un ranchito pero luego Juan José Martín facilitó el uso de un espacioso galpón en Zelarrayán 2053. No llovía adentro, pero eso sí, no se podía calefaccionar. Hubo sabañones de recuerdo para todo el mundo, aunque no faltaba la alegría.


 Una maestra voluntaria acompañaba los cantos con guitarra y se acercaban las madres para compartir. Las había muy habilidosas para hilar, tejer o reciclar ropa.


 Organizaron un pequeño ropero comunitario y con lo producido ayudaban para los útiles de la enseñanza.


 Una representante en Bahía Blanca del Ministerio de Acción Social de la Provincia, luego de una visita que hizo para conocer los chicos, tramitó becas para 50 niños y se organizó un servicio para su contención, educación y alimentación.


 Sin embargo, las instalaciones para la cocina y el comedor no presentaban condiciones apropiadas y requerían soluciones urgentes.


 Fue entonces cuando el señor Gillingan, de Alcohólicos Anónimos, puso a los directivos en contacto con funcionarios del Ministerio de Acción Social de la Nación, quienes los asesoraron, les entregaron planillas y formularios para que pidiesen una donación a fin de construir las comodidades necesarias.


 La única exigencia era, obviamente, conformar una institución legalmente constituida.


 Estatuto tipo en mano, se reunieron las familias que vivían alrededor, por caso los Smith, los Pérez, los Pedraza y otros, además se procuró la participación de otros vecinos de la ciudad (para evitar sospechas de creación de una institución barrial con funciones híbridas). Muy recordado fue Mario Salvadori, por su prolongada colaboración, que incluyó la cesión de dos medias manzanas de terreno a la altura de Terrada 2700, donde posteriormente se realizó un plan pro casa y ahora 48 familias tienen su vivienda de tres dormitorios.


 Al ser constituida la entidad de bien público se le impuso por nombre San Roque, como el barrio y se pidió el terreno fiscal existente en Estomba 2300 del loteo.


 Se compraron baratos y en cómodas cuotas mensuales cuatro terrenos, uno al contado con el dinero de ventas de tarjetas de augurios y otras actividades. En el municipio se hicieron los planos y con los padres se levantó el edificio de 7 aulas, dirección, secretaría, gabinete, cocina, despensa y salón comedor, además un depósito multiuso.


 Desde el principio de las actividades quedó patente el problema de la falta de oficios de los habitantes de la zona, especialmente de los jóvenes.


 En ese marco se tomó contacto con el Consejo Nacional de Educación Técnica (CONET) y se iniciaron trámites para la creación de una escuela de oficios. La institución debía hacer los talleres mientras que el ministerio de Acción Social aportaría máquinas y herramientas para carpintería y herrería.


 Paralelamente, en la Corporación del Comercio, Industria y Servicios había personas muy entusiasmadas para lograr el funcionamiento de una escuela de oficios, aunque eran años difíciles y se estaba alargando el tiempo pactado para la construcción,


 Sin embargo, la incipiente institución fue beneficiadas por el organismo alemán Misereor con un subsidio, mientras que el CONET enseñaba carpintería con dos misiones monotécnicas y brindó apoyo para la incorporación de la escuela a la Superintendencia Nacional de Educación Privada (SNEP) para el pago del personal docente.


 En 1978 el correcto funcionamiento de la escuela fue posibilitado por créditos fiscales que el CONET otorgaba en función de la cantidad de alumnos para los gastos de los servicios, las máquinas y herramientas.


 Si bien los talleres funcionaban adecuadamente, las aulas resultaban impropias por estar lindantes con las máquinas y, nuevamente, la buena suerte se hizo presente.


 Estando en Madrid, unos colaboradores tomaron contacto con Manos Unidas, organismo que otorgó los fondos necesarios para la construcción en planta alta de siete luminosas y amplias aulas, sanitarios, celaduría y otras dependencias.


 La Fundación Hermanos Rocca donó las chapas del techo. Los docentes, alumnos, padres y voluntarios colaboraron en la construcción.


 Hoy, casi 40 años después, la Escuela de Capacitación Laboral permitió que en sus instalaciones cursaran más de 4 mil adolescentes y, en horarios vespertinos más de 2.500 entre jóvenes y adultos. El resto de las realizaciones, que no son pocas, están a la vista en Estomba al 2.300. Sólo hace falta acercarse y abrir bien los ojos.