Bahía Blanca | Lunes, 20 de mayo

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A 10 años del Plan Estratégico Bahía Blanca

El 15 de diciembre de 1999 se presentó, en el teatro Municipal, el Plan Estratégico Bahía Blanca (PEBB) (1), un importante trabajo de planificación que, comenzado exactamente dos años antes, involucró a los sectores más diversos de nuestra ciudad en la formulación de propuestas estratégicas para el desarrollo local, con fuerte énfasis en la promoción social, el fortalecimiento productivo, la sustentabilidad urbano-ambiental y la gobernabilidad política.

 El 15 de diciembre de 1999 se presentó, en el teatro Municipal, el Plan Estratégico Bahía Blanca (PEBB) (1), un importante trabajo de planificación que, comenzado exactamente dos años antes, involucró a los sectores más diversos de nuestra ciudad en la formulación de propuestas estratégicas para el desarrollo local, con fuerte énfasis en la promoción social, el fortalecimiento productivo, la sustentabilidad urbano-ambiental y la gobernabilidad política.




 Desde entonces, muchos acontecimientos han sucedido en el plano local y nacional, como ser la crisis 2001/2002, el recambio de autoridades políticas y de partidos gobernantes a nivel municipal en 2003 (y dos años más tarde, nuevamente), los "vientos de cola" de la economía internacional, el apogeo de la construcción, el conflicto del gobierno con el campo y una nueva crisis del agua, por señalar sólo algunos.




 Luego de transcurridos 10 años, cabe preguntarse, ¿qué ha quedado de dicha experiencia? Y, específicamente, ¿qué debe actualizarse?




 Comencemos por decir que planificar es, simplemente, racionalizar acciones sobre el futuro. Todos lo hacemos; en todo caso, la dificultad está en el objeto a planificar. Y el desarrollo de una ciudad es un tema complejo, ya que involucra las relaciones sociopolíticas en un soporte físico natural y cultural.




 Por otra parte, planificar estratégicamente implica entender cuáles son los aspectos esenciales del desarrollo y operar decididamente sobre ellos. Para ello, hay dos requisitos básicos de cualquier plan: tener un buen diagnóstico y elaborar propuestas concretas.




 Si bien todos planificamos, aunque más no sea intuitivamente, para una ciudad no es lo mismo depender de las ideas de quien gobierna que gobernar con un plan explícito. Más aun cuando dicho plan tiene bases técnicas y participativas sólidas. Un plan con dichas características de gobernabilidad para quien ejerce funciones, previsibilidad para quienes habitan y seguridad para aquellos que invierten.




 Claro que no todo es perfecto. La realidad cambia permanentemente; hay nuevos problemas y, por ende, aparecen otros desafíos. Las dificultades y las oportunidades se presentan tanto en lo local como en lo nacional. El plan sirve para eso, es la brújula que orienta las decisiones en un horizonte de incertidumbre. Sin ella, las señales por dónde transitar (o navegar, según se prefiera) son siempre vagas.




 En tal sentido, es bueno señalar que las acciones emanadas de un plan se visualizan en distintos tiempos; por sintetizar: el corto, el mediano y el largo plazos. A ello corresponde la clasificación de planes operativos, tácticos y estratégicos. Específicamente, en la planificación de ciudades, los planes operativos y tácticos son aquellos que un gobierno hace visualizando el tiempo en el que puede o tiene certezas de ejercer su mandato.




 Los planes estratégicos, o sea aquellos que van de un mediano a un largo plazos (para ser concretos, más de 5 años), deben tener muy presentes estos escenarios cambiantes que suelen suceder (cambios políticos, vaivenes económicos, conflictos sociales, ambientales, etc.).




 ¿Qué se busca, entonces, con un plan estratégico? Nada menos que tomar las medidas que orienten un desarrollo sustentable más allá del gobierno que lo impulsa. Eso no se puede hacer por decreto ni por algún artilugio parecido. Sólo se logra haciendo participar a los diversos sectores involucrados, logrando que se apropien de dicho proceso y tomando las medidas inmediatas que orienten el desarrollo hacia el o los objetivos identificados. Se trata de inducir políticas futuras.




 El paso del tiempo genera, siempre, interferencias con lo pensado y el sostén de estas políticas depende mucho de la capacidad de maniobra de un gobierno, tanto sea para aprovechar nuevas oportunidades como para sortear o superar los no pocos problemas que siempre se presentan.




 Inmediatamente de presentado el PEBB, se trabajó en definir las acciones por las que se debía comenzar en cada uno de los proyectos. Muchas tareas eran responsabilidad del gobierno, pero otras involucraban a distintas organizaciones locales. Tal identificación tuvo que ver con un orden lógico en la consecuencia de las acciones o, también, restricciones coyunturales, como pueden ser las económicas, legales o políticas.




 Desde diciembre de 1999 a diciembre de 2003, se iniciaron muchos proyectos, avanzando los mismos en diferentes etapas. Sin embargo, fueron cuatro años caracterizados por escenarios nacionales de fuerte impacto local.




 El primero de ellos, el período que va hasta diciembre de 2001, se caracterizó por un creciente deterioro de la economía y un fuerte debilitamiento del gobierno nacional. El segundo de ellos, de 2002 a fines de 2003, fue, sin dudas, uno de los períodos más difíciles de la historia contemporánea argentina, por la crisis social, económica y política generada.




 Obviamente, durante estos tiempos, las acciones del PEBB cambiaron su énfasis, en función de cada contexto, pero, aun en los momentos más difíciles, el trabajo de formulación del plan permitió una mejor organización de las acciones proyectadas.




 Vale aclarar que cada proyecto implica una serie de acciones (o tareas) que requieren organizar y hacer. Pero los proyectos, por sí solos, no cumplen las expectativas deseadas, sino que se necesita siempre de un conjunto de ellos. Dichos "conjuntos" se organizan en torno de programas. Por lo tanto, no sólo el avance debía constatarse en cada proyecto, sino, fundamentalmente, en cada uno de los 9 programas.




 Acciones, proyectos y programas son instrumentos que permanentemente fueron evaluados, proponiendo y ejecutando tareas en forma continua, observando su adecuación en función de cada uno de los escenarios mencionados.




 En diversos grados, se avanzó en proyectos como la Mesa Coordinadora de Políticas Sociales, el banco de datos de organizaciones civiles, la capacitación de gerentes sociales, la creación de nuevos espacios de solidaridad, la reforma de la plaza Rivadavia, el proyecto de preservación del patrimonio arquitectónico del área central, la intervención del eje comercial Alsina-O'Higgins, la creación del consorcio Centro, la creación de la Agencia de Desarrollo, el Observatorio del Sector Económico-Productivo Local, la ampliación del Parque Industrial, la factibilidad del Parque Industrial Agroalimentario, el estudio de alternativas productivas para Cabildo, la consolidación de Bahía Blanca en la Red de Mercociudades y en el programa de cooperación internacional URB-AL, la construcción del complejo polifuncional municipal, el rescate de la usina General San Martín y su conjunto (incluyendo el muelle histórico y otras áreas cercanas), la actualización del Código de Planeamiento Urbano-Ambiental, el proyecto integral para asentamientos precarios e irregulares, el Plan Director de Infraestructura Urbana, la generación de un Sistema Urbano de Areas Verdes, diversos avances en el subprograma integral de Recursos Hídricos (lo concerniente a producción, transporte, potabilización, distribución y evacuación de las aguas), el Seguro Municipal de Salud, la reformulación del hospital Municipal, el reordenamiento y recuperación de tierras del sector costero, la creación del Area Natural Protegida, en la franja costera; el sistema de prevención de accidentes tecnológicos, la creación de un Comité Ejecutivo Intersectorial, la conformación de la Red de Ciudades del Corredor Bioceánico, diversos estudios para el mejoramiento de la infraestructura vial y ferroviaria, entre los más destacados.




 El cambio de gobierno, pero, fundamentalmente, la actitud respecto del trabajo que se había hecho con el PEBB dejó de lado el desarrollo consistente de los proyectos. No obstante ello, la tendencia de algunos programas se mantuvo.




 Durante la formulación del plan (1997-1999), se respetó mucho las ideas y propuestas que la sociedad venía discutiendo en los últimos treinta años. Lógicamente, hubo cambios, adecuaciones e innovaciones.




 Sin embargo, se perdió la coherencia que daba la elaboración de los programas. Por ejemplo: la revitalización del área central de la ciudad se basaba en seis proyectos, entre los cuales se encuentran la remodelación de la Plaza, la intervención en calles (ensanchamiento de veredas y nuevas peatonales), la preservación de edificios históricos, la modificación de las condiciones de tránsito y la creación del consorcio Centro.




 Como se puede apreciar, se ha avanzado en algunos aspectos, pero no en otros, teniendo, por lo tanto, logros parciales y/o conflictos sin resolver (según cómo se mire).




 En otros casos, las políticas posteriores cambiaron sustancialmente lo que se venía trabajando, como, por ejemplo, el programa de fortalecimiento de organizaciones sociales, donde se buscaba la capacitación y la coordinación del trabajo de cientos de entidades y miles de personas.




 En otros, los conflictos posteriores a la presentación del PEBB pudieron valerse del trabajo previo para formular claramente propuestas; es el caso de la seguridad ambiental, con la creación de un cuerpo especial. Otros proyectos con muchas posibilidades de haberse concretado quedaron olvidados y desactivados, por no existir alguien que los impulsara.




 En cuanto a lo urbano ambiental, sobresale, hoy, el tema del agua, dada la coyuntura que vive la ciudad. Los debates de entonces fueron muy similares a los presentes. La diferencia es que se logró un análisis de todas las propuestas (con los profesionales que históricamente se dedicaron, en nuestro medio, a estudiarlas), para establecer lo mejor de cada una y las dificultades que presentaban.




 También sucedió algo similar con las inversiones en infraestructura vial. Lograr acuerdos respecto de las prioridades en estos temas no fue nada fácil y, lamentablemente, hoy, vemos cómo se vuelve repetidamente al debate social sobre las mismas.




 Sin duda, los años que van de 2004 a 2006 han sido los mejores para la gestión de los municipios bonaerenses; al menos, en lo económico. También lo han sido ciertas políticas de obras públicas impulsadas por el gobierno nacional. Pero tal situación, ¿se aprovechó bien, en nuestra ciudad? Creo, definitivamente, que no. El PEBB, en tanto instrumento de gestión, hubiera permitido aprovechar mejor esas oportunidades.




 Pero no todo depende de lo externo. Los ya citados avances en el trabajo con las organizaciones civiles o los pasos dados en la elaboración de planes físicos (el urbano ambiental, el código del espacio público y el plan de infraestructura urbana) son aspectos del PEBB que fueron pioneros en nuestro país y que, definitivamente, se perdieron.




 En la actualidad, pueden verse como acertadas las decisiones de impulsar la reforma del Código de Planeamiento Urbano, la inversión en el área central, la incorporación de las tierras vacantes del Estado y las propuestas elaboradas para la franja costera, todas ellas enumeradas en el plan hace diez años.




 Sin embargo, es un desacierto no tener un plan de desarrollo urbano sobre el cual legislar (hacer el código), no impulsar un código que, además de urbano, sea ambiental (incorporando no sólo la noción de sustentabilidad, sino todo lo concerniente al espacio público), no tener proyectos específicos (técnicos y legislativos) para los barrios más postergados y querer ampliar más aun el área urbanizable (una total irracionalidad, que sólo puede explicarse desde la creación de nuevos mercados inmobiliarios).




 Como en la vida misma, toda experiencia sirve. El PEBB es una de las experiencias de planificación más importantes en la historia de esta ciudad y, como tal, su referencia siempre es oportuna. El proceso participativo fue sólido, aun cuando estas actividades nunca son perfectas ni, mucho menos, científicas, el producto de los talleres ha tenido un elevado nivel de consistencia. Nunca se había realizado una tarea con tanta participación ni con esa cantidad de participantes. Hasta ahora, tampoco pudo ser igualada.




 Si entendemos que lo bueno de un plan no es sólo el producto obtenido, sino el proceso realizado, entonces podemos acordar que aquella experiencia dejó un aprendizaje en la sociedad de cómo encontrar la forma de arribar a consensos que, sin perder la identidad de cada actor o sector, nos pueda permitir ponernos de acuerdo en cómo debe ser el desarrollo de nuestra ciudad.




 En síntesis: diagnósticos, propuestas, acciones específicas, proyectos realizados o parcialmente ejecutados, debates y consensos son parte de un capital social que esta sociedad/ciudad tiene en su haber. Negarlo es no reconocer un esfuerzo que es de todos. No aprovecharlo es creer que, en la perspectiva histórica de una ciudad, el único importante y valioso es aquel que gobierna. Construir una ciudad es la experiencia colectiva más fascinante que una sociedad tiene; hacerlo es un deber de algunos, pero, también, un derecho de todos.

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(1) Las principales publicaciones del PEBB pueden encontrarse en www.senadorzingoni.com/tulegislador/escritos/tabid/74/language/esCO/default.aspx.


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José María Zingoni es arquitecto; fue director de Planificación Estratégica de la Municipalidad de Bahía Blanca (1997-2003) y, actualmente, es senador provincial (GEN).