Bahía Blanca | Martes, 16 de abril

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Puerto Belgrano, Arroyo Pareja y Rosales

"El lenguaje es fuente de malos entendidos", hizo decir Antoine de Saint Exupéry al personaje del zorro en El Principito. La palabra distingue y particulariza. Y cuando la palabra es un nombre propio, en cierto modo crea al objeto que designa. Sin embargo, el uso de los nombres de los lugares (llamado toponimia) muchas veces conlleva equívocos y falsos supuestos y depara sorpresas apenas nos adentramos a averiguar sus orígenes. Ciertos topónimos esconden tras de sí una rica historia y es el conocimiento cabal de dicha historia lo que hace que los lugares que denominan se vean con otros ojos.

 "El lenguaje es fuente de malos entendidos", hizo decir Antoine de Saint Exupéry al personaje del zorro en El Principito. La palabra distingue y particulariza. Y cuando la palabra es un nombre propio, en cierto modo crea al objeto que designa.


 Sin embargo, el uso de los nombres de los lugares (llamado toponimia) muchas veces conlleva equívocos y falsos supuestos y depara sorpresas apenas nos adentramos a averiguar sus orígenes. Ciertos topónimos esconden tras de sí una rica historia y es el conocimiento cabal de dicha historia lo que hace que los lugares que denominan se vean con otros ojos.


 Nos adentraremos en la historia de tres topónimos vinculados al área portuaria de Coronel Rosales: Puerto Belgrano, Arroyo Pareja y Puerto Rosales.


 El 21 de noviembre de 1823, el gobierno de la provincia de Buenos Aires envió una misión de reconocimiento a la bahía Blanca, muy mal conocida hasta ese entonces y de la cual sólo se había avistado su entrada. Se deseaba fundar una población y un puerto en esas costas, tal como se dijo ya en la primera nota de esta serie.


 A bordo de la goleta estadounidense Clive, contratada al efecto, iba el jefe del Departamento de Ingenieros Martiniano Chilavert y el agrimensor Fortunato Lemoine. Como piloto de la expedición actuaba el español Joaquín Fernández Pareja, quien conocía la costa meridional bonaerense sólo por referencias.


 Fue en diciembre de 1823 cuando Lemoine y Chilavert hicieron un prolijo relevamiento de la costa de la bahía. Al mismo tiempo, el piloto Pareja exploró la desembocadura de un curso de agua, que de inmediato adoptó el nombre de arroyo Pareja en las cartas náuticas, en honor a su descubridor. Así, se inmortalizó el nombre del navegante que por primera vez reconoció su curso.


 Pero la primera sorpresa nos la ofrece el arroyo mismo, porque en realidad, en términos geográficos, este arroyo no es tal. Tal como se presenta en nuestros días, es una entrada de mar profunda en la costa, de boca ancha y que se angosta hacia el final de su recorrido.


 Es la primitiva desembocadura del río Napostá Chico, llamado también Sombra de Toro, Cabildo o Bajo Hondo, dependiendo del lugar por donde pase. Este río tiene por característica principal la variabilidad de su curso, lo que provoca que su desembocadura sea asimismo también inestable.


 Actualmente, sus aguas no desembocan en el mar, sino que se pierden en los campos de la zona que media entre Punta Alta y Pehuen Co. Vale decir, en lenguaje técnico, presenta una cuenca endorereica. Pero durante el siglo XIX desaguó al mar en forma de un pequeño estuario: hoy conocido como Arroyo Pareja. Esta circunstancia dio lugar a ciertas confusiones dentro de la cartografía de la época.


 Esta variabilidad obedece, fundamentalmente, a dos causas: una, de origen tectónico, dada la pendiente del terreno que obliga al agua a escurrirse en dirección contraria al mar; y otra de orden climático, ya que la acumulación de sedimentos provocada por los vientos secos del oeste, noroeste y sudeste, hace que se dificulte la llegada al océano de cursos con poco caudal.


 Otra historia ligada a las primeras expediciones navales es la causa de la denominación Puerto Belgrano. En la actualidad ese nombre se identifica, hasta confundirse, con el de la Base Naval construida allí. Sin embargo, lo cierto es que el área que abarca este fondeadero es mucho más vasta, ya que comprende también a Puerto Rosales.


 El origen del topónimo antecede en casi 80 años a la construcción del puerto militar por el ingeniero Luiggi.
El sitio, con fama de fondeadero seguro, fue visitado tradicionalmente por cuanto barco navegara por la zona. Allí, cazadores furtivos de lobos marinos, contrabandistas y navegantes de toda laya encontraban un refugio libre de tormentas y de grandes marejadas.



 Por otro lado, su gran profundidad natural lo hacía apto para recibir barcos de cualquier calado. Como se ha dicho, el gobierno provincial envió al lugar varias expediciones de reconocimiento, con el fin de hallar un sitio seguro para establecer un puerto y población.


 Así, el 23 de septiembre de 1824 partió, desde Buenos Aires, el bergantín de guerra "General Belgrano", al mando del capitán Francisco Seguy, en su primer viaje a las costas del sur provincial.


 Pero la impericia del piloto Joaquín Fernández Pareja (el mismo que dio el nombre al arroyo), al querer penetrar en la bahía, hizo fracasar a la expedición, que debió regresar sin cumplir su cometido. Esta desafortunada acción le debe a Pareja un juicio por parte del estado.


 Meses más tarde, el "General Belgrano" vuelve por estas costas, llevando esta vez por piloto a Diego Johnson. El 1 de febrero de 1825, el bergantín fondeó a la altura del Arroyo Pareja. A bordo de una chalúa, el subteniente Antonio Toll y Bernardet practicó un prolijo relevamiento de las costas y del fondo del apostadero.


 A la zona, vasto abrigo natural de buques, se la llamó, en homenaje al barco de la expedición, Pozos o Sonda del Belgrano y, más adelante, Puerto (del) Belgrano.
Este es precisamente el lugar en donde el capitán Félix Dufourq indicó que se debía construir el apostadero naval de la república que posteriormente el ingeniero Luiggi plasmara en realidad.



 Como Puerto Militar se lo conoció desde sus comienzos hasta que, durante la presidencia de Marcelo T. de Alvear, el Decreto del 12 de junio de 1923 cambió su nombre por el de Base Naval de Puerto Belgrano. (Lo que equivale a decir que dicho apostadero naval se halla ubicado en Puerto Belgrano).


 El otro gran puerto que ocupa el área de Puerto Belgrano es Puerto Rosales. Lo que hoy vemos es simplemente una mínima parte del proyecto original, concebido por el ingeniero Abel Julien Pagnard en 1912.


 Los avatares de la Primera Guerra Mundial, sumados a los malos cálculos empresariales, a la presión de intereses vinculados con Bahía Blanca e Ingeniero White, y a la desidia de las autoridades impidieron que se concretase lo que en los planos iba a ser el puerto cerealero más importante de América del Sur.


 Empezó sus días como "Puerto Comercial de Bahía Blanca". Así se llamaba la sociedad francesa que empezó a construirlo, por estar tanto en aguas de la bahía como en el ejido municipal de Bahía Blanca. Pero a despecho de la denominación oficial, la gente lo llamó Puerto de Arroyo Pareja, pues estaba recostado sobre él; también en alguna cartografía aparece señalado como Puerto Pagnard, pero el nombre geográfico se impuso.


 Lograda la autonomía de Punta Alta, el 12 de mayo 1945, se constituyó el Partido de Coronel de Marina Leonardo Rosales. Sin duda se eligió el nombre de un héroe de la Armada del siglo XIX para designar al nuevo partido, reforzando así los vínculos de la población con la marina, ya que poco tiene que ver Rosales con la historia de la localidad.


 Y pareció lógico que, para completar el homenaje al marino compañero del almirante Brown, el mismo puerto tomase su nombre. Ya con el puerto en manos de Nación, por el decreto Nº 5232/48 del 26 de febrero de 1948, firmado por el entonces presidente Juan D. Perón, se estableció definitivamente la denominación Puerto Rosales para la estación marítima comercial de Punta Alta.


 (NDR: Este material ha sido realizado por el Archivo Histórico Municipal, especialmente para "La Nueva Provincia", de cara al centenario de Puerto Rosales).