Bahía Blanca | Lunes, 11 de agosto

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Todo un bien de familia

Para llegar al principio de esta historia hay que retroceder medio siglo, cuando un tano empezó a fabricar zapatos. Hoy, abuelos, hijo, nuera y nietos, componen una pequeña empresa familiar que es un símbolo de Villa Mitre. Arriba el telón. Sócrates 1663. "Taller de calzado Juan Carlos" indica la vidriera. El escenario aparece entre mostradores, máquinas de coser y de cortar, cepillos, un par de carteles y estanterías repletas de zapatos.

Para llegar al principio de esta historia hay que retroceder medio siglo, cuando un tano empezó a fabricar zapatos. Hoy, abuelos, hijo, nuera y nietos, componen una pequeña empresa familiar que es un símbolo de Villa Mitre.






 Arriba el telón.


 Sócrates 1663. "Taller de calzado Juan Carlos" indica la vidriera. El escenario aparece entre mostradores, máquinas de coser y de cortar, cepillos, un par de carteles y estanterías repletas de zapatos.


 La "función" va de 8 a 12 y de 16 a 20. Los sábados, de 8 a 12.30.


 Rosa y Angelina son las "zapateras prodigiosas" de esta obra cotidiana made in Villa Mitre, que poco tiene que ver con la pieza teatral de Federico García Lorca y que está escrita por sus propias protagonistas a los que se agregan Nicolás y Juan Carlos Rossi. También hay roles, aunque mucho menos prolongados, que asumen Laura y Javier.

* * *






 Los ladridos de "Martina" reciben a cada cliente. Ella se desplaza atenta y rápidamente por el mostrador. Es la mascota ("Una raza perro que rescatamos hace tres años de la calle", dice Juan Carlos) de la zapatería de los Rossi, una pequeña empresa familiar que se ha vuelto un emblema de la barriada.


 "Me aprieta un dedo. A ver qué se puede hacer", pide Antonio, un cliente-amigo de hace por lo menos 10 años, mientras deja un flamante zapato negro.


 La gente va y viene. Trae zapatillas, alpargatas, bolsos y en este tiempo de clases a la vista, mochilas. Todo para arreglar. Y allí están las manos de Rosa siempre listas y con su sonrisa cálida detrás de cada pedido.


 Rosa Schoch nació en Villa Iris. Hija de un ruso y una rumana, tiene 79 años y hace 50 que está en el oficio que empezó cuando Nicolás, su marido, aún era empleado metalúrgico.


 "Nos levantábamos a la cuatro de la mañana. El me preparaba los hilos y se iba a su trabajo; yo me quedaba cociendo a mano (hilo y lesna). Tenía que terminar 60 pares por día. Mucho después, cuando mi hijo Juan Carlos abrió su taller, seguí con él", cuenta.


 Angelina Calvo nació hace 53 años en Zamora (España). Tenía 6 cuando llegó al país para radicarse en Hilario Ascasubi y en 1966 se mudó a Sócrates 1661. En la misma cuadra la esperaba el amor. A los 13 años conoció a Juan Carlos Rossi, de su misma edad, y se casaron ni bien él terminó el Servicio Militar Obligatorio en Puerto Belgrano. Tuvieron a Laura cuando Argentina ganó el Mundial de 1978 y a Javier cuando la selección dio la vuelta olímpica en Méjico 1986.


 No hubo más hijos ni copas mundiales.


 "El 26 de este mes será el aniversario de nuestra boda y el del principio de mi tiempo de zapatera. Antes fui empleada de comercio y de una fábrica de bolsas de nailon. Acá me encargo de todo lo que sea costura, también de la atención al público y, por supuesto, de los quehaceres de la casa. El trabajo explotó antes del 2000. Ahora hay muchísimo. Si hasta nos traen para arreglar alpargatas", ejemplifica Angelina.


 Una máquina para coser por aquí, otra que pule por allá. También están la que corta suelas y la de estirar. No hay pausas en la tarea. Y por la radio cuentan qué pasa en el mundo.


 "La gente es muy buena. Un disgusto o un enojo son muy raros. Tenemos tres generaciones de clientes, en su mayoría del barrio, pero también vienen de la zona", agrega Angelina, otra vez en escena.

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 El próximo acto es para los dos hombres de la casa.


 "A mí conoce todo el mundo", repite Nicolás. Y su mundo es Villa Mitre, donde aún perdura el rancho que su padre levantó en Sócrates 1671, a metros de la zapatería.


 Nicolás Rossi está en el umbral de los 80 años y durante 34 fue empleado de una metalúrgica. Su relación con los zapatos se remonta medio siglo atrás, cuando su padre italiano recibió a un paisano, Francisco Altomari, y le prestó una pieza de su casa para que instalara una zapatería.


 Altomari hoy vive en Orlando (Estados Unidos), donde se dedica a la ortopedia, pero antes, en 1967, le enseñó los secretos de cómo fabricar zapatos a medida a Juan Carlos, quien por entonces tenía 15 años. Después, ante los vaivenes económicos del país, se dedicó a la reparación.


 "El primer par que fabriqué solo lo armé con la talonera al revés. ¡Qué fracaso! Yo pensé que estaba perfecto. Pero igual me he ganado la vida con los zapatos y siempre en el mismo taller", asegura cerca de la legendaria Singer, una máquina de costura importada de Inglaterra en los finales de los años '60.


 Frase va, frase viene, los recuerdos se asocian con los más diversos clientes, entre los que desfilan ferroviarios, monjitas del Cottolengo, inmigrantes o pacientes de los hospitales cercanos.


 "Tenemos muchas muestras de gratitud de la gente de Villa Mitre, de otros barrios o de la zona que hasta nos manda trabajos por comisionista", comenta Juan Carlos, "dueño" de una cicatriz que le quedó cuando se cayó sobre una horma.


 Para el último acto aparecen los chicos de la casa: Laura (ex estudiante de Derecho que ahora sigue Computación) y Javier, quien termina el secundario.


 "De chica iba poquito a la zapatería y ahora hago lo que me mandan, como coser a mano y esas cosas. Yo soy la `artesana', como papá", dice la "niña" de la casa y suelta una carcajada. Después admite que el trabajo le divierte sólo a veces y que, como Juan Carlos, no tiene mucha paciencia. Todo lo contrario de su mamá.


 Javier también aporta lo suyo aunque hace unos días que se sacó un hombro en el gimnasio y está "parado".


 "La verdad, no creo que la de zapatero sea mi profesión. Yo sólo ayudo", se justifica.

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 Con todo el "elenco" en el escenario salen a la luz otras historias y las discusiones propias que surgen de las diferencias generacionales: que los jóvenes de ahora, que los viejos, que las culpas de la sociedad o del gobierno...


 Nicolás es hincha de Villa Mitre y llegó a jugar hasta la sexta división, que dejó porque "había que ir a laburar". Juan Carlos es de Olimpo, aunque los dos coinciden en su pasión riverplatense.


 Los arreglos van de un peso en adelante. Angelina se conoce casi todas las direcciones de los clientes de memoria y agrega que tienen botines, zapatos o zapatillas reparados que les han dejado hace 30 años. Algunos siguen guardados en cajas y otros fueron regalados a los chicos que pasan pidiendo.


 A veces los clientes la llaman "zapatera prodigiosa", pero ella no se la cree. Dice que le regalan el elogio porque necesitan el arreglo con mucho apuro.


 Y abajo el telón.


Ayer y hoy.
De las marcas del tiempo, Juan Carlos Rossi aclara que antes todo era de cuero y gomas. "Nada de plástico, PVC o cuerina como ahora, que hay que tener cuatro tipo de cementos porque los zapatos baratos que vienen de Brasil no duran nada."