Bahía Blanca | Sabado, 28 de junio

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El padre de la bandera

Tras reocupar Malvinas en 1982, los ingleses pretendían una bandera argentina para canjearla por la que habían perdido en 1806/7, durante las invasiones a Buenos Aires. Un sacerdote salesiano evitó el despojo mientras rescataba a los jóvenes soldados heridos. Lunes 14 de junio de 1982. Anochece en Puerto Argentino.


Tras reocupar Malvinas en 1982, los ingleses pretendían una bandera argentina para canjearla por la que habían perdido en 1806/7, durante las invasiones a Buenos Aires. Un sacerdote salesiano evitó el despojo mientras rescataba a los jóvenes soldados heridos.







 Lunes 14 de junio de 1982. Anochece en Puerto Argentino.


 "Flotaban los humazones y olor a pólvora negra./ Cuando apenas se acallaban los ayes en las trincheras/ y en los aires no silbaban los proyectiles de guerra./ Cuando ya, por agotada la munición, se ordena/ destruir armas y equipos, para que a nadie sirvieran./ Cuando sus bocas los Sofma, tremendas, al fin silencian,/ llorando todos de bronca, no la derrota, sino la impotencia./ Cuando las voces de mando a oírse en inglés empiezan/
y los kelpers, cual rebaños de ovejas, salen afuera./ Cuando en los mástiles se alzan sábanas blancas que fuerzan/ a parlamento y entrega de cualquier arma de guerra..."

Fragmento de Romance de la bandera de guerra del Regimiento de Infantería 4, de Miguel Angel Ferreyra Liendo, en su obra Romancero de la guerra del Atlántico Sur.


* * *










 --Padre, ubíquelo al soldado González del RI-4, para que lleve esto al continente.


 El padre Vicente Martínez Torrens evacuaba a decenas de jóvenes heridos que llegaban desde las trincheras hacia el remolcador "Yegüín", mientras los ingleses empezaban a cantar su victoria en las Malvinas. Dos paquetes, uno fino y largo y otro más pequeño, en una bolsa de polietileno amarillo, quedaron en sus manos, marcadas por la sangre y el barro.


 El soldado González no aparecía. Tampoco el oficial que le dio la orden.


 Las tropas británicas controlaban todo el lugar y la fila de prisioneros ya sumaba 3.000 argentinos en una de las calles céntricas de Puerto Argentino.


 Pero a muchos les costaba rendirse. Como a ese pelotón que no aceptó entregar el camión con el que se desplazaba y su conductor lo arrojó al mar. Los británicos se exaltaron y comenzó una escaramuza en las cercanías de las oficinas del correo (todavía Encotel, por entonces), casi frente a la iglesia católica.


 ¿Y el soldado González?


 Cuando pasó el tiroteo, los ingleses se pusieron mucho más minuciosos en las requisas. Casi de repente, el sacerdote quiso ver qué había en los paquetes y si valía la pena mantenerlos.


 Entonces comprobó que adentro estaba la bandera con la cuja y el moño del RI-4, famosa por su participación en tantas batallas, y, observando el jirón en el ángulo inferior derecho, el padre Vicente se emocionó. Sintió que tenía que cumplir con lo esencial del mandato: que llegara al continente.


 Los ingleses querían esa bandera para cambiarla por la que habían perdido durante las invasiones de 1806/07, que todavía se exhibe en la iglesia de Santo Domingo, en Buenos Aires. Nunca una celeste y blanca había caído en sus manos.


 El padre Vicente ocultó la gloriosa enseña. ¿Cómo? Nunca lo revelará, para hacerlo cuantas veces la Patria se lo requiera. Pasada la medianoche, pudo infiltrarse entre las tropas británicas y llegó al puerto.


 --Padre, ya somos prisioneros. Vaya al otro muelle --alcanzó a avisarle un soldado.


 El cura se las ingenió para abordar el "Yegüín" y alcanzó, 40 minutos después, el rompehielos "Almirante Irízar", por entonces transformado en un hospital.

* * *






 "... Cuando llega a embarcarse, junto al pie de la escalera,/
hay ingleses que requisan a ciertos hombres que muestran/ una tremenda amargura y no saben contenerla./ Martínez vuelve a ser cura y les dice que allí lleva medicinas para el alma/ de heridos, muertos, cualquiera fuera quien necesitara de sus servicios de guerra... / No durmió el cura Martínez, sino veló el centinela,
acompañado en la noche por escuadrones de estrellas,/ hasta que, en tierra argentina, arrodillose en la arena,/ y, entre gruesos lagrimones, besó aquella, su Bandera".

* * *








 La reliquia nacional llegó al continente el 18 de junio a las 10. Un día después, el padre Vicente la ofrendó ante el altar durante la misa que ofició en Comodoro Rivadavia.


 Una parte de la misión estaba cumplida.


 El 29 de octubre de 1982, tras un largo viaje entre Comodoro y Monte Caseros (Corrientes), Martínez Torrens, con sus propias manos, entregó la celeste y blanca al Regimiento de Infantería 4, cuyas tropas, hasta ese momento, formaban sólo con el asta.


 La bandera del Regimiento de Infantería 4 data de 1814 y flameó en el sitio de Montevideo, la batalla de Tupiza y los combates de Los Pozos, Juncal, Uruguayana, Estero Bellaco, Tuyutí, Umaitá, Lomas Valentinas y durante las guerras del Chaco y de Malvinas. Jamás, como ha escrito el poeta Olegario Víctor Andrade, ha sido atada al carro triunfal de ningún vencedor de la Tierra.

RICARDO AURE

DESGLOSE

El protagonista










 Testigo de la guerra en toda su magnitud (llegó a las islas el 3 de abril de 1982 y se fue cuatro días después de la rendición), Vicente Martínez Torrens sigue asistiendo espiritualmente a los ex combatientes.


 "No podemos ser más británicos que los británicos. Ellos nos quitaron 326 vidas en las islas y acá llevamos cerca de 400 ex combatientes suicidados. El pueblo argentino, salvo la gente del sur o los familiares de los que estuvieron en las batallas, se muestra indiferente. Nadie fue a pelear para defender al general Leopoldo Galtieri, sino porque se trataba de recuperar lo que le corresponde al país", enfatiza este salesiano de 66 años.


 Nativo de la provincia de Alicante, llegó al país a los ocho años y es ciudadano argentino. Creció en General Roca, donde sus abuelos se radicaron en los inicios de 1900. Ahí se ordenó sacerdote. Hace 11 años que vive en Bahía Blanca. Trabaja en el colegio Don Bosco y prepara un libro sobre la presencia salesiana en las Islas Malvinas.


 A los 11 años, el 20 de junio de 1950, en la Escuela Nº 38 de General Roca, juró defender la bandera con su propia vida.