Un gaucho recorre el mundo a caballo
WASHINGTON (EFE) -- Qué mejor manera de rendir homenaje a los caballos argentinos que recorrer medio mundo en ellos, tal y como se propone el gaucho Eduardo Díscoli, que llegó cabalgando a Estados Unidos desde Buenos Aires y ahora quiere seguir su viaje por Africa.
El propósito de esta singular aventura transcontinental no es otro que reivindicar la fortaleza y nobleza del caballo criollo argentino, siguiendo la tradición que comenzó en 1928 el suizo Aimé Féliz, quien cabalgó desde Buenos Aires a Nueva York.
"En agosto va a hacer cuatro años desde que comencé el viaje, y calculo que voy a tardar otros cuatros más en terminarlo", dijo en Washington Díscole.
El gaucho, de 54 años, partió en agosto de 2001 con sus tres caballos criollos: Niño Bien, Chalchalero y El Chajá (este último pereció en Colombia, tras una fuerte caída).
En el camino le regalaron otros caballos, que corrieron desigual fortuna, como Paisaje Antioqueño y Ayacucho, que fueron retenidos en la frontera de Texas por tener quiroplaxmosis, una enfermedad equina.
Sentado en el sillón de la casa de unos amigos estadounidenses que lo alojan cerca de Washington, Díscoli dice que planea escribir un libro cuando finalice su viaje.
"La idea del viaje la tengo desde muy joven, y hace unos años tenía unos pesos ahorrados y me dije: es ahora o nunca, y acá estoy, conociendo gente maravillosa por todos los lugares donde paso, aunque he tenido algunos problemas que por suerte no han pasado a mayores", recuerda este gaucho robusto y de hablar campechano.
Un brazalete de la Cruz Roja le ayudó a cruzar Colombia sin problemas, aunque en el camino fue interrogado por la guerrilla de las FARC, por el Ejército colombiano y por los paramilitares.
"No tuve ningún problema, la guerrilla me dejó pasar por su territorio y los paramilitares hasta me custodiaron", señaló Díscoli, que está divorciado y tiene dos hijos mayores.
Los únicos robos que sufrió fueron a manos de niños y adolescentes latinoamericanos que le birlaron algunas de sus pertenencias en las monturas de sus caballos mientras hablaba con la gente.
En Potosí (Bolivia) tuvo que matar a machetazos a un perro rabioso y en la zona montañosa del Cuzco, en Perú, rodó por un barranco empinado junto a sus caballos, donde tuvo la suerte de no romperse ningún hueso.
Su viaje lo financia con la ayuda que recibe de las embajadas nacionales en los distintos países que visita, de la colectividad argentina y de la gente vinculada al mundo del caballo, "desde jugadores de polo a granjeros y campesinos", aclara.
Entre coyotes. La frontera más problemática y peligrosa que atravesó fue la de Guatemala y Méjico, ya que el gobierno mejicano tardó un mes en autorizarlo a entrar en su país. "Ese tiempo lo pasé junto al ejército guatemalteco, porque en esa frontera hay mucha gente rara como coyotes (traficantes humanos) y pandilleros. A las cinco de la tarde siempre me metía en el cuartel y no salía hasta la mañana siguiente".