Aquellos cortes del Cachafaz
Se llamaba Ovidio José Bianquet (14-2/1885-7-2/1942), pero su filiación de Registro Civil quedó postergada en el recuerdo por el apodo que le endilgara una travesura de la niñez y que luego identificaría la simbiosis del hombre con su pasión como bailarín de tango: El Cachafaz.
Hace unos días, Carmencita Calderón festejó airosa sus cien años de edad y habló --una vez más entre tantas-- de sus casi diez como compañera profesional de baile (partenaire, se decía por entonces) del incomparable "Cacha".
"Cuando me vino a buscar para que baile con él me prendí como abrojo", graficó para exaltar la significación que por entonces tuvo para ella tal oportunidad.
La remozada imagen que muestra actualmente el tango bailado, con masivo consumo de parte del turismo internacional y también como exitoso producto de exportación, aún enriquecida en sus concepciones no puede ignorar la esencia surgida en una época de la que el Cachafaz debe ser tomado como destacado referente.
En 1911, Bianquet tenía 26 años y se dice que por entonces fue el primer bailarín de tango que llegó con contrato a Estados Unidos. Dos años después se atrevería a tirar cortes y quebradas en el Palace Theatre, un escenario armado por la alta sociedad porteña, desafiando triunfalmente el estilo caminado y de tranco largo liderado por Vicente Madero, un jailaife engominado, nieto de Francisco Bernabé Madero, quien fuera vicepresidente de la Nación durante la primera presidencia del general Roca.
Se opusieron así dos estilos definidos. El del Cachafaz, nacido en los arrabales de Independencia y Boedo y el de Madero, enseñoreado en la residencia de Victoria Ocampo, junto a la por entonces futura celebridad de Ricardo Güiraldes y los compases del "Pibe de La Paternal", Osvaldo Fresedo.
Cada cual a su turno, expondrían luego sus presencias en "El Garrón" un reducto tanguero de París, aunque allí Madero llevó a bailar a Manuel Pizarro, otro destacado exponente de la época.
Todo esto, bastante antes de que el Cachafaz llegara al celuloide para el filme Tango --en 1933-- fecha que coincidió con el inicio de su pareja con la "Piba sin tiempo", apodo que se ganaría la citada Carmencita Calderón en homenaje a su longevidad en pleno ejercicio de sus dotes.
Claro que también otras figuras femeninas la precedieron en esa función, incluida Elsa O'Connor, devenida luego en excelente actriz de teatro y cine.
Ya la figura espigada del "Cacha" con su rostro picado de viruela, exhibía recursos estéticos que fueron evolucionando junto a la música que bailaba y enseñaba a bailar, aunque sin renegar del inconfundible perfil mamado en los peringundines del "900" que tuvo por academias.
Así hasta su muerte, sucedida en la noche del 7 de febrero de 1942, trabajando en el Rancho Grande de Mar del Plata. Como no podía ser de otra manera, entre tango y tango.
Osvaldo De Rosa/"La Nueva Provincia"