Bahía Blanca | Viernes, 27 de junio

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Falleció el doctor Ricardo Alberto Paz

La nacionalidad y la intelectualidad argentinas quedaron ayer privadas de un ciudadano insigne y sin tacha: el doctor Ricardo Alberto Paz. Socialmente era un caballero, un estoico en sus costumbres y un ejemplo de sus contemporáneos, particularmente de la juventud, que descubría en él a un patriarca abierto y generoso, aliado del buen humor y dispuesto siempre a satisfacer dignas inquietudes.
Ricardo Alberto Paz. (Archivo LNP)


 La nacionalidad y la intelectualidad argentinas quedaron ayer privadas de un ciudadano insigne y sin tacha: el doctor Ricardo Alberto Paz.


 Socialmente era un caballero, un estoico en sus costumbres y un ejemplo de sus contemporáneos, particularmente de la juventud, que descubría en él a un patriarca abierto y generoso, aliado del buen humor y dispuesto siempre a satisfacer dignas inquietudes.


 Uno de sus rasgos más distintivos era el de que, merced a su dedicación intelectual a los grandes asuntos nacionales a partir de nuestra imagen como patria libre y soberana, y de participar en cuanto se refería a la defensa de nuestras mejores tradiciones, fue sin duda uno de los más calificados expertos en la complicada cuestión del canal de Beagle.


 Muestra de ello son sus comentarios para la obra "La historia que he vivido", del eminente intelectual nacionalista Carlos Ibarguren, sus notables y siempre fundamentados artículos periodísticos en diversos medios de comunicación social, sus lúcidas conferencias: "La guerra revolucionaria", "Adolfo Alsina", "El tratado del Río de la Plata", "Problemas de la Argentina en la ALALC", "Sarmiento y Chile", "La conciencia territorial y la política exterior".


 Amén de la enciclopédica serie de artículos que durante muchos años fueron objeto de admiración y estudio por sus precisiones y previsiones en las páginas de "La Nueva Provincia", cuya compilación posterior dio lugar a una obra, que la editorial Eudeba publicó en dos tomos, llamada el Conflicto Pendiente.


 Políticamente, el doctor Paz revistó en el Partido Conservador Principista de la provincia de Buenos Aires, pero por su vocación de militancia no ejerció estrictamente en ninguna parcialidad. A esa postura lo condujo una formación intelectual de raza y de familia, formadas de serenidad y de virtudes cívicas.


 Nuestro retratado era, indudable y admirablemente, el más estricto y férvido estudioso de las relaciones argentino-chilenas. Tal vez por esta circunstancia jamás fue incorporado al equipo negociador. Otras facultades, como su nativa galanura, pudieron fastidiar.


 El doctor Paz vivió un fenómeno excepcional y sin antecedentes: el de haberse erigido en factor de presión y de disuasión desde aparte del poder, sin disponer de aparatos mediáticos ni económicos.


 Dispuso, eso sí, de su profundísimo rigor intelectual, de sus convicciones éticas inalterables, de su pluma y oratoria arrolladoras.


 Si bien no tuvo acceso a los grande medios de comunicación social de Buenos Aires, escribió libros y dictó notables cátedras este conservador cuyo pensamiento no desentonaba con el de la Generación del Ochenta, aunque sí, por supuesto, con el del populismo que hasta el día de hoy nos sumerge en las miasmas del subdesarrollo.


 En el ámbito público, ocupó cargos como la jefatura de Gabinete del canciller, Nicanor Costa Méndez, durante la Revolución Argentina, y la subsecretaría de Recursos Renovables y Ecología en la gestión del secretario de Agricultura de la Nación, Mario Cadenas Madariaga; además de sus múltiples destinos diplomáticos, sobre todo, en América Latina. Había nacido en 1924.