Bahía Blanca | Lunes, 11 de agosto

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A 70 años de "El alma del bandoneón", de Mario Soffici

El 20 de febrero se cumplirán 70 años del estreno de El alma del bandoneón, que marcó el inicio de Mario Soffici en el largometraje. Antes había filmado algunas secuencias experimentales en Mendoza y realizado Noche federal (1934), un mediometraje sobre un guión del propio Soffici, escrito en colaboración con el actor José Gola, que nunca se exhibió comercialmente por considerarlo de escaso nivel.


 El 20 de febrero se cumplirán 70 años del estreno de El alma del bandoneón, que marcó el inicio de Mario Soffici en el largometraje.


 Antes había filmado algunas secuencias experimentales en Mendoza y realizado Noche federal (1934), un mediometraje sobre un guión del propio Soffici, escrito en colaboración con el actor José Gola, que nunca se exhibió comercialmente por considerarlo de escaso nivel.


 Soffici nació en Florencia, Italia, el 10 de mayo de 1900. A los 9 años arribó con su familia a la Argentina y se radicó en Mendoza, donde transcurrieron su infancia y juventud.


 A los 12 años abandonó los estudios, aunque no su pasión por la lectura y la literatura. Para vivir, trabajó como cadete, aprendiz de imprentero, canillita, mecánico, electricista, empleado de comercio y chofer de camiones-cisterna de transporte de vino.


 Paralelamente participó en circos y teatros itinerantes en calidad de prestidigitador e ilusionista. A los 21 años fracasó en un intento de incorporarse al teatro de Buenos Aires y volvió a Mendoza.


 El azar lo puso en contacto con una compañía teatral que llegó a esa ciudad para poner en escena Los intereses creados. Al enfermar uno de los protagonistas, lo llamaron a Soffici.


 Este contacto le permitió regresar a Buenos Aires y dedicarse de lleno al teatro como actor y director.

El momento de dirigir




 Al cine llegó por intermedio de José A. Ferreyra, quien lo convocó para intervenir en Muñequitas porteñas (1931).


 Cuando le alcanzaron el guión de El alma de bandoneón, Soffici estaba interpretando y dirigiendo Pensaci Giacomino, de Pirandello.


 "Saltar de esa obra a El alma del bandoneón --comentó años después-- me provocaba desesperación, porque era una película absurda. Lo único que hice fue tratar de evitar esos golpes bajos exagerados, tratar de suavizarlos".


 La película fue protagonizada por Libertad Lamarque, Santiago Arrieta, Domingo Sapelli, Pepita Muñoz, Enrique Serrano, Dora Davis, Charlo y Ernesto Famá. El guión pertenecía a José A. Bugliot y la música fue compuesta por Enrique S. Discépolo e incluyó el tango Cambalache, cantado por Famá. También intervinieron las orquestas de Lomuto y de la empresa Argentina Sono Film, dirigida por Vázquez Vigo.


 El filme trata un tema muy caro al teatro rioplatense: el del hijo que engaña al padre campesino para dedicarse al tango antes que a los estudios.


 La historia se inicia en una estancia, cuyo dueño (Sapelli) anhela ver a su hijo (Arrieta) convertido en ingeniero. Pero éste sueña con el tango y tiene el apoyo de su novia (Lamarque). Juntos fugan a Buenos Aires y tras variadas peripecias, la historia concluye con el hijo dirigiendo una gran orquesta en el Teatro Colón, y la novia cantando El alma del bandoneón.


 "La suma de inautenticidades --afirmó Domingo Di Núbila-- alienó al público, pero los fanáticos del tango respondieron moderadamente para escuchar a Libertad, la Davis y también a dos cantores populares como Charlo y Famá. Eso parece que alcanzó para salvar las finanzas de don Angel Mentasti y para indicar a Soffici qué rumbos temáticos le convenía tomar en cine".


 A Soffici --según sus propias manifiestaciones-- le interesó menos la historia que la posibilidad de experimentar las posibilidades del lenguaje fílmico.


 "Esta inquietud --añadió Di Núbila-- se notó desde los travellings en la fiesta inicial y El alma del bandoneón resultó el filme más cinematográfico hecho aquí hasta el momento de su estreno. Tuvo continuidad, ritmo, desplazamientos de cámara, fotografía clara y sonido nítido; y redujo los bruscos saltos de montaje que tanto hicieron parpadear a los primeros aficionados al cine argentino".


 A este filme siguieron otros tres, antes que Mario Soffici pudiese realizar, en 1937, su primera obra de envergadura: Viento norte, un cuadro de evocación autóctona, basado en episodios de Una excursión a los indios ranqueles, de Lucio V. Mansilla.


 Viento norte también marcó el comienzo de su ciclo de denuncia social, que se prolongó con Kilómetro 111 (1938), El viejo doctor (1938), Héroes sin fama (1939), Prisioneros de la tierra (1939) y Tres hombres del río (1943).


 Tras el fracaso de La pródiga (1945), con Eva Duarte, que no pudo estrenarse en razón del rango obtenido por su protagonista, Soffici comenzó a tambalear entre comedias dramáticas de salón e intentos de retomar su línea social, pero sin el vigor de aquellas películas que cimentaron su prestigio.


 Recién pudo recuperar su nivel en Barrio gris (1954), sobre la marginación, con influencias del neorrealismo italiano; y Rosaura a las diez (1957), basada en la novela de Marco Denevi, donde logró estructurar una hábil tensión narrativa.


 Su último capítulo como director fue La propiedad, en 1961.

Agustín Neifert/Especial para "La Nueva Provincia"