Un "Cacho" grande de la historia de Napostá
Se crió e hizo mucho por Napostá, su único club. Como jugador fue su figura excluyente durante décadas; como dirigente recorrió el espinel hasta llegar a la presidencia y la ejerció con gran dinamismo; como entrenador puso el pecho en un tramo difícil y como árbitro se ganó el respeto de muchos. Atilio Feliziani es el referente por excelencia de la entidad de la avenida Alem.
Un personaje. Tal la definición que cabe a nuestro entrevistado. Atilio "Cacho" Feliziani es tan conocido en la ciudad que casi asoma obvio presentarlo, pero durante la entrevista recorrimos --al menos en grandes trazos-- su rica trayectoria deportiva, porque bien vale reflotarla.
Cuando la década de los 40 se marchitaba, un niño de 8 años comenzaba a ejecutar sus primeros lanzamientos al cesto. Por entonces, Napostá era una escuela de básquetbol. Y nacía un jugador que haría honor a su estirpe.
"Me inicié en 1946. Era wing (un alero, en estos días) en infantiles. Dos años después fuimos campeones en cadetes y repetimos la conquista al siguiente. Compartía la titularidad con 'Coco' Ferrandi, Néstor Militano, el 'Pelado' De Marchi y Federico Borgani. También estaban Eldo Filipuzzi, Gúngolo, Guisado, Labrocca, Pedrero, Posteraro y 'Techito' López. Con esa misma camada, menos De Marchi, en 1950 ganamos el torneo de quinta, el tercero consecutivo, cuando derrotamos a América (hoy El Nacional) en el que jugaban Sinigaglia, Stipancich y Leguizamón y Apathié, quienes después formarían una excelente pareja de árbitros".
Que de cuna traía condiciones especiales lo prueba que ya en 1948 jugó su primer argentino de selecciones, en cadetes, perdiendo la final contra Capital Federal y esa misma temporada, con sólo 15 años de edad, estaba en primera división.
"Era suplente, comodín. Mi debut fue en Punta Alta, contra Altense, nada menos. Los hinchas de ellos nos corrieron hasta Villa del Mar y rompieron a piedrazos los vidrios de nuestro colectivo", narra.
En 1950 ingresaba en el quinteto inicial, como base. Y Napostá cosechó el trofeo del Ciudad de Bahía Blanca, con los hermanos Néstor "Chiquito" y Pablo "Pochoco" Zapperi, Oscar Medina, Alberto Latanzzi, Antonio Palma, Osvaldo y Duilio Calcinelli, Néstor Grizia, Rubén De Negri y Sabino Lofredo. Luego se sumarían, entre otros, Eduardo "Tucuta" Rodríguez, Gregorio Cúperman y Néstor Ramírez.
"Nos dirigía 'Pancho' Bocanegra, para mí el número 1 de la ciudad. Un adelantado a la época. A sus conocimientos se debía que éramos considerados como los que hacíamos un básquetbol más pulido y armonioso".
Sin embargo, nunca pudieron adjudicarse un campeonato oficial.
"Cuando Altense, múltiple campeón, dejó de participar en el torneo bahiense nosotros, que usualmente éramos segundos, pensábamos que había llegado nuestro momento... Pero Bahiense Juniors había sumado al pringlense Boly y al puntaltense Ferreti a su plantel, que ya contaba con Coleffi, los Turró, Schena, Achilli, Lista, Filipponi y Pagnanelli, y ganó los dos títulos siguientes".
En ese mismo año 1950, que resultó tan especial para Feliziani, ingresó a la selección mayor bahiense. Ocurrió en Zárate y recién cumplía 17 años.
El salto al representativo de provincia de Buenos Aires fue el siguiente. En el recordado título alcanzado en 1957 fue campeón argentino. Pese a que no le tocó jugar en los primeros cuatro partidos, tuvo un rol preponderante.
"Cuando lo echaron a Pasquinelli, que era el entrenador, y tomó su lugar Néstor Radivoy las cosas cambiaron. En la quinta fecha, frente a Chaco me dio una oportunidad. Tiré 5 y los metí todos. Quedé titular hasta la final con Mendoza, junto a René Giménez, Antonio Cruces, Mario Marchesino y Héctor Barreneche".
Colegas de entonces escribieron que "Teté" Barreneche y Feliziani fueron las figuras del combinado bonaerense. Pero "Cacho" tiene una aclaración por hacer.
"Aunque muchos creen que fue mi mayor satisfacción deportiva, en realidad valoro mucho más la conquista del cetro provincial en San Nicolás, dos años después, junto a Fruet, Storti, Giménez, De Marchi, Turró, Burtoli y Dardo Albizu".
A esta altura conviene recordar que Feliziani "tenía estilo", al decir de entonces, porque era de línea técnica impecable, a la que adosaba un tiro perimetral temible, era un ejecutor implacable de los libres, boleaba rápido y seguro para los contragolpes y ponía pases certeros, ingeniosos y picantes a la zona interior.
Por esos atributos lo convocaron para alistarse en la selección argentina que debía concurrir al Sudamericano de Chile, año 1957, junto a Giménez.
"Pero me obligaban a hacer la concentración. Me perdía dos meses en una época (enero-febrero) donde podía vender mucha fruta y verdura. Me negué y no me arrepiento. A René lo pusieron apenas 30 segundos y yo aquí gané plata como para comprarme el terreno donde hice mi primera casa".
Dentro de la parva de éxitos acumulados, también hay matices de frustración. Sobre todo una, que le dibujó en su rostro el único gesto de gran desconsuelo.
"Napostá es todo para mí. Y lo seguirá siendo. Mi gran lamento es no haber podido nunca sacarlo campeón".
Pero, a la vez, vivió una especial gratificación que, quizás, pocos conocen, y que relató así:
"Con Alberto Cabrera nunca tuvimos una relación de amistad. De mi parte, quizás porque él me quitó el puesto en la selección. De la suya, no lo sé, pero la sospecho y ni vale la pena comentarlo. Pero una vez, estando retirado y siendo presidente del club, en 1983 regresaba de Montevideo y aquí me estaban esperando para ponerme preso. Fue porque, en mi ausencia, la policía había hecho una redada en nuestra sede y encontraron que se estaba jugando por dinero.
"Me guardaron en el calabozo chico a partir de las 6 de la tarde. A las 8, el primero en visitarme, traerme consuelo, revistas, chocolates y cigarrillos (y no fumo) fue 'Beto'. Y desde entonces, se derritió el hielo que había entre nosotros. Su gesto me ganó el corazón".
"Cacho" Feliziani era de entrenarse. Y bien, pero condicionando las prácticas.
"Me gustaba tirar y jugar, pero no hacer preparación física. Sin embargo, jamás tuve una lesión importante en 24 años. Será porque no tomo, no fumo y porque Dios sabe que el básquetbol es la gran pasión de mi vida y no quiso privarme de ese placer".
De todos los quintetos que integró, se queda con el de 1959, campeón regional. Estaban Fruet, Olariaga, Giménez, De Marchi y él.
Se quedó con una espina clavada en su sentimiento.
"Con Fruet jugamos juntos siete años, a partir del 58 y con Cabrera tres (61, 62 y 63). Pero me hubiera gustado haberlo hecho cuando yo estaba en mi plenitud, no siendo mayor de 30 años. Y me faltó estar con Monachesi y Cortondo. Es decir, el quinteto de todos los tiempos, a excepción de De Lizaso".
Durante la charla no estuvo ausente un emocionado recuerdo hacia su fallecido hermano,
"A Ramón lo quiere todo el mundo... después de muerto. Es cierto que era peleador, pero hay que comprender que se fue haciendo hombre en el Mercado de Abasto, al lado de gente pesada. Esa fue la educación de vida que recibió. Encima era visco y gritón. Pero quienes llegaron a conocerlo bien saben que tenía un corazón de oro. Un buen tipo, de pies a cabeza. Y, como yo, de Napostá hasta la médula".
Tras comentarnos que sigue permanentemente, todos los años, la campaña del primer equipo de la banda azul ("tenemos los dos mejores jugadores del torneo: Mariano Palma y el negro Robinson"), e incluso, a veces, las menores, retornó su prodigiosa memoria a sus tiempos de juventud con una sentencia.
"Ahora los llaman los galácticos (en alusión a Emanuel Ginóbili, Juan Ignacio Sánchez y Alejandro Montecchia); antes les decían los monstruos (Fruet, Cabrera, De Lizaso), pero nosotros también marcamos una época y nos reconocían como Los Tres Mosqueteros (Giménez, Feliziani, De Marchi). ¿O no?
Carismático, frontal, emprendedor, controversial. "Cacho" fue y sigue siendo así. Como no usa maquillaje, divide las aguas. Dice las cosas tal cual las siente. Y esa es otra de sus virtudes.
PARA DESGLOSE
Genio y figura
Atilio Feliziani es un optimista exultante, que habla con una sinceridad que raya lo imprudente. También es dueño de una fuerte, enorme, confianza en su capacidad. Chispeante, verborrágico, pintoresco, y con un enorme talento para jugar básquetbol, nos narró este racimo de anécdotas que lo definen a cuerpo entero.
"En Bahía hay muchos 'Litos' y 'Cachos'. Pero si preguntás quién es 'Lito' automáticamente te dirán 'Fruet'. Y si preguntan por 'Cacho', ¿En quién te parece que pensarán primero..?".
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"Era muy pibe. Habíamos ido a Mar del Plata para participar en el argentino de cadetes, el primero que se disputó en esa división. Me quedé con un toalla del hotel. De vuelta en Bahía, con Napostá fuimos a jugar a cancha de Estrella... y me la robaron. Alguien del barrio San Martín debe tener 100 años de perdón".
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"Nunca fui modesto ni me mandé la parte de serlo. Simplemente siempre digo lo que pienso. De modo que reconozco que sí, que es verdad, que solía decir 'este partido lo ganamos yo y cuatro perros' y también que, cuando me preguntaron cómo había jugado, una vez respondí 'yo bien, y los demás discretos".
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"En el Argentino de selecciones del 57, que ganamos, a cada club le correspondía atender y agasajar a una de las delegaciones visitantes. A Napostá le tocó Santiago del Estero, y pese a que yo era jugador del combinado bonaerense, me parecía que debía estar presente en un asado que se le organizó. Tan presente estuve que comí 8 chorizos... Esa misma noche jugamos contra Entre Ríos y de los 25 puntos que llevaba Provincia yo había anotado 18. Me acuerdo como si fuera hoy".
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"En la final contra Mendoza no pude rendir lo que yo quería, porque me marcaron mucho. Habían tomado nota que les podía llenar la canasta".
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"A propósito. Aquí en Bahía, el primero que usó la defensa cajón, con cuatro en zona y el otro en hombre a hombre, fue Radivoy. La hizo contra nosotros cuando él dirigía a Sportivo Bahiense. Recuerdo que Galicia se me había pegado de tal manera que llegué a decirle: `che, voy al baño. ¿Querés venir conmigo?".
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"En un internacional que se jugó en Mar del Plata, compartíamos el micro con la delegación de Brasil, que se sentaba en las primeras filas. Nos tenía locos el uniforme que usaban. Era de raso, nunca los habíamos visto. Así que volviendo de un entrenamiento, a 200 metros del hotel, agarramos los bolsones de ellos y los tiramos por la ventana. Apenas llegamos, mientras los brasileños se preguntaban qué corno había pasado con su vestimenta, algunos de nosotros desandamos el camino y ampliamos nuestro vestuario. No, no éramos 'chorros' y, en mi caso particular, por entonces tenía bastante dinero. Fue más por curiosidad y por hacer una travesura que por otra cosa. Bueno, sí, claro, también había mucho de irresponsabilidad".
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"Con la selección bahiense fuimos a Pergamino a jugar un amistoso. Allí estaban ocasionalmente los famosos Harlem Globettroters, que previamente habían pasado por Bahía, compartiendo una gira con Billy Cafaro. Estábamos paseando por una de las calles céntricas cuando nos sorprendió un grito: ¡'Cachitouuu'! Los negros americanos se acordaban de mí porque dentro de la cancha yo había j... bastante con ellos".
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En la inolvidable temporada de 1980, uno de los refuerzos extranjeros que trajimos, vía Jorge Severini, fue Gary Devlin. Tenía una pinta de nada que asustaba, así que lo primero que hice fue desafiarlo a ver quién metía más tiros libres. Hice 20 de 25, pero a su turno, el negro llevaba 38 sin errar así que le tuve que gritar 'pará, viejo, pará. Era un fenómeno. Mirá, yo creo que los que llegaron esa vez --Linder, McSwenney, Hearn, Cunningham, Cris, Barnes, Billingslea, por decirte-- eran mejores que los que estamos viendo ahora en la Liga Nacional".
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"Además de que hice todo en el básquetbol, también fui 'periodista'. Estando (Dimas) Pettineroli al frente de LU3, me invitó para que fuera comentarista, porque se había retirado Mariano Labrocca. Así estuve en un Argentino y en un Sudamericano, en este caso acompañando a Gilabert. La verdad, me la estaba creyendo, hasta que un día Norman Fernández me dijo con sorna: 'como para programa cómico sos muy bueno'. Lo acepté como broma, pero más tarde reflexioné y me dije 'esto me queda grande. No es para mí".
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"Jugué a los dados con Tim Duncan, ése del San Antonio Spurs. ¿Qué te sorprendés? Sí, fue en un casino en Puerto Rico y te digo más, gané 600 dólares".
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"El 'Loco' Ferrari, de La Plata, además de ser un jugador de una habilidad poco común, para la j... era de terror. Una vez, año 64, fui a Mar del Plata reforzando a Olimpo, al igual que el salteño Karanicola. Allí me encontré con él, que venía con el Gimnasia y Esgrima de Gehrmann, Arnal, Galliadi y González. Una noche, como en el club Quilmes tocaba la orquesta de Juan D'Arienzo fuimos juntos. Nos jugamos un wisky a ver quién sacaba a la más fea. Puesto a bailar yo creí que no podía perder pero, de pronto, oí un grito del 'Loco', proveniente del medio de la pista: ¡'la botella la gané yo, porque la mía aparte de fea es renga"!
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"Con Napostá nos estábamos jugando una parada brava en el torneo local. Perdíamos por un punto, y debíamos reponer del fondo. La pelota la tenía que recibir yo, pero como mis compañeros eran tan burros, tenía miedo. Así que le dije a Juan C. Brandauer: 'saco, te la doy y me la devolvés enseguida'. Se la dí y me quedé espantado cuando, en lugar de hacer lo convenido, encaró, tiró pasado y... la metió. Pero del susto que me hizo dar todavía lo p... cada vez que lo encuentro".
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"Siendo Parrota y Tognini los árbitros, en un partido en Barracas Central, el flaco Tirabasso me tenía loco. Estaba por terminar y yo no había podido meter ni un punto. Tras una jugada en que sancionaron salto, pido un minuto y, según mi costumbre, mientras acompaño a los referís hacia la mesa de control, les voy hablando. 'Ché, no fue pelota retenida, fue foul. Ustedes, que son amigos míos del Mercado de Abasto, no me pueden hacer esto'. Ante la sorpresa de todos, incluso la mía, cambiaron el fallo y me dieron dos libres. Los metí y ganamos. Al pobre Parrota, a la salida del 'Bosque', los de Barracas lo querían matar. Cómo habrá sido que, embalado en su bicicleta, tuvo que entrar andando a la comisaría Primera, que está a pocas cuadras".
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"Con 'Lito' Fruet, a quien quiero como a un hermano, como en su momento --hasta su fallecimiento-- consideré a René Giménez, tengo mil episodios vividos. Te cuento dos.
"Con el combinado bahiense fuimos a practicar a Independiente. Para hacer un partido faltaba uno. Fue cuando ví que en el otro cesto había un flaco, narigón, feo, que estaba tirando con una pelota de trapo. Lo invité, 'pibe, ¿no querés jugar?' y, en cuanto aceptó, para pasarla bien en defensa le dije a mis compañeros 'a ése lo marco yo'. La verdad, me c... a pelotazos.
"Otra. Fruet, que tenía un temperamento avasallante, mostró enseguida su incomparable personalidad. Hacía poco que estaba en la selección y en una ocasión, René Giménez ensayó un tiro pasado, complicado. Al instante, como impulsado por resortes, 'Lito' se le fue al humo al entrenador, Bocanegra, y le gritó '¡Qué hace ese loco'!, olvidándose del prestigio y trayectoria de René.
"Bueno, te sumo la última. Nos presentábamos en Olavarría y Fruet se había enredado con los árbitros, con la mesa de control, con los espectadores... en fin, con todos. Fue cuando se me ocurrió aconsejarlo: 'Pibe, esta gente ya no viene a verme y aplaudirme a mí... a lo mejor ahora viene por vos. Tené compostura...' La cara, desencajada, con la que me miró, todavía hoy la tengo bien presente".
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"Bahía siempre tuvo grandes árbitros. Desde Héctor Bournaud para acá, pasando por Rodolfo Gómez y llegando a Chaves y Ramallo. Incluso ahora hay muy buen plantel, de los que me gusta el hijo del 'Pelado' De Marchi. Eso sí, igual los sigo p... a todos, pese a que los actuales no me dan bola. Ni me miran...".
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"Pese a que había otros escenarios bravos, como Comercial o Whitense, las principales broncas las tuve con San Lorenzo del Sud. Me tenían tirria y, la verdad, yo les correspondía los sentimientos. En ninguna cancha me insultaban tanto como allí".
Personal
Atilio Eduardo Feliziani nació el 17 de junio de 1933 en 19 de Mayo al 500, Bahía Blanca. Está casado con Mercedes Sánchez, de cuyo matrimonio nacieron Marcela, Adriana y Juliana.
Comercialmente se dedicó a la venta de frutas y verduras, aunque tuvo otros emprendimientos.
De la selección bahiense se retiró en 1964 y de Napostá en 1970, en ambos casos siendo capitán.
Regresó a su club en 1973 en carácter de entrenador y jugador, en un intento de salvarlo del descenso. Pese a que de 10 partidos ganaron 6, no pudo evitarlo.
Actualmente está jubilado.
LEYENDAS
Foto 1
(es la que sacaron en la redacción. Suele ir sin leyenda)
Foto 2
"Los Tres Mosqueteros". Feliziani, De Marchi y Giménez, el perímetro bahiense por muchos años.
Foto 3
"Cacho" llevando en andas. Fue al regreso del provincial de San Nicolás.