Acerca de hipótesis de conflicto en Sudamérica
Por Adalberto C. Agozinoi
América Latina a todo lo largo del siglo XX fue una de las regiones con menor número de conflictos bélicos. Mientras el resto del mundo se desgarraba en cruentas guerras que derivaron en genocidios bombardeos masivos y hasta en el empleo de armas nucleares, Latinoamérica registra en ese período tan sólo tres conflictos interestatales y dos de ellos afortunadamente muy breves.
La Guerra del Chaco que involucró a Bolivia y a Paraguay entre 1932 y 1935 fue el más cruento y prolongado de ellos. Los otros dos fueron el Conflicto del Atlántico Sur que enfrentó a la Argentina con el Reino Unido por la posesión de las Islas Malvinas en 1982 y más recientemente el Conflicto de la Cordillera del Cóndor que libraron, entre el 26 de enero y el 28 de febrero de 1995, Perú y Ecuador.
Los conflictos internacionales, en especial las dos grandes guerras mundiales, afectaron muy poco a la región. Tan sólo se involucraron en forma importante --aunque tangencial-- algunos países como Brasil.
Los mayores problemas de seguridad de América Latina durante el siglo que pasó fueron la inestabilidad política que provocaron los frecuentes golpes de Estado militares y la actividad de grupos insurgentes de ideología marxista.
Por lo tanto, sorprende descubrir que varios países están dando más prioridad a la búsqueda de mayor poderío militar que a la atención de las graves emergencias sociales que alimentan los conflictos internos en la región.
Según datos del Instituto Internacional de Estudios para la Paz -SIPRI-, con sede en Estocolmo, entre 1993 y 2003 el gasto militar creció un 24% aunque con una distribución muy dispar.
Mientras que la Argentina sólo adquirió 36 aviones A-4M Skyhawk --los mismos aparatos que los EE. UU. emplearon, en los años sesenta, en la guerra de Vietnam pero reacondicionados-- y redujo paulatinamente su presupuesto de defensa, suprimió el servicio militar obligatorio y dejó que se convirtiera en obsoleto el equipamiento de sus fuerzas armadas, sus dos vecinos más importantes incrementaron en forma constante sus arsenales.
El ejército de Brasil, por ejemplo, ha adquirido 90 tanques pesados Leopard a Bélgica, Helicópteros S 70 Black Hawk, a los EE. UU., para aumentar la movilidad en áreas remotas y aumentar su capacidad antiblindados con la incorporación de lanzadores MSS-12 que operan con designadores láser desarrollados en Brasil y de los cuales la fuerza adquirió 600 y 4.000 misiles.
La Armada de Brasil adquirió, en julio del 2000, a un costo de sólo 12 millones de dólares, el portaviones liviano "Fosh" de 32.000 toneladas, que luego de repotenciado entró en servicio con el nombre de "Sao Paulo" equipado con 20 aparatos A-4Q Skyhawk comprados a Kuwait.
Pero el país latinoamericano que más a incrementado su potencial bélico es sin duda Chile.
Según señala el profesor Julio Cirino, presidente del Centro de Estudios Hemisféricos Alexis de Tocqueville, en 1999 Chile gastó más de 2.600 millones de dólares en el área de defensa, desde entonces su presupuesto anual se mantiene en los 1.800 millones de dólares, lo que significa aproximadamente, el 3% de su PBI.
El ejército chileno ha aumentado su capacidad blindada con la incorporación de casi 300 blindados Leopard I comprados a Holanda y Alemania; 200 vehículos transporte de personal M-113 APC y 200 Mowac Piraña anfibios.
La Fuerza Aérea Chilena modernizó sus Dassault Mirage 50 en Israel, y repotenció localmente sus Northtrop F-5 con nuevos radares, contramedidas electrónicas y nuevos misiles. En el 2002 incorporó 12 aparatos Lockheed Martín F-16/D Falcón armados con misiles AIM-120 --aire aire de mediano alcance--.
Mientras que la Armada Chilena adquirió una fragata británica (originalmente la F-96 Sheffield, botada en 1988) "Tipo 22 batch 2", una embarcación de 4.850 toneladas con amplias capacidades anti-submarinas y muy moderna electrónica que fue rebautizada Almirante Williams y actualmente se encuentra en servicio.
En marzo de este año, Chile anunció la compra de cuatro fragatas misilísticas a Holanda. Se trata de unidades muy modernas construidas a finales de los años ochenta. Dos de ellas, la clase Jacob Van Heemskerck, unidades de unas 3.750 toneladas de desplazamiento, armadas entre otras cosas con misiles Arpón, cuentan, para principal misión --la defensa antiaérea-- con los modernos "Standard 2" posiblemente en su versión "Extended Range" que les otorga la capacidad de alcanzar un blanco aéreo a más de 100 millas de distancia. Estos buques poseen además un cañón de tiro rápido de 130 mm y cañones gattling "goalkeeper" con sistemas de guerra elecrónica de última generación.
A finales del año 2003 fue botado en Francia el submarino clase Scorpene, "SS O'Higgins", que entrará en servicio a fin de año. El navío que emplea la misma tecnología que los submarinos nucleares franceses clase "Triumphant" y "Amethyste" para la reducción de "signature" y la capacidad de lanzar sumergidos misiles anti-buque SM-39 Exocet.
Por supuesto, Chile no ha suprimido su sistema de servicio militar obligatorio ni reducido los efectivos de sus fuerzas armadas.
Estamos muy lejos de proponer que la Argentina debe involucrarse en una carrera armamentista en América del Sur, sin embargo, es imposible no preguntarse: ¿Cuáles son las hipótesis de conflicto de Chile y Brasil?
Los políticos argentinos que siguen insistiendo que nuestro país no tiene hipótesis de conflicto deberían de empezar a pensar que nuestros militares pueden llegar a tener otras funciones que las de participar en altruistas misiones de paz en remotos países.
Resulta muy sencillo para algunos asegurar que nuestra mejor defensa son los tratados de integración regional. Pero, no habría que preguntarse porque nuestros vecinos mientras suscriben esos tratados invierten constantemente en el equipamiento de sus fuerzas armadas.
Es hora de que los argentinos asumamos nuestra responsabilidad con la generaciones futuras, y nos ocupemos de una vez por todas de cuidar nuestra soberanía territorial porque nadie lo hará por nosotros.
Adalerto C. Agozino, es Doctor en Ciencia Política, experto en temas de seguridad y defensa nacional, e integra los equipos técnicos del Partido Popular de la Reconstrucción.