La ficción conjugada en pasado
A Héctor Olivera no se le puede negar su condición de infatigable defensor del cine nacional. Su filmografía registra algunos éxitos muy recordados y polémicos, tales como La Patagonia rebelde y No habrá más penas ni olvido, que rescatan acontecimientos o períodos que considera importante que se revisen desde la pantalla, aunque sin ánimo de "hacer historia".
-- ¿El peronismo era una asignatura pendiente en la revisión histórica que suele realizar su cine?
-- Hacía varios años que deseaba hacer una película sobre el peronismo de los '50. Me parecía inconcebible que esa época "tan cinematográfica" hubiera sido abordada tan escasamente por el cine argentino.
-- ¿Por qué "muy cinematográfica"?
-- Comparo esa época con la de Mussolini y la de Franco, de las que tanto el cine italiano como el español han hecho maravillosas películas. Perón, Evita, quienes los rodeaban, los hechos, las modas, son de una gran riqueza dramática. Prueba de ello es la comedia musical y el filme de Alan Parker sobre esa mujer tan extraordinaria como fue Eva Perón.
-- Flavia Costa escribió que "Ay Juancito" es un intento de mapear el ADN de la Nación en busca del gen del menemismo, la genealogía moral de la desastrosa fiesta de los '90. ¿Usted y su coguionista, José P. Feinmann, se lo propusieron deliberadamente o es una visión que se da por añadidura, por una valoración que puede hacer el espectador?
-- "Voy a ser eterno como el peronismo", le dice Juancito a su médico amigo. Y después, cuando la locura ha avanzado: "Yo soy el hermano de Evita, no puedo robar aunque quisiera porque todo es nuestro". Una transgresión que se ha dado también en otras épocas: confundir el patrimonio del Estado con el de la familia reinante, algo que se sigue dando en algunas provincias argentinas.
-- Para abordar el peronismo recurrió a una figura de segundo orden. ¿Era el personaje indicado para iluminar ese segmento de histórico?
-- Es un recurso válido para recrear un tiempo sin tener que hacer una aburrida enumeración de hechos ineludibles, como cuando se toma una figura central. Juan Duarte resultó ideal porque se trataba de contar el ascenso y la caída de un muchacho simplote, a quien Félix Luna describió como un "chorrito fácil" y Perón, después de su muerte, dijo de él, despectivamente: "ese muchacho que vino del campo". ¿Pensaría lo mismo de Evita?
-- ¿Juan Duarte fue un canalla o un tarambana que usó el poder que le otorgaba su condición de hermano de la primera dama?
-- Juancito, con una figura paterna ausente y malcriado por ser el único varón de una familia de cinco mujeres, razonablemente fue un Don Juan, un hombre incapaz de amar a una sola mujer, un viajante de comercio obligado a ser divertido y seductor, y con una decidida afición farandulera, lo que nos dio el material humano ideal para escribir la historia de ese joven del interior que, por obra y gracia de la varita mágica de Evita, se transforma en un playboy, un Isidoro Cañones, un tarambana, un ganador y, a partir de la enfermedad de su hermana, en un pobre infeliz que se derrumba.
-- Adrián Navarro, el actor que encarnó al personaje, afirmó que todo porteño posee algo de Juancito, esa cosa canchera, de tipo seductor y sobrador por naturaleza. ¿Usted también lo ve así?
-- Juan Duarte, aunque nacido en la anterior reserva indígena de Los Toldos (qué maravilloso simbolismo, ¿no?) puede ser considerado un porteño típico, no sólo de la Capital Federal sino también de casi toda la provincia de Buenos Aires, tal como se lo denominaba en el siglo XIX. Si bien no todos los porteños son así, ¿cuántos jóvenes no venderían su alma al diablo por tener unos años de vida como los de Juancito? Su poder, su dinero y su galanura lo definían como un seductor irresistible, como un sucesor de los oligarcas rastacueros que a principios de siglo, en París o en Montecarlo, tiraban manteca al techo. El lo hizo en España, con gran indignación de su hermana.
Concesiones de pantalla
-- ¿Por qué no aparece en la película Raúl Alejandro Apoldo, que fue un personaje clave en la época recreada?
-- Por la simple necesidad de condensar la historia y porque los amigos de Juancito están personificados en el rol de Cámpora.
-- Algunas críticas objetaron el tratamiento impuesto a Fanny Navarro, que no se ajustaría a la verdad, por cuanto ya poseía antecedentes actorales antes de conocer a Juan Duarte. También opinaron en este sentido los autores del libro Fanny Navarro. Un melodrama argentino.
-- Ni Elina Colomer, ni Fanny Navarro ni Malisa Zini aparecen en el filme, sino que son personajes de ficción inspirados en ellas. Esto obedeció a una elemental necesidad de libertad creadora, sobre todo cuando debíamos ser respetuosos de las figuras históricas. En cuanto a las escenas y diálogos de Niní Marshall, fueron extraídos de sus memorias hasta ahora no controvertidas. Las de Susana Canales se corresponden con su testimonio al director de esta película.
-- ¿Por qué realizaron un diseño distinto del cabaret Tabaris?
-- El auténtico Tabaris (hoy templo evangelista) es muy soso y, como productor y director, creo en aquel axioma de Hollywood: Bigger than life (mayor que la vida). Me pareció conveniente recrearlo con más lujo y más gracia que el real, cuya fama no se basaba en su decoración sino en quienes lo frecuentaban.
-- ¿Qué significado tiene la inclusión de la marcha de la Revolución Libertadora en la banda de sonido de la película?
-- Se correspondía con la escena de un Congreso de la Nación ocupado por militares y comisiones investigadoras, algunas que aplicaban "el tercer grado". El estribillo de la marcha "mil muertes una muerte argentina" asociada a la cabeza seccionada del cadáver de nuestro protagonista, es una referencia a la necrofilia nacional.
-- ¿Qué costo tuvo la producción de "Ay Juancito"?
-- Más de un millón de dólares y menos de dos, como me enseñó a contestar el director norteamericano Roger Corman.
-- El filme rescata una frase de Juan Duarte sobre la gente de cine: Estos del cine son todos iguales. Hablan de elevar el nivel cultural del pueblo, pero lo único que les importa son los mangos". ¿Fue así? ¿Sigue siendo así?
-- Esta frase es un lugar común que Feinmann escribió como una broma interna y que yo dejé porque me pareció que quedaba muy bien en boca de Duarte.
-- Cuando sucedieron los hechos que narra el filme usted tenía 20 años y se estaba iniciando en el cine. ¿Cómo vivió esos episodios y cómo los observa hoy, con la perspectiva que otorga el tiempo transcurrido y su madurez intelectual?
-- Cuando Susana Canales me habló de Juan Duarte lo primero que recordé fue la imagen de un afiche pegado a una de las columnas de la Estación Retiro de un Perón muy sonriente y el siguiente graffiti: "Tu mujer se murió, tu cuñado se suicidó, vos pronto vas a morir, decime hijo de p..., ¿de qué te podés reir?
Verdades e historias
El filme de Olivera sostiene la hipótesis de que Juan Duarte se suicidó tras conocer el diagnóstico médico que lo sentenciaba como un enfermo de sífilis.
Los familiares de Duarte no están de acuerdo con esa posibilidad y señalan que fue muerto por encargo.
"Con Feinmann investigamos a fondo el tema y llegamos a la conclusión de que fue suicidio, tal como está mencionado en la película, lo que responde a la sentencia del juez Kent y a la opinión de los más serios historiadores", afirma Olivera.
El director agrega que en la biblioteca reservada del Congreso de la Nación revisó los informes de la Comisión Investigadora Nº 58, presidida por el auténtico capitán de fragata Molinari y el falso capitán Ghandi, y creada para negar las conclusiones del juez Raúl A. Pizarro Miguens (expuestas en su libro El caso Duarte) y demostrar que no había sido suicidio sino asesinato.
"Durante los tres años que demandó la preparación y realización de este filme no escuché más que: `¿Juan Duarte? A quien mandó matar Perón'. Esta creencia popular fue avalada porque hubo ocho testimonios que aseguraban que doña Juana Ibarguren y sus hijas salieron del departamento de Duarte gritando: `¡Lo mataron!' También contribuyó la censura imperante en esa época que indicó a los medios de comunicación cómo dar la noticia: `La imprevista muerte del señor Juan Duarte', provocando así la primera sospecha", continúa el director.
"Antes de comenzar con el rodaje tuve una entrevista con la arquitecta Cristina Alvarez Rodríguez, sobrina nieta de Evita y Juan, quien me confirmó que `para la familia Duarte a Juancito lo mataron', tal como lo dice el personaje del capitán Ghandi en la escena final de la película".
Además del amplio conocimiento de Feinmann sobre la época y sus personajes, los autores abrevaron en libros de historia, publicaciones y biografías de Perón, Evita y Héctor Cámpora.
"Providencialmente vino en mi ayuda Néstor Romano, un periodista del espectáculo, fallecido poco tiempo después, quien me entregó una fotocopia de sus notas para una biografía de Elina Colomer donde figuran los episodios del auto regalado y después destruido y los insultos desde el palco del teatro. Algo que ni a Feinmann ni a mí se nos hubiera podido ocurrir por disparatado, lo que confirma aquello de que la realidad a veces supera a la ficción", señala.
Agustín Neifert/Especial para "La Nueva Provincia"