Arte y tradición, una combinación perfecta
Con técnicas y estilos únicos, Oscar Frasche logra combinar el arte con la tradición nacional para lograr diseños exclusivos que tientan a cualquier coleccionista de productos típicos o, simplemente, a aquellos interesados en adornos exclusivos para sus quinchos.
El artista tiene 60 años y es nativo de 17 de Agosto, donde cada uno de sus habitantes conoce y admira todas sus obras.
"De chico tuve inclinación hacia el arte, ya que mi padre y mi tío se daban maña para estas cosas", comentó Oscar a "La Nueva Provincia".
Cada una de sus obras se basa en materiales reciclados que consigue por sus propios medios o gracias a amigos y vecinos, que se los regalan.
"Una vez que tengo el material, pienso en qué los puedo convertir. Nunca desestimo nada, por más que sea un pedazo de madera de un sulky. Todo sirve; sólo hay que tener ideas", expresó.
De esta manera surgen sofisticadas lámparas de pie como la que construyó con una escopeta calibre 16, de origen belga, que data del año 1880, o el velador que nació a partir de un revólver 32 largo.
A la lista se suman espejos para colgar construidos a partir de los yuguillos de los sulkyes, portamasetas hechos con infladores, revisteros con anteojeras de caballos y originales portabotellas con herraduras, rejas de arado o tijeras de podar.
Con elásticos de sulky o llantas de ruedas de carro, Oscar hace mesas ratonas; con balancines de carro, veladores; y, para los más exquisitos, trabajosos ceniceros con torniquetes y arañas de molinos de viento.
Entre los diseños preferidos por el artista aparece una farola para exteriores diseñada a partir de una antigua bomba de agua que, como no podía ser de otra manera, luce orgulloso en el patio de su casa.
En el mismo lugar, un viejo arado muy oxidado espera ansioso las ideas del creador que le permitirán mantenerse, entre la gente, convertido en un útil objeto de decoración.
Una costumbre familiar
Al entrar en la casa de Oscar Franchi --un espacio de 300 metros cuadrados en la calle Hernández 44, de 17 de Agosto-- lo primero que se percibe es que el arte se expresa en cada rincón.
Cuadros, tapices, pantallas de lámparas y algún tejido a medio terminar denotan que, allí, el artista no es uno solo.
"Todos tenemos alguna habilidad", reconoció.
Algunos de los trabajos fueron creados por Marta González, su mujer, y otros por sus hijos Jorge Pablo, de 38 años, y Sirley, de 32.
"Mi hija es la que fabricó la mayoría de las pantallas de los veladores y las lámparas que fabrico. Trabaja con hilo de papel o cualquier otra variedad que le permita hacer algo rústico pero delicado", comentó.
Sirley ahora vive en Bahía Blanca, pero divide perfectamente su tiempo para poder atender a sus dos hijos, cumplir con las obligaciones laborales y complacer el gusto de su padre.
"Marta, por ahora, se dedica a los tapices que complementan la exposición de mis productos, y Jorge colabora conmigo en el taller", dijo Oscar.
Para la creación de sus artesanías, Oscar cuenta con dos tallercitos: uno en el patio y otro en el frente de la casa donde, además, hace algunos arreglos de bicicletas para aumentar sus ingresos.
Si bien sus orígenes están ligados al campo, donde vivió su niñez y su adolescencia, ahora vive en el pueblo, pero mantiene algunas hectáreas que visita a diario y realiza algunos trabajos.
"Algunas cosas no se venden"
Para Oscar Frasche, las artesanías representan una forma de ganarse la vida y, a veces, realiza trabajos en hierro o madera pedidos especialmente por sus clientes.
Desde hace un tiempo, algunos locales de Bahía Blanca exhiben sus artículos y hasta él mismo se asombra de los precios que paga la gente para adquirirlos.
Pero, como todo creador, tiene piezas preciadas que no vende "ni por todo el oro del mundo", dice.
"En una muestra, un turista extranjero me preguntó cuánto valía la lámpara de pie diseñada a partir de la escopeta belga. Sin pensarlo demasiado le dije que costaba 600 dólares. Era una cifra exagerada pero fue premeditado porque no quería venderla", contó.
"El turista se fue sin contestar y, al rato, volvió con la plata en la mano. En ese momento volví a pensarlo y me di cuenta que el valor afectivo era mayor. Le dije `disculpe, pero esa no se vende'", recordó, Oscar, entre risas.
Sin límites
Los artículos de Oscar son más buscados por los habitantes de las grandes ciudades que de los pueblos porque, según él, en las localidades pequeñas los materiales que utiliza son comunes y no se les da importancia.
Si bien él conocía esto, lo pudo notar en las exposiciones donde la gente, especialmente los turistas, calculaban el valor de sus artesanías a precios altísimos.
No obstante, a veces la obsesión de los coleccionistas no tiene límites. Esto lo descubrió cuando le robaron, de la entrada a su establecimiento rural, dos ruedas de carro que había amurado con cemento para adornar el guardaganado.
"Si me las hubieran pedido, se las habría conseguido de otro lado sin cobrarles nada", reflexionó el artista.
María Paula Dupré/Especial para "La Nueva Provincia"