Tics, problemas emocionales y de conducta
Una de las principales preocupaciones de los padres y maestros de los niños con Síndrome de la Tourette (ST) es enfrentar la difícil tarea de conducirlos en la vida cotidiana.
El ST se caracteriza por la aparición en la infancia de tics motores y fónicos (movimientos y sonidos involuntarios) que persisten durante varios años y fluctúan en oleadas de exacerbaciones y remisiones, aparecen unos y desaparecen otros.
Si bien para algunos niños y adolescentes los tics pueden ser la única manifestación de la enfermedad, lamentablemente una serie de problemas emocionales y conductuales se le asocian.
La combinación de los tics con los problemas emocionales, en algunos casos, son el origen de trastornos psicopatológicos, también llamados comorbilidades psiquiátricas.
Entre ellas se destaca las dificultades atencionales, la hiperactividad, la impulsividad, los síntomas obsesivos-compulsivos y, básicamente, la desinhibición conductual.
"Lo interesante sería que las personas que comparten tiempo y lugar con niños con ST, tengan la suficiente información práctica para que puedan abordar esta problemática tanto en el hogar como en la escuela", explica la doctora María B. Moyano, psiquiatra del Servicio de Psicopatología del Hospital Francés de Buenos Aires.
La especialista también es coordinadora del área de Psiquiatría del equipo multidisciplinario para el diagnóstico y tratamiento del Síndrome de Gill de la Tourette.
Comorbilidades asociadas. Los tics y los problemas emocionales y conductuales que presentan estos niños, desde el principio, repercuten desfavorablemente en sus primeras relaciones interpersonales.
Sin embargo, las conductas que se asocian al síndrome son poco comprensibles y menos tolerables en la comunidad.
Por sus rasgos hiperactivos e impulsivos (TDAH), son niños con tendencia a estar siempre en movimiento, molestar a otros, dicen lo inapropiado e interrumpen.
Por su desinhibición conductual, comúnmente, realizan actos obscenos o inapropiados (coprolalia, copropaxia). También, dicen lo que otros niños pueden llegar a pensar pero callan.
Por sus rasgos obsesivos, suelen ser obstinados y necesitan preguntar, reasegurarse, repetir conductas y realizar actos bizarros que motivan la burla de sus pares.
"Con frecuencia se encaprichan y, en ocasiones, presentan ataques de rabia de muy difícil manejo", manifiesta la doctora Moyano.
Muchos de ellos presentan, también, marcada tendencia a la ansiedad, que les provoca miedos y obsesiones, por ejemplo, a la hora de dormir.
Por eso, es muy frecuente que sean niños con graves trastornos del sueño que suelen reclamar la presencia de sus padres o se pasan a su cama por la noche.
Como si esto fuera poco, se ha comprobado también que, con gran frecuencia, estos niños y adolescentes presentan problemas en el aprendizaje que pueden derivar de múltiples comorbilidades o presentarse como una dificultad específica, por ejemplo, dislexia, disgrafía, discalculia.
A pesar de su capacidad potencial normal, estos niños muestran bajos rendimientos académicos que los conducen con frecuencia al fracaso escolar.
"Es sólo a partir de una actitud empática que pueden comprenderse mejor sus problemas de conducta. Podría decirse que estos niños pagan un precio muy alto como consecuencia de las tendencias (emisión de movimientos y ruidos involuntarios, hiperactividad, impulsividad, obsesividad, compulsividad, desinhibición, etc.) con que vienen dotados desde su biología", enfatiza Moyano.
A su vez, esta base neurobiológica (establecida genéticamente) condiciona y modela su psicología.
Es importante destacar que, cuando más precozmente se asisten los problemas emocionales y conductuales, mayores son las posibilidades de modificarlas para impedir que estos rasgos se arraiguen a su personalidad a lo largo del tiempo.
Clásica tríada del síndrome. La tríada de la Tourette está conformada por los tics, el Trastorno por Déficit Atencional (TDAH) y el Trastorno Obsesivo compulsivo (TOC).
Sin embargo, además de los tres clásicos trastornos que se asocian al síndrome, es muy frecuente observar en la práctica clínica que los niños suelen presentar un verdadero espectro de trastornos psicopatológico en multicomorbilidad.
Entre estos que hay que destacar, por su frecuencia e importancia, a los trastornos de ansiedad y del estado de ánimo, presentes también desde etapas muy tempranas.
No es raro que, además, muestren desde su etapa escolar fobias múltiples, ansiedad de separación (miedo a estar lejos de la madre, fobia escolar), ansiedad social (miedo a afrontar situaciones sociales y al ridículo.
También, a participar de actos escolares o fiestas de cumpleaños) y ansiedad generalizada (tendencia a la preocupación permanente por lo cotidiano, dificultad en relajarse, tendencia a la somatización).
Sorprende, también, que estos niños muestren desde etapas tan precoces, entre los 10 a 12 años aproximadamente, síntomas depresivos recurrentes que son las consecuencias del padecimiento de los trastornos o la problemática cotidiana.
Se acompaña, asimismo, con una consecuente caída de la autoestima y del autoconcepto, dando lugar a la desesperanza y la desmotivación en etapas claves de formación de la identidad.
La depresión en estos niños se manifiesta más que con tristeza con desmotivación, irritabilidad y exacerbación de sus problemas de conducta así como un deterioro aún mayor de sus capacidades atencionales y rendimiento académico.
No me hagan enojar. Los ataques de rabia consisten en súbitas explosiones intermitentes como respuesta exagerada a situaciones frustrantes o provocadoras.
Suelen gritar, insultar, agredir verbal y físicamente, arrojar y destruir objetos.
"Los mismos pacientes suelen hacer referencia a sentirse poseídos y totalmente fuera de control", añade la profesional.
Las crisis se acompañan de fenómenos autonómicos similares a los que ocurren en los ataques de pánicos: sudor, temblor, calores, taquicardia, cambio en la mirada, sensación de descontrolo o pánico.
A partir de estas crisis suele crecer en forma exponencial el clima de tensión familiar y la vivencia de descontrol.
Luego del episodio sobreviene culpa y vergüenza.
El medio que rodea a estos niños --hogar, escuela, amistades--, contribuye en forma marcada a modelar la severidad de estas conductas.
Pueden llegar a favorecer o ser un factor de riesgo que estimule y perpetúe las crisis.
Existe un gran desconocimiento: por ejemplo, el nerviosismo o la ansiedad no causa tics; sólo los exacerba.
Por esta razón, muchos chicos con ST son derivados exclusivamente a tratamientos psicológicos y quedan durante mucho tiempo sin diagnóstico adecuado.
Dónde informarse
Para ampliar la información, comunicarse con el Hospital Francés, area Neurología, al (011) 4923-4733, o vía e-mail [email protected]
Nota: Agradecemos el aporte del Boletín Neurológico de la Fundación Alfredo Thomson para el Desarrollo de las Neurociencias, edición 41.