Bahía Blanca | Miércoles, 09 de julio

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EL DIA QUE NUNCA OLVIDARE HOY: MARIO ROLANDO TALMON. Peregrinación a las fuentes del valdismo

El 17 de febrero de 1995, Mario Talmón se levantó cuando el sol comenzaba a iluminar las crestas de los Alpes y se asomó por la ventana. Aún caían por las vertientes unas sombras profundas y la nieve encendía las cumbres. La belleza de los valles y la magnitud del escenario lo hicieron sentirse pequeño. Solo la mano de Dios podía producir un espectáculo tan conmovedor.


 El 17 de febrero de 1995, Mario Talmón se levantó cuando el sol comenzaba a iluminar las crestas de los Alpes y se asomó por la ventana. Aún caían por las vertientes unas sombras profundas y la nieve encendía las cumbres. La belleza de los valles y la magnitud del escenario lo hicieron sentirse pequeño. Solo la mano de Dios podía producir un espectáculo tan conmovedor.


 "Había que tener mucha fe para sobrevivir tantos siglos en estos valles altos, aislados entre el cielo y la tierra", se dijo.


 Ese día iba a depararle una de las experiencias más conmovedoras de su vida. Una vida de singularidades religiosas que lo identificaban con el credo valdense, cuya cuna de piedra en los Alpes estaba contemplando.


 El culto, de origen medieval, arraigó profundamente, hace siglo y medio, en el Río de la Plata, desde donde se proyectó a nuestra región.


 En esos valles que Mario veía desde la ventana se diseminan aún los pequeños pueblos valdenses, encastillados en los cerros después de que la empresa religiosa que fundara Pedro Valdo en Lyon, Francia, fuera condenada por herejía en el Concilio de Verona.


 En medio de cruentas luchas y persecuciones huyeron a la agreste región donde las montañas se convirtieron en entidad protectora. De allí fueron expulsados en 1686 pero se reagruparon en Suiza, y tres años más tarde volvieron a reconquistar sus templos y sus tierras, en las que padecieron un prolongado gueto y en las que viven hasta hoy.


 El día en que ingresaron de nuevo en sus templos es evocado como il glorioso rimpatrio, el glorioso retorno.


  * * *


 Desde aquel elevado columpio alpino partió en 1856, rumbo al Uruguay, el abuelo de Mario, ocho años después de que el rey Carlos Alberto de Saboya firmara el Edicto de Emancipación que permitía a los pobladores de los Valli Valdesi gozar de las mismas libertades y los mismos derechos civiles y religiosos que los restantes ciudadanos de Italia.


 Su abuelo, Santiago, fue uno de los que respondió afirmativamente a la convocatoria de naciones latinoamericanas que, queriendo poblar sus tierras, las ofrecían en uso a habitantes de distintas nacionalidades y a practicantes de diferentes credos.


 Les costó a los valdenses aceptar la emigración. Suponía una diáspora que precisó un amplio debate en la comunidad antes de ser asumida.


 El abuelo Santiago se incorporó a los contingentes que eligieron como destino el Uruguay, donde se radicó y formó su familia.


 Hasta que, en 1904, uno de sus hijos, Pablo Mateo, debió emprender una precipitada fuga con un amigo, tras los enfrentamientos políticos de ese tiempo en la Banda Oriental.


 En una pequeña lancha, sin que durante la travesía su mano se apartara una sola vez el fusil, cruzó el río y pisó suelo argentino. Incorporaba a su futura vida, como único capital, el arma, ya descartable, y un insignificante atado de ropa.


 Luego continuó su itinerario hasta llegar al incipiente pueblo del sudeste pampeano llamado Villa Alba.


 Allí fue acogido por la colonia valdense, instalada tres años atrás, y conoció a Margarita Rostán, con quien fundó su familia según el rito ancestral. Tuvieron trece hijos. El menor es Mario Rolando Talmón.


 --Los valdenses --cuenta Mario-- habían llegado al sudeste pampeano tras las recorridas que, a comienzos del siglo, hizo por la zona Juan Pedro Rochón. Descendió del tren en Villa Iris, que era apenas una casilla de madera en la que el maquinista se detenía solo si mediaba el pedido anticipado de algún pasajero, y se dirigió al lugar donde se iban a ubicar las colonias.


 "Pronto arribaron las primeras familias que se instalaron en El Triángulo. Luego se formaron cinco comunidades principales en las zonas de Jacinto Aráuz, Villa Iris y General San Martín. Se construyeron los modestos templos y los matrimonios se celebraban dentro del grupo.


 "Los valdenses no veneran imágenes y en el lugar sagrado solo se instala el púlpito, la cruz y el armonio".


 Mario Talmón recuerda que, como vivían en una zona semiárida, las tareas rurales eran muy duras. Además, debían producir todo lo que consumían: cereales, gallinas, cerdos, quesos, manteca, crema. Y, al principio, el pan una vez por semana.


 Con la fruta de la quinta se elaboraban dulces que los más chicos se encargaban de revolver, para que no se pegara, en una lata grande colocada sobre el fuego encendido detrás de un galpón.


 Como tenían un pequeño tambo, a Mario le tocó más de una vez salir a hacer el reparto en sulky por Villa Alba, que poco a poco iba ampliando la perspectiva de sus calles.


 En la década del 40 se produjo una sequía terrible. Volaban los cardos rusos que solo se detenían contra los alambrados. Luego, el viento arrojaba sobre ellos paladas de arena, hasta cubrirlos y formar un puente por el que los animales escapaban a los caminos. Para evitarlo, la familia entera contribuía a reunir aquellos interminables ejércitos rodantes de cardos y prenderles fuego.


 Ante tanta desolación, algunos, al evocar el hogar lejano de los Alpes, sentían una profunda nostalgia.


 En tiempos mejores, Pablo Mateo decidió donar una hectárea para construir la escuela con el aporte de los colonos. El Consejo Nacional de Educación envió pronto un maestro. La vida cultural, los coros, el teatro, la biblioteca, eran importantes para la colonia.


 Llegada la noche, después de la acción de gracias por los alimentos recibidos, la madre, a la luz del petromax, restauraba el sentido trascendente de la vida mediante la lectura de un fragmento bíblico.


 En 1946 la familia se trasladó a Villa Alba, que ya se llamaba General San Martín y albergaba a una abierta comunidad ecuménica en la que convivían practicantes de diversos credos: rusos alemanes, católicos, luteranos, miembros de la Iglesia Evangélica Alemana, judíos y valdenses. Entre los edificios del pueblo sobresalían las iglesias y la sinagoga.


 --No existía ninguna discriminación. Dos de mis mejores amigos eran católicos. Hasta 1910, los líderes permanecían al frente de la comunidad y tres veces al año llegaban pastores de Italia y del Uruguay. Después hubo un pastor en Jacinto Aráuz que recorría las colonias de la zona, habitadas por alrededor de cien familias: Villa Iris, El Triángulo, Colonia Bidou.


 Los valdenses se caracterizaban por sus profundas raíces religiosas y su actitud ética.


 --Entonces estaba en Jacinto Aráuz el doctor René Favaloro, a quien invitamos muchas veces a dar charlas sobre la salud. Un día definió a los valdenses como `familias rectas, de buena moral, disciplinados, trabajadores y humildes'.
El fuego que aún arde en los Alpes





 Mario Talmón, que vivió en General Sana Martín hasta los 33 años, se convirtió en líder religioso laico. Los valdenses tienen su Instituto de Teología en Buenos Aires y su Universidad de Teología en Italia.


 En el 57 se casó con Elinor Griselda Negrín y un año más tarde nació su primera hija. En marzo de 1968 su familia decidió trasladarse a Bahía Blanca donde había ya varios miembros de la iglesia. A mediados de esa década, con la ayuda de Italia y Uruguay compraron el templo de Villarino 30, que había pertenecido a la Iglesia Presbiteriana Escocesa.


 Poco antes, Mario había vivido la emoción de visitar Uruguay, la tierra donde nació su padre, y conocer personalmente a sus primos, con los que mantuvo desde entonces un permanente vínculo afectivo.


 Pero nada le impactó tanto como la experiencia de un 17 de febrero, que no por casualidad coincide con la fecha en que el rey de Italia emitió el Edicto de Emancipación.


 Es preciso aclarar que la Iglesia Valdense constituye una organización horizontal. La autoridad máxima, que se reúne anualmente, la asume en Italia y en el Río de La Plata la Asamblea Sinodal, encargada de analizar lo actuado durante el año y prever actividades para el próximo ejercicio. Luego, la Asamblea delega las tareas en las Mesas Valdenses.


 A mediados de la pasada década, la Iglesia de Italia decidió invitar a un representante de cada presbiterio --organismos regionales-- a visitar aquel país, y, en especial, la cuna alpina del movimiento valdense: los valles del Piamonte. Mario Talmón fue elegido por el Presbiterio Sur de la Argentina.


 --La visita consistía en 45 días de recorrida por Italia. Viajamos con mi esposa por el norte y el centro, visitando comunidades. Pero lo que más nos atraía eran los Valles Valdenses. Fue el principal destino de la gira. Llegamos en pleno invierno y permanecimos allí dos semanas.


 "Yo me levantaba muy temprano y miraba las montañas nevadas. Tenía la sensación de estar frente a los lugares sagrados de la historia valdense. Parecía que aún resonaban los ecos de las luchas de mis antepasados. Me preguntaba cómo pudieron, en medio de tantas persecuciones, seguir aferrados a su fe y a su terruño. Y me sentí pequeño ante la inmensidad de Dios.


 "Imaginaba el día en que las comunidades de los valles recibieron la noticia de que se les había concedido la libertad; el acontecimiento más esperado a lo largo de todas las generaciones. El primer informe lo proporcionó un mensajero llegado de Torino. De inmediato partieron otros hacia los pueblos dispersos en la montaña.


 "Las comunicaciones eran difíciles debido al invierno. Para acelerar la difusión de la buena nueva comenzaron a encender hogueras que se iban reproduciendo en la distancia, hasta alcanzar las poblaciones más lejanas. Todos supieron así que había llegado la hora de la libertad y que empezaba un tiempo nuevo".


 Desde entonces, el 17 de febrero es evocado mediante hogueras que se encienden durante la noche en cada pueblo.


 Mario pudo presenciar la celebración en 1995.


 --Nos llevaron a San Secondo de Pinerolo, un pequeño pueblito en la montaña. Ese día se suspendieron las actividades. Al mediodía participamos de un almuerzo con vino producido en el mismo valle. A la tarde se ofició un culto y a la noche subimos al cerro donde estaba armado el faló, la hoguera, con una bandera italiana en la punta. Muchas mujeres asistían vistiendo el típico traje valdense.


 "El encendido requiere toda una ceremonia. Primero se retira la bandera y luego, en la parte superior, se enciende el fuego que va descendiendo lentamente.


 "En ese momento, los asistentes comienzan a entonar cantos y comparten un sentimiento de mutua solidaridad, hermanados por el amor cristiano. Después nos abrazamos y permanecimos juntos hasta que se extinguieron las últimas llamas.


 "Ya oscuro, tras un instante de silencio, hubo una oración de despedida y nos separamos.


 "Durante el regreso al hotel todavía podíamos ver algunas hogueras ardiendo en las montañas. Fue muy emocionante.


 "Viví la recordación como si en realidad hubiera estado presente aquel inolvidable 17 de febrero de 1848. Y si uno lo piensa, no ha pasado tanto tiempo. Apenas unas generaciones".


  * * *


 En Torre Pellice hay un museo histórico que conserva las tradiciones valdenses.


 --Su recorrida comienza con los primeros pasos del valdismo. En un sector se guardan las armas utilizadas para defenderse del ejército saboyano, que se emplearon durante "il glorioso rimpatrio".


 "Ante aquellos testimonios me sentí perplejo. Repasando su larga historia de ocho siglos vi que mis antepasados vivieron consagrados a una fe inclaudicable, en la que era manifiesta la presencia de Dios. Esa fe permitió al pueblo valdense subsistir en medio de las peores adversidades".


 Y al evocar las horas de su también glorioso rimpatrio, Mario comprende que su viaje por los valles significó una peregrinación a las fuentes primigenias, de las que aún manan las aguas cristalinas y puras de su fe ancestral. Las mismas que alentaron a sus padres y abuelos en los momentos más difíciles del éxodo pampeano, del que nuestra cercana región fue testigo y protagonista principal.
leyendas:
La primavera en uno de los valles y una joven con el tradicional traje valdense.

El valle en pleno invierno.
Antes de encender la hoguera, faló.

Un templo valdense cercano a Roma.