La despedida al cardenal Aramburu
BUENOS AIRES (DyN) -- Una veintena de obispos, más de doscientos sacerdotes, numerosos seminaristas y escasas autoridades políticas despidieron ayer los restos del cardenal Juan Carlos Aramburu.
La misa exequial, a cajón cerrado, fue presidida, en la catedral metropolitana, por el cardenal Jorge Mario Bergoglio, quien adelantó su regreso de Roma (Italia) al enterarse de la noticia.
En su homilía, el purpurado resaltó la que definió como ancianidad discreta y laboriosa de Aramburu, pero, sobre todo, la dedicación a impartir, durante los últimos años, el sacramento de la confesión. También recordó su pícara mirada y gran ecuanimidad.
Antes de comenzar la celebración eucarística, el sacerdote Alejandro Russo leyó el telegrama de condolencias del Papa Juan Pablo II, quien valoró la total entrega a Dios y el servicio a la Iglesia. El Sumo Pontífice definió a Aramburu como sobrio, prudente e íntegro.
Tras la misa se rezó un responso y un cortejo condujo en procesión el féretro --cerrado el domingo, ante la prolongación del velatorio-- hasta la capilla San Juan Bautista, ubicada en el lateral izquierdo del templo catedralicio, muy cerca de la sepultura del cardenal Antonio Quarracino.
Cuando el ataúd descendió a la tumba, fueron incontenibles las lágrimas de su secretario privado, monseñor Miguel Angel Irigoyen, y de algunos de los familiares presentes en el templo.
"Adveniat Regnum Tuum, Juan Carlos Cardenal Aramburu, I Arzobispo de Tucumán, IX Arzobispo de Buenos Aires. 11-II-1912 -18-XI-2004", indica la placa de mármol.
Si bien se observó la presencia de dignatarios pertenecientes a otros credos --Kirilos Doumat (Iglesia Católica Ortodoxa de Antioquía) y monseñor Platón (Iglesia Ortodoxa Rusa del Patriarcado de Moscú)--, llamó la atención la escasa presencia de autoridades políticas.
Sólo se pudo ver al secretario de Culto, Guillermo Oliveri; al director de Culto Católico, Luis Saguier Fonrouge; y al vicepresidente de la Legislatura de la ciudad de Buenos Aires, Santiago de Estrada. La única corona ubicada a la entrada de la catedral era la del vicepresidente, Daniel Osvaldo Scioli, y su mujer, Karina Rabolini.