Bahía Blanca | Jueves, 17 de julio

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¡Qué amargos!

Amargo es el sabor de la derrota, siempre fue y será. Ahora, el desempeño del rejunte argentino de básquetbol, en el Panamericano, está totalmente justificado ante la amarga actitud de un plantel conducido por un amargo como Duró. Lo único que tiene, a simple vista, es cara de hacerle honor a su apellido; más, es sólo un espejismo; en realidad, es sólo amargo, además de un mediocre estratega.


 Amargo es el sabor de la derrota, siempre fue y será. Ahora, el desempeño del rejunte argentino de básquetbol, en el Panamericano, está totalmente justificado ante la amarga actitud de un plantel conducido por un amargo como Duró. Lo único que tiene, a simple vista, es cara de hacerle honor a su apellido; más, es sólo un espejismo; en realidad, es sólo amargo, además de un mediocre estratega.


 Después de ver al seleccionado ante Estados Unidos, una potencia disminuida y bisoña, y Uruguay, un equipo de mucha garra y maña, no queda otra expresión: ¡qué amargos son!


 Es poco entendible cómo Magnano dejó en manos de este Reutemann del básquetbol la responsabilidad de conducir a los nuestros; quizá no tenía opciones, eso sería lo único justificable.


 Además, ver a un técnico argentino de los quilates del "Che" García en el banco uruguayo causa una sensación difícil de explicar. Sabemos de sus mañas, de su capacidad, de sus arengas a en momentos críticos.


 Al mismo tiempo, con solo observar la actitud de Duró en los instantes finales, cualquiera caía en la cuenta de que este buen señor cree que los partidos se ganan solamente con la tablita.


 ¿Será que desde Bahía, y después de tantos Olimpo-Estudiantes o Provincia contra cualquier rival, la cosa se ve con otro cristal?

Héctor R. García