Los boliches, ahora, abren también en horas de la tarde
Abril, Florencia y Lucía "se encienden", cada vez que suena una canción que les gusta. Sentadas arriba de un parlante, cuchichean, ríen desenfrenadas y miran cómo muchos conocidos, luciendo lentes de colores y "despeinados" con gel, bailan encima de las mesas.
Mientras tanto, otras tres chicas se trepan a la barra y dejan boquiabierto a más de uno, cimbreándose al compás de la sensual canción "Puedes dejarte el sombrero puesto", de Joe Cocker.
Parece una escena típica del sábado a la madrugada, pero es domingo y son las seis de la tarde.
Dicen que la onda es entrar, salir y tomar algún energizante.
La mayoría viene desde el Paseo de las Esculturas, donde, según comentan, "no hay nada para hacer", mientras que ahí (en los dos boliches Casanova casi Fuerte Argentino) tienen música, bebidas y mucha gente conocida con quien charlar.
Todo arrancó el domingo posterior a la fiesta de la primavera en Monte Hermoso. Al principio, ponían una lona, para que no molestara la luz que entraba por la puerta: ahora, ya tienen los vidrios polarizados.
La música arranca a las 17 y se acalla a las 21, para limpiar y dar tiempo para ir a cenar. A las 23, vuelven a abrir y siguen hasta que "las velas no ardan". Es que terminaron las clases y muchos "polimodales" no quieren parar de bailar.
Según Fernando Sierra, ambientador de lugares nocturnos, esta movida responde a una renovación en las costumbres horarias. Está convencido de que los adolescentes tienen más energía que antes y de que, en tres o cuatro años, va a cambiar todo en cuanto a salidas. Para él, la noche va a dejar de ser la preferida.
"Esto pasa en el verano europeo. Allá, están de caravana dos días seguidos, pero a fuerza de drogas. Acá, es distinto, porque no hay nada más que música", dice.
En los locales de calle Casanova no venden ninguna bebida alcohólica, sólo gaseosas, licuados y los hoy tan demandadosenergizantes. Estos son los favoritos, cuestan cinco pesos, son dulces, despabilan y no tienen alcohol.
Al que mejor baila suelen regalarle uno.
Lucio Serrón, uno de los dueños de los locales, dice que los domingos, por la tarde, entran al local unas 200 personas: "Esto es como cualquier bar, pero con música y luces. Viene gente más chica y por eso no vendemos cerveza ni tragos".
Sin embargo, el bar es bastante particular. Fernando Sierra asegura que es el primero en la ciudad con esas características y que la tendencia va a ayudar a romper ciertas normas de Bahía Blanca. El mismo ambientó un sector restringido (VIP), dividido en tres partes: un living con signos del zodíaco y secadores de pelo usados como lámparas, una pista de baile con formas geométricas y una barra con elementos contrastantes.
"La gente se filtra con la edad; sólo entran los más grandes. Acá se desinhiben, descargan como nunca antes. Sólo se escuchan temas electrónicos. Hay una estética del diseño que va de la mano de ese tipo de música", comenta.
Pegado a ese bar-boliche, abrieron otro que va en la misma línea. Decorado en madera, ofrece a las multitudes que matean en el Paseo de las Esculturas un lugar con bebidas y música fuerte. Como el anterior, abre a las 17.
Allí, tampoco venden alcohol, pero sí jugos tropicales, daikiris (sin ron) y los infaltables energizantes.
Según su encargado, Pablo Díaz, la clientela del local está compuesta, principalmente, por egresados del polimodal.
La sorpresa de una francesa
Maeva tiene 17 años y es de Roig, una población ubicada a 100 kilómetros de París. Vino a Bahía Blanca por un intercambio del Rotary, vive en una casa de familia del barrio Palihue y estudia en el Ciclo Básico.
Apoyada en la barra, con los ojos fuertemente delineados de negro y en su precario español, dice que, en su país, jamás vio algo parecido, a esa hora de la tarde.
"Al principio, me parecía raro ver a las chicas bailando arriba de la barra, pero, después de tres meses --el tiempo que lleva en la ciudad-- me acostumbré", comenta, y agrega que disfruta mucho de la música, la onda y la gente que va a los boliches de la calle Casanova.
Veteranos y diurnos
Se los llama "generación happy hour". Tienen entre 25 y 40 años y se reúnen en bares y boliches después de la oficina. La idea es divertirse sin tener que esperar al sábado por la noche.
Se trata de una tendencia que apareció en Buenos Aires, en 2001, para quienes disfrutan salir durante la semana y despejarse de los problemas laborales. Varios locales de Recoleta y San Telmo ya se han hecho eco.
Generalmente, alguien se encarga de las relaciones públicas y las ganancias se reparten con el dueño del lugar. Una de las principales vías de difusión es Internet y basta con ser incluido por e-mail en las listas de invitados para quedar al corriente de dónde está la movida cada semana.