La angustia de quienes viven juntos, pero "separados"
BUENOS AIRES (Télam) -- La imposibilidad económica de mantener dos hogares lleva a muchas parejas que deciden disolver su vínculo afectivo a convivir "separadas" pero bajo el mismo techo.
Distintos especialistas consideraron que esta modalidad de "separación" se fue incrementando en los últimos años a partir de la precarización de las condiciones de vida y señalaron que se trata de una decisión dañina para los hijos.
"Ya hace un tiempo que se dan estas situaciones, pero ahora se acentuaron con el tema de la desocupación y los bajos ingresos", señaló la psicoanalista Nélida di Rienzo, del Servicio de Familia del Hospital Piñero de Buenos Aires.
Los problemas económicos producen a veces "un desgaste muy grande que, vinculado con muchas otras cuestiones, llevan a un agotamiento de la relación", expresó la especialista.
En ese marco, el planteo de la separación choca con la realidad y el que se va no tiene dónde vivir, por lo que "se empiezan a ver más casos de ese tipo", dijo.
Por su parte el psiquiatra Pedro Herscovici planteó que "la variable económica incide en muchos matrimonios para no divorciarse".
"Sucede que lo que queda claro es que un divorcio implica dos casas, por eso muchos se separan pero siguen conviviendo", apuntó.
La abogada especializada en familia Sandra Casal fue tajante al plantear que "la falta de recursos materiales hace que mucha gente que quiere separarse siga conviviendo bajo el mismo techo".
Señaló que "la causal que más influye es la económica, tanto para que quieran dejar de estar juntos como para que se queden juntos".
"Esto es lo que más se plantea actualmente", dijo, tras señalar que una convivencia obligada de este tipo genera otros conflictos de gravedad.
No obstante, di Rienzo aclaró que "últimamente se le atribuyen todas las explicaciones a lo económico, cuando también hay otros elementos importantes que hay que tener en cuenta".
No negó el contexto general al recordar que el país viene "de una crisis que pegó muy fuerte, que arrasó, donde hubo una pérdida de las ilusiones, de proyectos, de estímulos, y deterioró bastante la autoestima".
Destacó que muchas veces "todo esto va a parar a la pareja, y a ella se le piden demasiadas cosas".
"Por eso quizá hay menos tolerancia, porque se le exige a la pareja que cubra tanto vacío que, entonces, la exigencia es tan grande que no hay manera que aguante", puntualizó.
Y cuando la separación aparece como alternativa, nuevamente surge una tendencia "a utilizar el recurso de lo económico para tapar otras cosas, como la dificultad para concretar una separación que uno de los dos no termina de aceptar", expresó di Rienzo.
Señaló que intervienen otros factores, como no querer renunciar a determinadas cosas o no querer perder el lugar donde se vive, donde están los hijos y donde se volcaron muchos sentimientos y emociones.
Por eso, para la especialista, estas situaciones "no necesariamente tienen que ver con parejas de bajos recursos", si bien en muchos casos la condición económica tiene un peso importante.
Es una situación donde "todo es confuso", subrayó Di Rienzo al hacer referencia a la complicación de los distintos vínculos, del padre con los hijos, de la madre con los hijos, entre la pareja y frente a posibles relaciones con terceros.
Incluso, muchas veces las parejas se plantean que están separadas pero duermen en la misma cama por un problema de espacio.
Dolor y confusión en los testimonios
"La separación fue planteada por mi y, como él no estaba de acuerdo, en principio se estableció que dormiríamos cada uno en lugares distintos, a espaldas de mis dos hijas".
Así comenzó el proceso de separación que vivió A.N, una profesional que decidió separarse tras 24 años de casada y que convivió bajo el mismo techo con su "ex cónyuge" durante ocho meses.
No fueron razones económicas en este caso las que llevaron a una confusa y dolorosa convivencia de esta familia de la zona céntrico de Buenos Aires.
A.N. contó que al principio ella dormía en el living y él en la habitación, pero al mes se invirtieron las cosas.
"La convivencia fue de mucha violencia contenida", dijo, y añadió que la situación la llevo a tomar antidepresivos.
"Sentía una profunda necesidad de huir de la casa, cuando en realidad el que tenía que irse era él", afirmó la mujer, convencida de que esa era la forma natural en que debía resolverse el conflicto.
"En los tiempos libres salía --continuó-- pero siempre estaba la mirada inquisidora y permanente, la pregunta no hecha".
"Yo era la que salía y aparentemente estaba fantástica y él era el que se quedaba con las chicas y sufría. Exactamente así fue hasta que, a los ocho meses, finalmente él se fue", concluyó.
Otro caso, en el que se combinan razones económicas y particulares, es el de G.J, una mujer de escasos recursos que trabaja en forma discontinua, igual que el padre de sus seis hijos, con quien convive aunque ella afirma que están separados.
"No se va porque acá está cómodo, tiene comida, porque la que está todos los días manteniendo la familia soy yo, que cobro por día y con lo de él pagamos los servicios", contó.
"No se va --reiteró-- porque no quiere, acá están los chicos; el otro día yo le volví a plantear que se vaya y él dice que no puede irse, que le cuesta".
Contó que duermen en la misma cama pero "yo no lo dejo ni que me toque, dormimos cada uno para su lado", y agregó que toma tranquilizantes porque vive muy nerviosa y angustiada.
Recordó que hace dos años y medio que la pareja está mal: "Yo empecé a cambiar y le pedía a él que cambiara; él me decía que no aceptaba mi cambio, pero yo no vuelvo a ser como antes, me gusta valorarme como mujer, antes andaba siempre atrás de él, estaba sometida".
"Me di cuenta que estaba muy sola, que no tenía apoyo ni cariño de él y comencé a alejarme y a rechazarlo".
También contó que a veces "su casa es un infierno". "Si llego tarde explota, se pone furioso, me pelea, pelea a las chicas, me deja afuera, me cierra la puerta con llave".
Los hijos, en el medio
Según el psiquiatra Pedro Herscovici, este tipo de separaciones es lo más perjudicial para los hijos.
"Se sabe que un buen divorcio es mejor para los chicos que un mal matrimonio, pero este caso de separación bajo el mismo techo termina siendo un 'mal matrimonio' y un pésimo contexto de crecimiento y desarrollo para los chicos", dijo.