Bahía Blanca | Viernes, 26 de abril

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Mercedes, donde la historia vive

A pesar de ser una ciudad con todos los títulos se respira allí actualmente un clima de “pueblo grande”. Fue fortín fronterizo desde el siglo XVIII, en la línea de Navarro y Luján que luego se continuaría en Junín, con el Fortín Federación, levantado mucho tiempo después. 

Ricardo de Titto / Especial para  "La Nueva." 

   La ciudad de Mercedes, ubicada a cien kilómetros exactos de Buenos Aires y a la que se llega por una autopista bien cuidada en poco más de una hora, es acogedora: ordenada –sus calles tienen nombre pero la gente usa los números que resultan inequívocos como sus avenidas circundantes con sus arbolados y cuidados boulevares–, se presenta limpia, con un vecindario preocupado por el entorno y los detalles. La plaza central, ubicada, por supuesto, enfrente de la Catedral y la Municipalidad y su abigarrado casco céntrico reúnen cafés, confiterías, comercios, escuelas, hoteles y bancos lucen siempre poblados y animados por conversaciones amigables. A pesar de ser una ciudad con todos los títulos se respira allí un clima de “pueblo grande”. Su lema de “ciudad de todos”, por lo tanto, le cae en efecto, muy bien.

   Su historia es riquísima y se la vive a flor de piel, en cualquier recorrido que bien puede realizarse en una ecológica caminata en la zona central o en bicicleta o algún vehículo –las motos, proliferan desafiantes, por cierto– si se desea explorar los parques y barrios circundantes o los campos periféricos.

Un antiguo fortín

   Hablemos de historia. Mercedes fue fortín fronterizo desde el siglo XVIII, en la línea de Navarro y Luján que luego se continuaría en Junín, con el Fortín Federación, levantado mucho tiempo después. El fuerte se levantó sobre la margen derecha del río Luján en una zona en que el curso de la corriente desciende en líneas ondeadas y quebradas.

   Si bien el escudo de la ciudad indica la fecha de fundación como el 25 de junio de 1752, como señala el profesor Ricardo Tabossi en Historia de la Guardia de Luján: durante el período hispano-indiano, la fundación –sin palo de justicia ni repartición de solares– se concretó a principios de 1745 dando cumplimiento a la instrucción ordenada el 15 de febrero de 1741 cuando el general Gaspar de Bustamante solicitó la construcción de “fuertes en las fronteras de cada pago”. El maestre de campo Juan de San Martín procedió entonces a organizar la construcción de los también llamados “fuertes de estacada”. 

   Aquel mojón constituye el origen de la Guardia de Luján, denominación que se mantuvo hasta bien entrado el siglo siguiente. El acto inaugural fue por demás sencillo: el simple desensillar de los caballos y el proceder, a pala, espada y elemental rastrillo, a levantar las humildes viviendas de madera, barro y paja donde mantendrían su guardia los milicianos. Todavía en años en que nuestro territorio formaba parte del Virreinato del Perú, gobernado desde la lejanísima Lima, se decidió el establecimiento de compañías a sueldo de “gente del país” que se afincara en la región conformándose, en 1752, el Primer Regimiento de Caballería, llamado “Blandengues de la Frontera”.

La Valerosa, la Atrevida, la Invencible y el combate de Perdriel

   Se crearon entonces tres compañías con respectivos destinos nombradas con títulos por cierto muy “corajudos”: la Invencible, la Atrevida y la Valerosa. Esta última, con poco más de 50 soldados, fue la primera en salir a campaña para establecerse, el 25 de junio de 1752, “más allá del pago de Luján", en un paraje conocido como Laguna Brava, bajo el comando del capitán José de Zárate. Recién conformado el Virreinato del Río de la Plata, en 1779 exactamente, ese fuerte se trasladó a lo que es hoy la Municipalidad de Mercedes –Avenida 29 entre 26 y 24– y su diámetro cercado es de una manzana y media. Se constituye así la Guardia de Luján como capital militar de la frontera bonaerense basado en la organización del nuevo cuerpo de Blandengues de la Frontera, cuerpo que sumará sus fuerzas –cerca de cien soldados– en el combate de Perdriel contra los invasores ingleses librado el 1 de agosto de 1806 a unos veinte kilómetros de la capital virreinal. 

   Las tropas criollas se reunieron en Luján durante la segunda quincena de julio, que fue la localidad donde convergieron también los hombres de los fuertes de Chascomús, Salto, Rojas y de la misma Luján y de paisanos y peones de San Isidro, Pilar, Morón, Navarro, Exaltación de la Cruz y otras poblaciones rurales que se pusieron a las órdenes del comandante Antonio de Olavarría, jefe del regimiento de Blandengues, que dirigió la marcha para unirse con los hombres de Juan Martín de Pueyrredón y dos pedreros de a 2 –un antiguo cañón que lanzaba piedras– traídos de los fortines de la frontera.

   En esta improvisada compañía, muchos de los paisanos sumados a la lucha respondían a comerciantes o hacendados de quienes eran clientes o asistentes. Pueyrredón asistía a sus milicianos con sus propios recursos y con los suministrados por el asturiano Diego Álvarez Barragaña, cubriendo los jornales de 4 y medio reales con que se los compensaba por el trabajo perdido. Por su lado, el capitán Manuel Martínez de Fontes mencionaría tiempo después que reunió y costeó una fuerza de 200 hombres que llevó a Luján para entregarlos al comandante Olavarría, montando muchos en caballos de su propiedad. Según los partes, 38 de esos caballos se perdieron tras la derrota de las fuerzas criollas. Es de mencionar que, como los reclutados no tenían un uniforme en común, el cura párroco de la villa, el presbítero Vicente Montes Carballo los proveyó de cintas celestes y blancas de treinta y ocho centímetros de largo –colores y altura de la virgen respectivamente–, que en adelante serán su elemento de identificación.

Villa Mercedes

   Tras la Revolución de Mayo, en 1812 se creó el Partido de la Guardia de Luján y en enero de 1822, ya suprimidos los Cabildos y Alcaldes de Hermandad por la gobernación de Martín Rodríguez y Bernardino Rivadavia, es designado el primer Juez de Paz del partido de la Guardia de Luján. En 1831 se realiza el trazado del pueblo y la declaración de la Guardia como Villa Mercedes, honrando a la lugareña Virgen de la Merced. Sin embargo, hasta después de la batalla de Caseros y constituido el Estado de Buenos Aires, en 1854, la localidad seguirá figurando en los documentos oficiales como Guardia de Luján. Comienza entonces un período de desarrollo constante de la región que reúne a Carmen y San Antonio de Areco, Chivilcoy, Suipacha, Chacabuco y Navarro con Mercedes como primer eslabón.

   Así, el Ferrocarril del Oeste inaugurado en 1857 y que llegó entonces a la Floresta, y que luego se extendió hasta Morón llega con sus rieles hasta la Villa de Luján, y alcanza luego a la Villa de Mercedes el 1° de marzo de 1865. Como parte de ese progreso decisivo, dos días después, el gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Mariano Saavedra –hijo de Cornelio, presidente de la Primera Junta en 1810– dispuso que la Villa fuera denominada “Ciudad de Mercedes”. La extensión primitiva de la villa se había visto reducida en 1845 con la formación del municipio de Chivilcoy y será nuevamente limitada en 1864, al crearse Suipacha.

   Por esos tiempos florecía la cría del ganado lanar para la exportación y el trabajo en la esquila de la oveja brindaba una fuente de ocupación a los trabajadores de la zona. Grandes estancias se desarrollaron allí en la segunda mitad del siglo XIX. 

   En octubre de 1868, con fachada y forma de un antiguo cabildo, se inauguró el edificio comunal que funcionó, además como Casa de Justicia. 

   Por entonces, según el censo de 1869 ordenado por Domingo F. Sarmiento, habitaban en Mercedes aproximadamente unos 8200 habitantes cuyo principal ocupación era la cría y comercialización del ganado ovino y la esquila de lana. La población actual –en los últimos años se registra un constante crecimiento– orilla los 70 mil habitantes.

Pasado y presente

   Sumando “caminos culturales” visitamos el muy cuidado museo de la ciudad y archivo municipal “Dr. Víctor Míguez”, conserva reliquias y atesora una gran diversidad de elementos, imágenes y recuerdos presentados con excelente criterio donde fuimos diligentemente atendidos por su responsable –y casi fuera de horario, un domingo al mediodía pasado– por Marita Porcel de Larroque.

   Visitamos también historiadores de la región, como Carlos Alejandro Dagnino que nos nutrió con excelente documentación y precisas investigaciones, y recorrimos iglesias góticas que testimonian la presencia británica en la zona, hogares de ancianos de un siglo de vida, dos paseos públicos ideales para días de descanso o un buen pic-nic –de paso nos adentramos en una pulpería centenaria– y, también, encontramos las huellas de los presidentes Mitre y Roca en estancias de la región como la invalorable presencia del gran pintor Cándido López, conocido por sus testimonios de la Guerra contra el Paraguay de 1865. De todo ello hablaremos en una próxima entrega. 

Un cabildo que no es cabildo

   El edificio comunal contaba en sus principios con dos pisos con una amplia galería en el frente de 18 arcos y una torre central con un reloj, para marcar la hora oficial de la ciudad. En 1878 su reloj fue reemplazado por otro de cuatro esferas y el primitivo reloj fue entregado en donación a la capilla San Luis.