Bahía Blanca | Viernes, 26 de abril

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El maltrato psicológico provoca en una huella indeleble en los niños

Este tipo de conductas abusivas representan casi un tercio de los casos que se conocen diariamente en el territorio bonaerense. Situaciones no siempre visibles y que acarrean delicadas consecuencias para las víctimas.
Un promedio de 24 episodios se denuncian diariamente ante organismos municipales a lo largo de la provincia.

Pablo Andrés Pascual

ppascual@lanueva.com

Casi un tercio de las denuncias que se reciben a diario en la provincia de Buenos Aires por conductas abusivas contra menores de edad tienen que ver con maltrato psicológico.

La cifra no resulta menor al evaluar la “huella” que estos episodios dejan en los pequeños.

Según un informe presentado recientemente por el Observatorio de Niñez y Adolescencia, perteneciente a la Defensoría del Pueblo bonaerense, en el primer semestre de 2017 se detectaron 4.356 casos.

La estadística fue elaborada a partir de los datos incorporados por los distintos municipios en el registro denominado REUNA.

“Es el caso de maltrato más difícil de detectar y resolver. El 90% tiene que ver con cuestiones intrafamiliares, aunque también tenemos hechos de bullying o episodios en establecimientos educativos”, comentó a “La Nueva.” el Defensor del Pueblo Adjunto de la Provincia de Buenos Aires, Walter Martello.

“El maltrato no siempre es visible. En algunos casos porque puede ejercerse sin dejar huellas físicas, mientras que en otros la víctima está sometida al silencio, y la violencia es ejercida en la intimidad de la vida familiar”, siguió diciendo.

El funcionario precisó que según la información oficial hubo 15.149 casos de maltrato, de los cuales, además de los expuestos anteriormente, se registraron 2.496 abusos sexuales, 4.152 maltratos físicos y 4.145 episodios de negligencia o abandono (falta de cuidados básicos).

Martello sostuvo también que los hechos denunciados en el tramo inicial del año representan un aumento del 50% respecto del mismo período de 2016.

“Esto tiene que ver con el contexto social de violencia que se viene generando y vemos todos los días. Por otro lado, la difusión en los medios masivos de comunicación hace que familiares, vecinos, establecimientos educacionales u operadores se animen a denunciar. Hay más gente que se anima a hacerlo o encuentra los dispositivos para canalizar la presentación”.

De todas maneras, admitió que también “hay una enorme cantidad que no se denuncian”.

Indicó que “tanto el maltrato, en cualquiera de sus formas, como la negligencia o el abandono son dañinos por el dolor que provocan y por los efectos que dejan en el desarrollo intelectual, social y emocional de quienes lo padecen”.

Explicó que en la mayoría de los casos la situación se originó hace un tiempo y se denuncian ahora por “la visibilización del problema”.

“En la provincia se extendió el horario de atención en los Consejos Locales, y esto permite que el dispositivo esté siempre a disposición”.

Describió que las denuncias se realizan ante los organismos de cada municipio, los cuales comunican la novedad al área de Niñez provincial y, en caso de estar en presencia de un delito, se hace la derivación a la justicia.

Respecto a las carencias existentes para dar tratamiento a este tipo de casos, Martello aclaró que “falta profundizar las campañas tendientes a ofrecer a las víctimas los lugares dónde concurrir para la denuncia o el sostenimiento de la situación traumática que están viviendo. En este tema, la Defensoría del Pueblo proporciona los dispositivos de atención y contención con los que cuenta”.

Gravedad

La doctora en psicología Guillermina Rizzo sostuvo que “el maltrato psicológico, también denominado emocional, se manifiesta de diferentes formas, muchas de ellas perecieran imperceptibles, aunque sus consecuencias revisten mayor gravedad que un golpe”.

La profesional bahiense aclaró que “la gama va desde rechazo, amenazas, intimidación, insultos, aislar al niño, ignorar, menospreciar, descalificar de forma permanente, hasta cuando se lo incita, anima e instruye para realizar actividades ilícitas”.

Agregó que, cualquiera sea la forma en que se manifiesta, “el rasgo común es que provoca dolor, sufrimiento de manera intencional”.

Rizzo aclaró que si bien las campañas para evitar este flagelo se centran en el maltrato, el abandono o la negligencia, “la falta de límites, de pautas, el exceso de atención, las respuestas a constantes demandas y caprichos son entendidas también como un maltrato encubierto”.

Afirmó que no se puede pensar en las características de un chico maltratado en forma aislada, “pues el primer foco debe estar puesto en el tipo de paternidad y maternidad que se ejerce”.

Explicó que “factores tales como problemas económicos, sociales, consumo de sustancias y alcohol, complicaciones en el embarazo, en el parto, antecedentes de violencia familiar, abuso o bullying, abonan el entramado familiar para que padres y madres desempeñen su rol estableciendo relaciones violentas con sus propios hijos”.

Advirtió que “para que un problema surja hay una trama que lo condiciona”.

“La gran mayoría de los adultos que ejercen maltrato psicológico no dimensionan el daño que ocasionan, generalmente justifican su accionar en el mal comportamiento de los pequeños. Al margen de la circunstancia o motivo, son los adultos quienes tienen mayores responsabilidades y nada los exime de ejercer su rol sanamente”.

Situación compleja
“Un fenómeno casi invisible”

La doctora Rizzo aseguró que lo complejo respecto de los daños que provoca el maltrato psicológico es que “nos adentramos en un fenómeno casi invisible, en una serie de hechos que hay que armar como un rompecabezas, para inferir a partir de un modelo de relación que se establece y se va perpetuando”.

Describió que las secuelas o consecuencias, en caso de no intervenir oportunamente, permanecerán durante toda la vida, reiterándose en otros ámbitos.

Entre ellas citó “el miedo injustificado hacia los adultos, tendencia al aislamiento, carencia de deseos de participar en juegos o actividades grupales, desconfianza hacia otros adultos que se muestren afectuosos, somatizaciones, trastornos en el control de esfínteres, retraso y detención en el crecimiento”.

También mencionó que las víctimas pueden sufrir “estallidos y agresividad, intolerancia al llanto o gritos de sus pares, accidentes frecuentes, bajo nivel de autoestima, ansiedad, timidez y dificultades para ir a la escuela”.

Agregó que este tipo de maltrato tiene que ser abordado de manera multidisciplinaria, “con el objetivo de reestructurar vínculos afectivos”.

“Generalmente los niños son quienes mejor reaccionan ante las intervenciones profesionales, pues tienen mayor plasticidad y flexibilidad para emprender cambios; a los adultos les cuesta reconocer y aceptar”.

“El primer paso es la detención del maltrato, para dar paso a un proceso de cambio. Se cambia `con el niño´y `no al niño´. Es un proceso centrado en la restitución de la dignidad, focalizando que lo negativo reside en el maltratador”, finalizó la profesional.