Bahía Blanca | Viernes, 26 de abril

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El arduo camino hacia la cima del Hua Shan, en el sudeste de China

Es una de las cinco montañas sagradas. El camino hacia el templo maoísta de su cumbre es un gran desafío, pero ver desde allí la salida del sol lo justifica.
El arduo camino hacia la cima del Hua Shan, en el sudeste de China. Turismo. La Nueva. Bahía Blanca

Corina Canale

corinacanale@yahoo.com.ar

“Hay tramos de apenas 30 centímetros, sobre tablones de madera que se bambolean”, me cuenta Marx en el 55 Bar de Nueva York, mientras la banda de jazz de Ben Monder afinaba instrumentos para una sesión de jazz en el Village.

Los dos somos amigos de Iván, que hace quince años llegó a la Gran Manzana y se quedó para siempre.

Marx acababa de vivir, según dijo, “una vivencia física y espiritual excepcional”, cuando llegó a Xi’ an, una ciudad china amurallada que tiene 8 millones de habitantes, para ver a los famosos Guerreros de Terracota.

Un guía le dijo que a sólo 120 kilómetros estaba Hua Shan, una de las cinco montañas sagradas de China, donde en el siglo II los monjes taoístas subían a pie sus 2.160 metros de altura.

“Era un esfuerzo titánico, que, entiendo, se apoyaba en una profunda fe”, contó, y agregó: “lo que no se explica es cómo llevaron los bloques de piedra y las maderas para levantar un templo”.

En ese templo, al que llamaban El Santuario, los taoístas creían que moraba el Dios de las Profundidades, con el que los médiums iban a conectarse.

Sólo llegaban a esas alturas quienes perseguían la inmortalidad y los médicos que recogían hierbas, que, suponían, habían atrapado la energía del Dios oculto.

También lo hacían los miembros de la realeza y algunos pocos aventureros, atraídos por los misterios de ese monte, “El Monte del Esplendor”, donde cuentan que el sabio Chen Tuan alcanzó la inmortalidad.

Más allá de esta certeza, en la base de la montaña está el Claustro de la Fuente de Jade, dedicada al sabio.

Marx se unió a un pequeño grupo de chinos con el que había compartido el autobús desde Xi”an, y comenzaron el ascenso.

“Me di cuenta que era imposible regresar en el día, como había pensado, pero me entusiasmó ver la salida del sol y las otras cuatro montañas sagradas, que están dispuestas de tal forma que semejan una enorme flor”, comenta.

“El primer tramo no ofreció demasiadas dificultades y ,tal como me dijeron mis compañeros, evité mirar hacia abajo, aunque nunca dejé de sentir que allí estaba el abismo”, afirma.

“El primer sitio peligroso es Changong Zhandao, un camino vertical de cuatro metros sobre un acantilado y a poca distancia Dragón Negro, que discurre sobre una empinada arista de roca”, relató Marx.

Agregó que “lo más difícil de atravesar fue la Garganta de los 100 escalones, una pendiente vertical a la que se sube aferrándose a gruesas cadenas oxidadas”.

“En ese momento sentí, como afirman los monjes, que esa experiencia es un paso gigante hacia la inmortalidad, no como la pensamos nosotros sino como una bisagra en la propia vida, que, por el contrario, nos enfrenta a la finitud”.

“Arriba supe que el templo no ha variado mucho; sólo que en el gran salón, que fue lugar de oración, hay ahora una Casa de Té, la deliciosa infusión que hace que el alma vuelva al cuerpo”, nos confía Marx.

Mientras esperaban la salida del astro rey, los compañeros de esa inesperada aventura le contaron que durante la Revolución Cultural de 1966, que ya anciano inició Mao Tsé Tung contra el Partido Comunista, ni siquiera los violentos Guardias Rojos se animaron a subir.

Destruyeron los templos que estaban en las laderas bajas, pero el de la cumbre quedó intacto.

Ahora que el turismo llega a este lugar, hay otros senderos más seguros y un teleférico que arriba al Dong Feng, el pico del este que tiene cuatro cimas.

Se dice que por año el camino se cobra cien vidas. Pero el gobierno de la República Popular de China opone una rotunda negativa a esta versión.

Lo cierto es que ni la nieve ni el hielo, durante el crudo invierno, impide que aventureros del mundo transiten por esos estrechos escalones que suben al cielo.

Tal vez los impulse la adrenalina que causa el saber que un solo mal paso puede ser mortal.