Bahía Blanca | Viernes, 26 de abril

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Tributo a las que aman la casa

La columna de hoy es para vos, para ustedes, para aquellas que seguramente la leen a la tarde o en la semana cuando pueden hacer una pausa y buscar el diario “viejo”, porque hoy domingo y durante la mañana algunas están abocadas a pensar qué cocinar para reunir a la familia en torno a la mesa, otras están haciendo la fila en la fábrica de pastas, las que acreditan cierto “arte” esparcen harina en la tabla y amasan mientras la salsa descansa en la hornalla, están aquellas otras a las que “hoy no les toca” y solo se dedican a la ensalada que acompaña el asado, y las más favorecidas se están acicalando pues “hoy sí les toca” ir al restaurante.

La columna de hoy es para mis queridas amas de casa. ¿Es una profesión invisible? ¿Existe el riesgo de padecer enfermedades?

Solamente aquella que es ama de casa sabe de qué se trata: despertar a los hijos, dependiendo la edad de los pequeños ayudarlos o sugerirles la vestimenta, llevarlos a la escuela y luego acompañarlos en las tareas, pensar en las comidas, hacer las compras, lavar la ropa o al menos depositarla en la máquina, planchar, poner la mesa, servir la mesa, recogerla, lavar los platos, limpiar la casa, ocuparse de las plantas, llamar al plomero, electricista o al especialista que la rotura de turno amerite cuando los conocimientos de la señora son escasos.

Lo cierto es que las tareas que desempeña durante el día una ama de casa son parte de una rutina tan naturalizada que dicha “empresa” se torna invisible además de solitaria, pero nunca faltan los desconsiderados que minimizan las tareas y las etiquetan como “portadoras de un privilegio” por desarrollar “esos quehaceres” dentro del hogar.

Minimizadas, en ocasiones menospreciadas, millones de mujeres en el mundo se dedican a las tareas de “su” hogar, y como toda profesión que no se valora de acuerdo con el esfuerzo que conlleva, es causal de una serie de estados y malestares. El “síndrome del ama de casa” se caracteriza por depresión, migrañas, dolores musculares, trastorno obsesivo compulsivo, ansiedad, estrés, disminución del deseo sexual, dependencia a sustancias, entre muchos otros.

En pleno siglo XXI, donde se accede a recetas de cocina por Internet, y siendo esperable que las oportunidades y los derechos para ambos sexos sean equitativos, es considerable la cifra de señoras con “dedicación exclusiva” a este trabajo. Si hiciéramos “el experimento” de enumerar las condiciones y el perfil que se requieren para llevar adelante dicha tarea como si fuera un aviso clasificado del rubro empleo, los requisitos son de tal magnitud que muy pocos accederían.

Generalmente se las valoran en su ausencia, sin percatarnos que cada día “cocinan a fuego lento” y con esmero los valores que les transmiten a sus hijos, “eligen en la góndola de los afectos” las palabras cariñosas y estimulantes para su compañero; inteligentes, capaces, valientes, resistentes a la adversidad y sobre todo dignas de admiración.

Los integrantes de la familia que se nutren de ella y de su tarea tienen el deber de valorarla, reconocerla, motivarla; no se necesitan grandes proezas, pues estas mujeres “más divinas que humanas” se conforman con pequeños detalles: un gesto, una palabra, un mimo, se convierte en un verdadero homenaje que las gratifican.

Mi reconocimiento es para ustedes que hacen a un lado sus deseos porque la prioridad está en los otros; propongo dejar de lado el título “ama de” porque en verdad ustedes son las que “aman la casa”